EQUIPO NIZKOR
Información

DERECHOS


08nov03


Esta semana, quién lo creyera, se cayó un ministro en Colombia.


Y no cualquier ministro: se cayó el del Interior y la (IN)justicia Fernando Londoño, apodado por nuestro amigo Fernando Garavito como "cicerón pecueca", por Piedad Córdoba como "el ministro guaquero" y calificado por mí simplemente como el caballo preferido de nuestro presidente, quien por lo demás siempre ha sido muy amigo de los equinos (de hecho, durante la campaña presidencial circulaban rumores en el sentido de que cada vez que se le saltaba la piedra al candidato, él se iba para su finca y mataba uno, dos o tres caballos...).

Y es que, siempre lo he dicho, si Calígula pudo nombrar cónsul a su caballo, por qué Uribe Vélez no podría haber nombrado a una bestia en la cartera de justicia.

El ministro se cayó, aunque algunos han de decir que simplemente renunció. Y cayó parado, como la mayoría de los corruptos de este país: ya nos anunciaron que en breve será nombrado embajador.

Pese a la importancia de este hecho -la caída del ministro más importante del gobierno- la cosa pasó casi desapercibida en Colombia, gracias al camuflaje de los medios de comunicación y al nombramiento improvisado del hasta ahora presidente de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), Sabas Pretelt, como nuevo jefe de la cartera.

El ministro, quién lo creyera, no se cayó por sus fraudulentas mañas en el manejo de la cosa pública -el mismo día de su renuncia fue sancionado por el caso Invercolsa, que es el mejor ejemplo, pero ustedes pueden encontrar mucha más información en http://www.delitocuelloblanco.com-, ni porque se le cobró la osadía de haber reformado su cartera para unirla a la del Interior, es decir, por haber confundido política con justicia y, con ello, haber enterrado de un plumazo (uribazo o londoñada, depende de donde se le mire) el principio fundamental del contrato social que nos habla de la independencia de los poderes públicos: gracias a su reforma, ejecutivo y judicial quedaron comprometidos en una misma causa.

Tampoco se cayó por haber calumniado al juez que valerosamente cumplió la ley y dejó libre a Gilberto Rodríguez Orejuela luego de que éste hubiera cumplido su pena, ni por no haber rectificado cuando otro juez se lo ordenó. Mucho menos podría haberse caído por sus acusaciones en contra del Banco de Datos sobre Violencia Política de CINEP y Justicia y Paz y otras ONG, a las cuales tildó de guerrilleras por el simple hecho de mostrar las verdades no oficiales de lo sucedido en operativos tan espectaculares como la Operación Orión en la Comuna 13 de Medellín.

Ni qué pensar que su salida es un cobro político por los dardos lanzados en contra de nuestra Constitución Política, la acción de tutela y las instituciones de control: "la carta del 91 es mala, pero la Corte Constitucional ha hecho cosas mil veces peores", ni por sus afirmaciones en contra de los presidentes de Venezuela y Brasil cuando éstos decidieron no calificar a las FARC como terroristas: "Chávez no va a estar muy dispuesto a hablar en contra de personas a las que ve con frecuencia, o ha visto con frecuencia" y "Lula ya encontró una disculpa estupenda y es que él quiere reservarse para servir eventualmente de mediador, cargo para el que nadie lo ha designado ni creo que está en la lista de las posibilidades. Pero uno tiene derecho a autonombrarse de alguna cosa".

Tampoco se le cobraron sus aseveraciones en contra de los abstencionistas del referendo -"los abstencionistas asumen una posición moralmente imposible, incurren en causal de indignidad democrática y se sublevan contra el ordenamiento jurídico"- ni sus provocaciones en contra de los promotores de la reforma política -"los que lean la Constitución de Colombia después, cuando todo esto termine, se preguntarán qué clase de cigarrillo estaban fumando los que aprobaron esto- ni por sus recientes intentos de reformar el censo electoral en otra londoñada -"el censo electoral debería revisarse"-.

No. El ministro se cayó por haber amenazado con la renuncia del presidente Uribe si éste perdía el apoyo del Partido Conservador tras la derrota en el referendo. Hay quienes dicen que se trató de la primera vez que en Colombia a un ministro se le cobra un fracaso (¿acasó se cayó el ministro de Justicia cuando Pablo Escobar se escapó de la cárcel?).

Pero, sea cual haya sido la razón, es una vergüenza que a este personaje se le haya permitido el lujo de la renuncia en lugar de su destitución o caída por moción de censura en el Congreso. Más vergonzoso resulta pensar en que pronto tendremos como diplomático a alguien que entiende la diplomacia y las relaciones políticas como manipulación y corruptelas.

La misma semana en que en Colombia se cayó un ministro pasaron muchas otras cosas más: por ejemplo, fueron puestas en libertad 128 personas que habían sido capturadas en Sucre hace tres meses luego de que un fiscal reconociera que habían sido víctimas de una injusticia, hecho que de inmediato ocasionó que su superior (Luis Camilo Osorio, fiscal general de la Nación, otro personaje del que les escribiré después) dijera: "ese fiscal nos dio una gran sorpresa y no actuó de acuerdo con nuestras ideas. He ordenado de inmediato que se le investigue".

Esta semana, además, fueron asesinado el cura párroco de Saravena (Arauca), un representante a la Cámara por el departamento del Valle y, como si fuera poco, fue aprobado en sexto debate el temido Estatuto Antiterrorista.

En semanas como ésta, sólo nos queda recordar la hermosa frase de Quevedo: donde hay poca justicia, es un peligro tener razón.

Bogotá, 08 de noviembre de 2003
Claudia Julieta Duque.

DH en Colombia

small logo
Este documento ha sido publicado el 14dic03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights