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05ene03


La vida es una fiesta.


El Señor de las Moscas
Nota previa.

Lamento informar a ustedes que El Espectador decidió prescindir de mi columna. Lo hizo a través de una llamada de su nuevo director, que recibí hoy lunes, 23 de diciembre, a las 2 de la tarde. Mi último artículo no fue publicado. Ante la posibilidad de que la medida del periódico obedezca al contenido de este último, me gustaría que usted llegara a sus propias conclusiones, por lo cual se lo remito en el archivo adjunto.

Entiendo que en Colombia la libertad de prensa está en peligro, mientras que, frente a la información, la libertad de empresa sigue haciendo de las suyas. No quiero que se piense en mí como en una víctima de la represión de los poderosos grupos económicos que hoy nos manejan, ni como un cordero sacrificado en el altar del unanimismo. Soy, simplemente, una voz independiente que ha sido censurada.

Cordialmente,
Fernando Garavito.

La vida es una fiesta.

El 15 de octubre del año 2001 el representante Hernando Carvalho le dirigió a Luis Alberto Moreno, embajador de Colombia ante el gobierno de los Estados Unidos, una carta perentoria. En ella le decía que, según noticias publicadas en Miami, Bogotá y Quito, el congresista Ronald Andrade había presentado en el Ecuador una demanda penal contra los miembros del directorio del Banco del Pacífico en los años de 1998 y 1999, acusándolos de aprobar y pre sentar estados financieros falsos, ocultar a las autoridades la verdadera situación del Banco, y alterar en forma fraudulenta hechos de los cuales la Superintendencia del Ecuador debería estar informada. Carvalho sostuvo que, como presidente de ese directorio, Moreno tendría que responder ante las autoridades de dicho país y, eventualmente, ir a prisión, tal como había sucedido con el ministro de Economía, Jorge Emilio Gallardo, a quien la Corte le había dictado medida de aseguramiento consistente en prisión preventiva. El delito de Gallardo, en ese entonces presidente del Banco, consistía en haber aprobado un fideicomiso por 78 millones de dólares, a favor de los accionistas. Carvalho puso en evidencia al embajador. Usted -le dijo- "me respondió en tres oportunidades que los antiguos accionistas habían perdido toda su inversión, siendo así que el fideicomiso demuestra lo contrario". Ante la ausencia absoluta de una Cancillería, Carvalho le pidió la renuncia a Moreno. Este debió morirse de la risa.

Pero esta es sólo la tapa de esa olla podrida. A lo largo de la investigación se demostró que la intención del embajador había sido la de montar un emporio financiero con base en una empresa, la Westfear, de los Estados Unidos. Para ello contó con la complicidad de Luis Fernando Ramírez, ministro de Defensa de Andrés Pastrana, y de Jacky Bibliowicz, el cerebro de varias operaciones destinadas a enriquecer por debajo de cuerda al príncipe y a sus conmilitones. Dentro de ese propósito, Moreno, Ramírez y Bibliowicz, actuando en nombre propio y, posiblemente, como testaferros, lograron controlar el Banco del Pacífico en el Ecuador. En el año de 1998, cuando comienza la cadena de delitos, Bibliowicz fue miembro del directorio y Moreno presidente del mismo.

El Banco tenía una filial en Colombia. Moreno y Ramírez lograron entonces que la superintendente bancaria de Pastrana, Sara Ordóñez, ordenara fusionarla con el Banco Andino. Aquella no tenía liquidez alguna, lo que llevó a que fuera intervenida. Sin importarle para nada ese pormenor, la directora de Impuestos, Fanny Kertzman, en una acción típicamente antijurídica y culpable, permitió recaudar allí las contribuciones que hicieron en esa época millones de colombianos. Con la autorización entre el bolsillo, Moreno y Ramírez organizaron una campaña publicitaria en la que ofrecieron el oro y el moro a quien pagara en su entidad. Lograron recaudar 110 millones de dólares, con los que se dedicaron a conceder préstamos preferenciales a los socios de las compañías en que tenían intereses. El presidente de la junta directiva era el señor Fernando Londoño, quien debió cohonestar la totalidad de las maniobras. Todo lo cual terminó por desfalcar a los colombianos en una suma que puede calcularse en 35 o 36 millones de dólares. Dinero suyo. Dinero nuestro. Dinero mío.

Pero, como siempre ocurre, todos terminaron por lavarse las manos. El presidente de la Junta, señor Londoño, es hoy el poderoso ministro de la InJusticia. El señor Moreno fue ratificado como embajador de Colombia en los Estados Unidos, cargo desde el cual cuida juiciosamente el buen suceso de sus empresas. La señora Ordóñez fue premiada con un ministerio del que no sabía ni pío. Y la señora Kertzman fue nombrada embajadora de Pastrana en Canadá y ratificada por su excelencia.

Así, la vida es una fiesta. Pero no sobraría saber qué piensan de todo esto las cancillerías antes las cuales nuestros elegantes delincuentes de cuello blanco deben presentarse todos los días.

[Nota: Columna que debió ser publicada el 22 de diciembre del aņo 2002 en la página de Opinión de El Espectador, que dio origen a la censura definitiva.]


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