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13ago09
Garzón, ese intenso
A la hora que este texto llega a manos de los lectores se cumplen diez años del atroz asesinato de Jaime Garzón, crimen por el cual no ha respondido nadie. A propósito de esta triste evocación, en meses recientes se han desempolvado varios de los videos que desde hace rato circulan por YouTube y que nos han servido para recordar la genialidad y la capacidad de Garzón para interpretar nuestra realidad.
Ahí están las diatribas del abogado Godofredo Cínico Caspa, precursor del furibismo; las consignas desesperanzadas de John Lenin; las fogosas declaraciones del 'quemando' central; los reportes de Inti de la Hoz o de William Garra, que encajarían perfectamente en cualquier noticiero actual; o las originales recetas de Dioselina Tibaná, que eran una delicia, si las comparamos con los cocidos que se preparan hoy en la Casa de Nari.
Al repasar cómo recobran vigencia los programas y personajes con los que Garzón ponía el dedo en la llaga de los asuntos que tanto nos agobian y dejaba en evidencia a los dueños del poder con todos sus vicios, deberíamos conmemorar no una década de ausencia, sino otros diez años de vigencia, pues sus agudas parodias y sus inteligentes críticas son hoy más válidas que nunca.
Jaime Garzón era un hombre intenso, en todo el sentido de la palabra. Era intenso no sólo en la pantalla, sino también fuera de cámaras. Intenso cuando recurría a su extenso anecdotario, para contar aun las cosas más tremendas salpicadas de ocurrencias, que sólo a él le cabían en la cabeza. Intenso cuando hablaba de sus amores o describía sus parrandas, acudiendo a sus destrezas histriónicas. Intenso cuando se presentaba ante un auditorio repleto de estudiantes, de políticos o de académicos, a los cuales hacía reír hasta el llanto con su irreverencia. Intenso hasta el agobio en las tertulias que protagonizaba en medio de sus amigos, pues había que estar atento a esas salidas impredecibles o apuntes jocosos con los que solía salpicar cualquier conversación, por seria o aburrida que fuera.
Garzón era intenso también cuando protestaba con vehemencia contra los poderosos. Intenso cuando ridiculizaba en una sala de redacción o en un estudio a guerrilleros, narcos y paras. Intenso cuando se deprimía y ponía a correr bases a sus compañeros de elenco o a su gente más cercana. Intenso cuando en medio de sonoras carcajadas explotaba de alegría, con la cual nos contagió generosamente hasta que las balas lo callaron para siempre aquella madrugada del 13 de agosto de 1999.
Jaime era tan intenso como el dolor que hoy nos produce su ausencia y como la indignación que nos debería causar el hecho de que su muerte siga impune.
Punto aparte. Finalmente el presidente Álvaro Uribe decidió salir del clóset y le confesó a una camarilla de congresistas amigos que quiere sacar adelante el referendo para presentarse otra vez como candidato. De nuevo, Uribe prefirió las oscuras bambalinas de Palacio en vez de ponerle la cara al país.
[Fuente: Por Vladimir Flórez (Vladdo), La Patria, Manizales, 13ago09]
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