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03may09


Un país de leyes


Mi profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Antioquia nos decía en sus clases que Colombia es un país de leyes. Él tenía razón. La Constitución tiene 380 artículos y 60 transitorios. Y hay leyes para todo: más de 20 códigos que van desde el del Menor hasta la Ley Forestal. Leyes para proteger los recursos naturales y el medio ambiente y los derechos humanos. ¿Pero se cumplen?

La Constitución de Estados Unidos tiene un preámbulo, siete artículos y 27 enmiendas y, a pesar de los ataques contra ella de los últimos años, los ciudadanos se sienten protegidos. Las Constituciones de algunos países ni siquiera están escritas. Son producto del consenso. Todos las respetan, incluso el gobierno.

Colombia es un país distinto. La Constitución que nos rige, cuando fue aprobada, tenía hasta un inusual artículo para impedir el despido de los trabajadores del Instituto Nacional de Radio y Televisión. Hoy ya no existen Inravisión ni sus trabajadores y la Constitución ha sido reformada 12 veces desde 1993 hasta 2007, no sólo en su contenido y en su forma sino en asuntos de fondo, como la seguridad social, la justicia y la organización electoral. Además, está en trámite otra reforma para permitir la reelección del presidente de la república no una, sino ya dos veces. El Congreso que aparentemente va a aprobarla en nombre del pueblo está conformado, entre otros, por 81 congresistas investigados o procesados penalmente por crímenes y delitos relacionados con la parapolítica. Esto equivale a la tercera parte de los miembros del Congreso: 45 senadores y 36 representantes a la Cámara. Son datos de la Corte Suprema de Justicia.

La Libertad de Prensa, así con mayúsculas, está garantizada en nuestra Constitución. Pero en el papel. Como en el famoso artículo de la Constitución de 1886 que nos rigió durante más de un siglo: "La prensa es libre en tiempos de paz". Sin embargo, Colombia se mantuvo en guerra y en Estado de Sitio durante incontables años. La prensa no era libre.

Un reporte de la Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP- asegura que entre 1991 y 2006, en Colombia 98 periodistas han sido asesinados por motivos que tienen que ver con su oficio. Según la FLIP, campea la impunidad y son contados los casos en que los criminales han sido juzgados. La FLIP también dice que los procesos judiciales por crímenes diferentes a asesinatos no arrojan ningún resultado. Pasan desapercibidas violaciones a la libertad de prensa con menos impacto social que el homicidio, pero con un efecto igualmente intimidatorio para informar. Las amenazas registradas por la FLIP, por ejemplo, aumentaron 64 por ciento de 2004 a 2005, y 20 por ciento de 2005 a 2006. Durante 2007 la FLIP registró 162 violaciones a la libertad de prensa. En 2008 hubo 130. Las violaciones involucraron 181 víctimas: 168 periodistas y trece medios de comunicación.

Colombia no es Estados Unidos ni Francia, pero las Constituciones de estos países y las ideas de libertad que les dieron nacimiento fueron en su época los faros que alumbraron los primeros pasos de nuestra historia como nación soberana y libre. Hoy en esos países se sigue considerando la libertad de prensa como una de las fundamentales. Después de la publicación de los Papeles del Pentágono por The New York Times, por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia del país del poeta de la libertad Henry David Thoreau, en los años oscuros de la guerra de Vietnam, dijo que la libertad de expresión está primero que la seguridad nacional. Entre otras cosas, para preservar la seguridad nacional.

Colombia es un país diferente, sin igual en el mundo. Aquí la libertad de prensa es un articulito de una ley, una figura retórica. Celebramos pues este 3 de mayo el día de la libertad de prensa como debe ser en un país de leyes: con un escándalo por las "chuzadas" del DAS a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, al Vicepresidente, a periodistas, dirigentes políticos y parlamentarios de la oposición; con una ley de Inteligencia aprobada en forma unánime por el Congreso desde hace varios meses que podría haber evitado y castigado conductas criminales como esas, y que todavía no ha sido sancionada por el Presidente de la República, jefe directo de la institución involucrada en el escándalo. Lo celebramos con el extraño y descarado asalto a la casa de Gustavo Álvarez Gardeazábal, escritor y periodista de La Luciérnaga, de Caracol Radio. Ah, y se me olvidaba: lo celebramos también con una epidemia de peste porcina. Ojalá esta peste no se convierta, como en Cien años de soledad, en una epidemia como la peste del insomnio que dejó sin memoria a los pobladores de Macondo.

[Fuente: Por Juan José Hoyos, El Colombiano, Medellín, 03may09]

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