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DERECHOS


07feb03


Habla Raimundo.


El Señor de las Moscas.

Hasta el momento, que yo sepa, nadie se ha preguntado cuál es la auténtica razón de un referendo que parece destinado a ahogarse en un océano de palabras. La respuesta es simple: mientras quienes lo apoyan, cada día más escasos, lo defienden a capa y espada con una retórica ampulosa y vacía que no le dice nada a nadie, y el liberalismo (o lo que queda del liberalismo) busca agarrarse de ese palo de náufrago para demostrar que todavía existe, y los enemigos de la fórmula se empeñan en encontrar argumentos que no hayan sido expuestos por nadie, y las organizaciones populares dicen "no" por principio, y a nuestro alrededor brotan artículos, declaraciones, entrevistas, opiniones, tesis, propuestas, análisis, disecciones, autopsias y editoriales, mientras todo eso pasa, el gobierno habla, farfulla, musita, perora, declara, grita, argumenta, expone, discrepa, aclara, precisa, percibe, barrunta, intuye, señala, indica, duda, gestiona, desmiente y disimula… y no gobierna.

Y, claro, está feliz.

Porque en este país, ya se sabe, se cambia la acción por la palabra, y el acto administrativo por el discurso, y la silenciosa tarea de gobierno por la frase de relumbrón.

Pastrana, que fue el campeón indudable del disimulo, pretendió mantenernos tres años bajo el espejismo de una paz sacada de su cubilete de mago de feria, y logró terminar un período en el que no se hizo nada pero se habló hasta por los codos.

Ahora igual.

Al fin y al cabo Uribe es una triste reedición de la barata mediocridad de su antecesor en el cargo. Y mientras las promesas electorales se quedan en eso: en promesas electorales, y la hecatombe avanza incontenible, y la pretendida juridicidad pasa por la criba de la verborrea del mininjusticia, y en un acto evidente de traición a la patria (ża alguien le importará hoy qué cosa es traición y qué es patria?), se pide a los Estados Unidos que nos invadan, y se asiste al derrumbe de las garantías civiles y de los derechos ciudadanos, y se pone a la seguridad como la llave del futuro, y se cierran los ojos ante el ALCA y ante el FMI, y se firman acuerdos a los que se les hace pistola con los dedos de los pies (el de Chapultepec es un buen ejemplo), y se amenaza, y se cierran sin compasión los mecanismos culturales supérstites, y se utiliza un lenguaje pendenciero y altisonante, y se atropellan los derechos humanos de las comunidades marginadas, y se llega a abismos impensables del conflicto en el Chocó, en el Meta, en Arauca, y se va al exterior como el representante de una extrema derecha que no tiene razón de ser en un continente que cambió a los gorilas de Argentina, a Pinochet y a Fujimori, por un Chávez que defiende su dignidad, un Lula que inaugura la suya, y un Castro que se convierte en paradigma, y se atiende el cáncer de la economía con mejorales porque a nadie le interesa detener el proceso, y se amenaza a la universidad, y se busca un colapso político, y se mantiene en los cargos más destacados de la administración a individuos señalados por su corrupción y sus artimañas, una porción de país, que no es necesariamente el país, se distrae con el blablablá del referendo, y discute si es o no es inconstitucional, y espera la decisión de la Corte, y protesta porque es muy largo, y aprende la distinción entre referendo y plebiscito, y lee a López, y apuesta, como en una gallera, si el gobierno conseguirá los votos, y teme al fraude, y hace cálculos sobre los costos, y pregunta cuánto durará un elector leyendo -y entendiendo- las preguntas, y habla de la abstención activa, y encuentra contradicciones entre lo que se dijo, lo que se hace y lo que resultará, mientras el gobierno, otra vez, regresa a un sistema de análisis de hace veinte años, y sabe que en sus manos la administración nacional adquiere una vertiente de alcantarilla, y se ríe del Congreso reducido que será el mismo Congreso de siempre, y de la lucha contra la corrupción dirigida por los eternos corruptos enquistados en sus meandros, y se reafirma en sus vicios políticos, y se frunce de hombros ante la posibilidad de que se acaben los partidos políticos, y habla, y habla, y habla, y habla, pero no gobierna, mientras el país, otra vez, o por lo menos esa porción de país que no es necesariamente el país, sabe que las consultas de hoy no tienen nada qué ver con las promesas de la campaña, y que son una burla, que el articulado es equívoco y producto de la politiquería que dice atacar, que la corrupción seguirá en sus trece, que la Corte dudará en señalar los inocultables vicios de forma, que los electores, llevados como siempre del cabestro, se limitarán a aprobar con una crucecita, sin percatarse de que precisamente ahí serán crucificados, que el gobierno quiere acabar con la política, pero, ante todo, que el régimen no va a conseguir los seis millones de votos que necesita y que, sea cual sea el resultado, ante la torpeza con que ha manejado el asunto, su imagen positiva (que entre otras cosas entró en barrena) acabará por derrumbarse. Pero no importa. Lo que importa es hablar. Y entonces habla el gobierno, y habla el país, o por lo menos esa porción de país que no es necesariamente el país, y habla Raimundo y habla todo el mundo. Mientras, afuera, el desnudo país desprotegido, el pobre silenciado país de cada día, sigue a la espera.

żA la espera de qué?
- A la espera de nada.

Porque Colombia es el país de las palabras, cosa muy distinta del urgente país de la palabra que tanto necesitamos.

En el referendo, con zancadilla a la Constitución o con abismos o llanuras entre buenos y malos, sólo se habla. Y el país, sépanlo ustedes, está hasta aquí de que nadie haga nada.

Por Fernando Garavito, El señor de las Moscas, para el Equipo Nizkor.

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Este documento ha sido publicado el 10mar03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights