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03sep09
Procacidad política pagada
DIJO alguna vez el presidente Álvaro Uribe que después de ver cómo es el desayuno, uno se puede imaginar cómo va a ser el almuerzo. Y eso precisamente es lo que nos está pasando a los colombianos con la aprobación del referendo reeleccionista. Después de todas las maromas éticas, políticas y burocráticas que utilizó el gobierno en 2005 para sacar adelante la primera reelección, ¿qué podía esperarse del trámite de esta nueva iniciativa?
En un país de amnésicos como Colombia, donde un escándalo es opacado por otro más grande, el episodio de Yidis Medina y Teodolindo Avendaño no pasa de ser una anécdota; así este par de congresistas hayan sido condenados por la justicia por el delito de cohecho, y estén en la cárcel por vender su voto con conciencia y todo, para ayudar a aprobar la reforma que le dio vida a la primera reelección de Uribe.
Eso de por sí ya debió haber sido motivo más que suficiente para que el Presidente asumiera alguna cuota de responsabilidad política, pues fueron varios de sus más cercanos colaboradores quienes pactaron y conspiraron para torcerle el pescuezo a la Constitución en beneficio de Uribe.
Pero no: ni el Presidente se da por aludido, ni el resto del país se pellizca. Al primer agripado de la Nación le parece que esa primera reelección no sólo fue legítima, sino también muy merecida; y al colombiano de a pie el asunto no lo trasnocha. Al fin y al cabo, un país lleno de pobreza, con problemas de narcotráfico, desplazamiento forzoso, ejecuciones extrajudiciales, inseguridad y desempleo tiene cosas muy importantes en qué pensar, en vez de ponerse a botarle corriente a la yidis-política.
Y aprovechando ese marasmo, el gobierno se la jugó de nuevo para sacar adelante, como fuera, la aprobación de la ley que convoca el referendo reeleccionista, con nombre propio y apellido. ¿O es que alguien nos quiere hacer comer el cuento de que Álvaro Uribe echó a andar su aplanadora en el Congreso con el único fin de beneficiar a sus sucesores? Con el camino despejado, sólo un milagro, o una grave enfermedad, lo harían desistir de un tercer mandato.
Lo que no sabemos, y no lo sabremos sino cuando ya sea demasiado tarde, es cómo se fraguó y cuánto costó la sombría maniobra que culminó el martes con la conciliación del proyecto de referendo en la Cámara de Representantes. El proceso que se adelanta contra el senador Alirio Villamizar, quien tenía en su residencia mil millones de pesos en efectivo, puede ser apenas la punta del iceberg de todo lo que se negoció tras bambalinas para 'fortalecer la participación ciudadana'.
Todo esto causa urticaria. Y lo más triste, lo más doloroso, es que nos lo presentan como un proceso transparente; como si hubiera sido una gran fiesta democrática. ¡Guácala!
Punto aparte. Si la columnista María Isabel Rueda reconoce que a Uribe le fue mal en la reunión de Bariloche, debe ser porque la cosa resultó desastrosa.
[Fuente: Por Vladimir Flórez, El Nuevo Siglo, Bogotá, 03sep09]
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