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12dic03


Colombia, tierra quemada.


El mandatario de ese país estuvo en Chile y ni nos enteramos. Desde allá nos cuentan que su guerra frontal contra el narcotráfico y la guerrilla no sólo suma muertos a granel, sino que arrasa indiscriminadamente zonas agrícolas pobladas con herbicidas tóxicos. Eso es parte del “Plan Colombia” de Bush.

Por estos días visitó Chile el Presidente de Colombia, Alvaro Uribe. La ciudadanía chilena cuenta con poca información de lo que ocurre en Colombia. Sólo sabe que producen coca, que allí se encuentra el corazón del narcotráfico y que hay una guerrilla cuya lucha y reivindicaciones no se entienden. No sabe nada del enorme nivel cultural de la sociedad colombiana, de su desarrollo regional equilibrado, considerando su diversidad racial y geográfica, ni de su desarrollo político.

Tampoco sabe que desde 1978, con el activo apoyo de Estados Unidos, los sucesivos gobiernos han estado fumigando el territorio con potentes agroquímicos para erradicar las plantaciones de coca. Que ya se han fumigado más de 150.000 hectáreas de éstas y que ello ha afectado a más de 300 mil habitantes, áreas agrícolas protegidas y zonas indígenas conservadas. Tampoco que todo el país se ha convertido en un gran campo de experimentación de agentes químicos, como el Paraquat, el Triclopyr, el Tebuthuirón, el Imazapyr y la Hexaxinona, todos prohibidos en los países del Primer Mundo, aunque el agente dominante es el glifosato, herbicida de amplio espectro, no selectivo y de acción sistémica, altamente efectivo para matar cualquier tipo de planta. Que el glifosato y el roundup los producen las multinacionales norteamericanas Dow Chemical y Monsanto que tienen el monopolio de sus ventas.

Estas compañías también produjeron el agente naranja y el napalm, que destruyó gran parte del territorio vietnamita con consecuencias los vietnamitas, así como veteranos norteamericanos con malformaciones congénitas, cáncer y otras enfermedades.

En California, el glifosato se encuentra entre los herbicidas que más han producido enfermedades o daños entre los trabajadores que manipulan herbicidas y las autoridades sanitarias norteamericanas recomiendan no reingresar por un período de 12 horas en aquellos sitios donde el herbicida ha sido aplicado. Está comprobado que en Colombia ha destruido toda la agricultura adyacente no dedicada a la coca, incluidas áreas pertenecientes a territorio ecuatoriano.

Estas fumigaciones aéreas extensas, con herbicidas potentes y de amplio espectro, constituyen la base del Plan Colombia, que se complementa con 10 mil asesinatos en los últimos 10 años, 2 mil dirigentes sindicales asesinados en los últimos 4 años, 2 millones 500 mil desplazados internos, 4 millones de desplazados en el exterior, 100 mil reservistas (llamados por Uribe) y 20 mil nuevos paramilitares. La asunción al poder de Alvaro Uribe ha dado fuerza y consistencia al Plan, cuyos objetivos son “destruir el narcotráfico y el terrorismo”. Este político neoliberal, hombre de “mano dura”, está empeñado en una pronta solución al conflicto por la vía de la guerra. Se rodea de personajes como el Ministro del Interior y de Justicia, Fernando Londoño y Londoño, autor del “Estado de Conmoción” y del plan para reclutar a 1 millón de colombianos para constituir una red de informantes al servicio del Estado.

Londoño ya ha amenazado a las Cortes de Justicia y a los Defensores de los Derechos Humanos, calificándolos como asesores de la guerrilla y a los partidos ecologistas, como sociedades comunistas anónimas.

Otro personaje de la cúpula, que acompaña al “Hijo Ilustre de Santiago”, es Pedro Juan Moreno Villa, encargado de la Seguridad Nacional, de quien se dice que trabajó para Pablo Escobar en la época en que éste tenía más poder.

En esta tarea, Uribe cuenta con el total apoyo del Gobierno de Bush que también se ha propuesto, públicamente, cumplir ciertas metas con el Plan Colombia. Para el año 2003 se planteaba destruir 200 mil hectáreas de coca y 10 mil de amapola y ya ha aprobado US$700 millones para el 2004 para ampliar las regiones fumigadas y refumigar otras ya eliminadas, como el Putumayo, en la frontera con Ecuador, a través del entrenamiento a militares, y al Servicio Aéreo de la Policía Nacional.

De esta manera, Washington está complacido y así lo ha expresado a través de Robert Charles, Secretario Adjunto de Estado para Asuntos Internacionales de Narcóticos en un testimonio ante el Congreso. Alabó en su discurso la política de tolerancia cero, donde las campañas de fumigación aérea permanente constituyen un “instrumento seguro para aplicar la ley” y un “fructífero elemento disuasivo” para el cultivo de plantas psicotrópicas, independientemente de que éstas afecten a poblaciones inocentes y a los vecinos ecuatorianos.

Pero lo más importante para el Gobierno de Estados Unidos es tener el control regional, estrategia de la cual forma parte el Plan Colombia, y el control militar de la región a través del Comando Sur con las “Localidades Operativas Delanteras” que mantiene en sus bases en el Puerto de Manta, Ecuador, a 20 minutos del territorio colombiano arrasado, en el Alto Guayabo en Perú y en Curaçao. Un producto secundario ideal podría constituirlo el control del Putumayo colombiano y el costado oriente del Ecuador, área de ingreso al Amazonas, fuente invaluable para el futuro por sus reservas de agua dulce, oxígeno y petróleo.

[Fuente: Patricia Santa Lucía, diario Rebelion.org, Madrid, Esp, 12dic03]

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Este documento ha sido publicado el 14dic03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights