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20ago02
Cocaína.com.co: Cartel de tecnología toma control del narcotráfico
Por Fabio Castillo
Hace diez años todo lo que se necesitaba para traficar con droga era tener un avión para transportar cocaína y alquilar un político que prestara la cobertura legal. Ahora, además de eso, se debe adquirir un teléfono satelital binario, un sofisticado localizador que identifique señales de radar y conocer uno de los cien broker que manejan la secreta y compleja red de la Bolsa del Mercado Negro del Peso, prácticamente la única forma segura de lavar los dólares procedentes del narcotráfico.
La respuesta de los carteles colombianos y mexicanos de la droga al nudo corredizo que tienden las autoridades de varios países sobre su cuello ha sido la adquisición de tecnología de punta con la cual librarse de ese cerco jurídico. La aplicación de la llamada "lista Clinton", que excluye del mercado financiero a quien aparezca mencionado allí, y la multiplicación de radares frente a las costas colombianas han provocado una reorganización en esos clanes.
El resultado es una compleja estructura formada por ingenieros que manejan y asesoran en el suministro de tecnología de punta para codificar mensajes y buscar fuentes sofisticadas de transporte de droga y lavado de dinero, y que, junto con un veterano miembro de los carteles de la cocaína, se han convertido a lo largo del último año en el centro de control del narcotráfico en Colombia, según concluye un reciente informe sobre la situación del narcotráfico en el hemisferio.
Fuentes de inteligencia consultadas por este semanario aseguran que el cartel tecnológico estaría a cargo de José Nelson Urrego Cárdenas, el hombre a quien la justicia dejó en libertad provisional hace un año.
A raíz del hallazgo de un submarino en construcción en un taller a una hora de Bogotá, las autoridades empezaron a explorar una nueva vertiente de investigación en el narcotráfico: la de la incorporación de alta tecnología en las comunicaciones, el transporte y hasta en la producción y mimetización de la cocaína y la heroína.
Dos años de investigación conjunta de organismos de inteligencia de Colombia, Estados Unidos, Italia y Holanda, principalmente, han permitido identificar la existencia de un cartel que administra tecnología, y que en la práctica se ha convertido en el cartel de los carteles, porque maneja el predominio sobre las rutas de contrabando de cocaína y heroína, cuya producción, se estima, se ha duplicado en el último año, por el alto rendimiento de su precio.
"La tecnología cuesta dinero, y Urrego siempre lo tiene disponible", dijo un agente de la inteligencia consultado por este semanario, quien coincidió con las investigaciones que señalan a Urrego como el cerebro de esa reciente organización.
Una organización blindada.
Para la Policía colombiana, Urrego no es un desconocido: de 48 años y nacido en Versalles (Valle), es propietario de una cadena de hoteles, tres firmas inmobiliarias, seis edificios y diez fincas. Hay evidencias de que lo muestran como enlace en operaciones de lavado de dinero para organizaciones tan antiguas como la de Barranquilla, que manejaban los Nassar David; Bogotá, que servía a Efraín Hernández, y Cali, de los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela.
Según reportes conocidos por este semanario, Urrego manejaría la red de comunicaciones del jefe del cartel del Norte del Valle, Arcángel Henao Montoya, cuya organización ha sido virtualmente impenetrable para las autoridades. "Manejan una nueva modalidad de teléfono digital binario, cuya frecuencia cambia cada 15 segundos. Uno puede tener el número y hasta la frecuencia, pero si no se posee el código de la comunicación, sólo se escuchan timbres en puntos y rayas, como en el sistema Morse clásico", dijo un investigador que lleva varios meses siguiéndole el rastro a la organización. En un "sanandresito" se consigue esa clase de teléfonos hasta en mil dólares.
"Mientras ellos usan teléfonos satelitales, nosotros seguimos con las mismas máquinas de escribir de mediados del siglo pasado", se quejó un juez veterano en investigaciones de los carteles.
Cuando Urrego fue detenido en cercanías a Medellín, en febrero de 1998, se descubrió también su red de comunicaciones, que tenía una estación cerca de la finca donde fue capturado. Días más tarde se identificó su sede en Bogotá. Funcionaba en un bodega en el norte de la capital, donde operaba una antena retráctil que alcanzaba una altura de unos 12 metros, y que sólo se extendía cuando iba a emitir señales.
En la central operaban 12 computadores conectados en red, controlados por un poderoso computador central (mainframe), que transmitía información continua a 12 carros en movimiento, en un área de alcance de hasta cinco kilómetros.
La Bolsa del Mercado Negro.
Cada vehículo iba equipado con un computador, en comunicación inalámbrica con la red central, y que a su vez recibían o emitían informaciones a 50 radioteléfonos, en una red que era mantenida por ocho estaciones repetidoras en distintas partes de la ciudad.
"La red sólo operaba cuando todos los vehículos estaban en movimiento, y por un tiempo previamente acordado", explicó uno de los oficiales que actuó en la operación de desmantelamiento de la antena. "Tan pronto se iniciaba la intercomunicación, empezaba una labor endiablada, con llamadas simultáneas entre Bogotá, Cali Medellín, Buenaventura y Miami, y donde se disponían los pagos de cocaína en dólares y el cambio de esta moneda por electrodomésticos, que se exportaban a Bogotá", agregó.
En la base de la antena había una rueda electrónica de control de comunicaciones, que en su momento era imposible de interceptar, por la tecnología que empleaba, más sofisticada incluso que la costosa que mantienen los bancos para garantizar la privacidad de las transacciones con sus sucursales y su red de cajeros. El sistema más pequeño de seguridad que maneja una cooperativa financiera para preservar comunicaciones en Colombia no cuesta menos de US$2,5 millones.
Esa especie de bolsa del mercado negro, creen los investigadores por los rastros dejados en los computadores, se interconectaba además con una página de internet, de apariencia normal, pero que pedía una clave para su ingreso. Tan pronto se la tecleaba, la página daba paso a una nueva pantalla en la que se podían ofertar existencias de cocaína en Colombia o de dólares en las caletas de los Estados Unidos. Por correos electrónicos encriptados se hacían las transacciones en la misma página, como sucede en un sitio de conversación o chat.
Pero desde hace por lo menos cinco años, el Gobierno de los Estados Unidos maneja un programa de control del correo electrónico, Carnivore, que intercepta y duplica mensajes que circulan por el ciberespacio con determinadas palabras.
Gracias a la confianza con que manejaban esa página, las autoridades de inteligencia lograron descubrir una cadena de droguerías, que se inicia en México y termina en Perú, pasando por Colombia y Ecuador, y que cuenta con sucursales en Chile y Argentina, empleadas para lavar dinero bajo el amparo de operaciones de comercio internacional que justifican movimientos de divisas.
En por lo menos dos ocasiones los investigadores detectaron movimientos de dinero que se cree son de propiedad de las Farc, lo que ha ocasionado la apertura de otra línea de investigación. Fuentes cercanas a estas indagaciones aseguran que ya se han congelado por lo menos dos de esas cuentas corrientes del dinero guerrillero, con unos US$15 millones en depósitos en los Estados Unidos.
Pero los avances no son sólo en las telecomunicaciones.
El pasado 11 de junio, la Aduana de España, en Barcelona, inició una de las labores más complejas que ha experimentado: descubrir cómo iban camuflados 500 kilos de cocaína en un cargamento de bolsas plásticas. En una primera inspección pasó la prueba, el material respondía a sus propiedades, en el interior de las bolsas no se encontró nada, y hasta el examen químico del ácido que se transforma en azul cuando hay droga dio resultados negativos.
Los agentes confirmaron con los informantes la existencia del cargamento, y sus fuentes lo ratificaron. En el cargamento que había llegado a Madrid procedente de Venezuela iba la droga. Volvieron a su labor de inspección, y por fin descubrieron la clave: la mezcla de las bolsas consistía en un 70% de policloruro de vinilo (PVC) y apenas un 30% de cocaína.
Los avances no sólo consisten en las formas de camuflar los cargamentos de cocaína. Desde hace dos años, los investigadores han descubierto en Colombia por lo menos cinco laboratorios donde los carteles procesan sus propios precursores químicos.
Para-laboratorio.
El laboratorio más sofisticado se encontró en Bogotá, en una bodega arrendada por un señor Édgar Lozano, y que estaba en capacidad de producir hasta 13 toneladas mensuales de precursores químicos necesarios para refinar cocaína y heroína, que son casi los mismos productos. A principios de este año, se descubrió, en un campamento del jefe paramilitar conocido como El Águila, Luis Eduardo Cifuentes, un laboratorio montado en las montañas de Yacopí, en Cundinamarca, capaz de producir por medios rústicos hasta una tonelada de un químico (ver foto).
Pero producir químicos en sí mismo no es un delito sino una contravención administrativa. Esa misma fue la razón por la cual los tres ingenieros italianos y los dos rusos que construían un submarino en las afueras de Bogotá quedaron en libertad, luego de salir en la primera página de los periódicos.
En el kilómetro 30 de Bogotá hacia Facatativá se encontró un submarino en construcción, con piezas que había comprado en el Japón el ciudadano norteamericano Steve Smith. Sus cómplices eran los holandeses Marinus Van Kiut y Krishnapersad Jagernath, asesinados más tarde en Fusagasugá.
Uno de los ingenieros rusos vive ahora en Buenaventura, casado con una colombiana. El estadounidense regresó a su país sin problemas.
Tampoco es delito la otra actividad dispendiosa de los carteles, la de rastrear las huellas de los radares que controlan las fronteras aéreas del Caribe. El sistema consiste en volar en una avioneta para localizar los "agujeros negros" de los radares, por dónde colarse sin ser rastreado. Esa es una ruta.
Un aparato detecta el final de la señal del radar y en otro se graban las coordenadas por las cuales se pasa sin ser detectado. Este aparato, un posicionador o GPS, que tiene la ruta en su memoria, se vende en el mercado por unos US$100 millones.
Los grandes supermercados.
"Diariamente salen de Colombia decenas de vuelos con destino a Haití. Todos sabemos que su actividad es 'marcar' rutas, pero técnicamente no es delito", dijo un investigador.
La alta tecnología se usa principalmente para el lavado de dinero. Existe una red formada por unos 100 "comisionistas" de la bolsa del mercado negro del peso, que intercambian en Miami dólares del narcotráfico por electrodomésticos, ropa y computadores, que se exportan y pagan en Colombia en pesos con un cambio inferior en un diez por ciento al de la cotización del mercado.
"Es un círculo muy exclusivo, del que sólo forman parte colombianos, y que viven en contacto permanente por medios sofisticados, para advertir si se descubre alguna de sus operaciones. Son versátiles, cambian casi al instante de frente, y manejan un mercado clandestino que supera los cien millones de dólares al mes", dijo un investigador del sector.
"En este momento una investigación involucra a tres grandes cadenas de supermercados", por operaciones con esa red de intercambios, dijo una fuente en los Estados Unidos.
"La tecnología se combate con inteligencia" y ese será el escenario de la nueva batalla contra el tráfico de drogas. La multiplicación de equipos sofisticados y de agentes de inteligencia, que buscarán anticiparse a lo que el dinero puede pagar, la tecnología de punta que se produce en los países más avanzados del planeta.
[Fuente: Diario El Espectador, Bogotá, Col, 20ago02]
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