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30jul07
La "Cruzada" por los paras
Por María Jimena Duzán
Probablemente muchos colombianos no avizoran aún el impacto demoledor que puede tener la cruzada nacional iniciada por el presidente Uribe, dirigida a transformar a los 'paracos' en delincuentes políticos.
Pero para colombianos como yo, esta cruzada es una vergüenza nacional. Eso de ver a un presidente jugándose a fondo por los 'paras', defendiendo a unos criminales que han dejado una estela de víctimas, invisibles en la sociedad y menospreciadas por sus victimarios, puede ser un acto audaz para muchos, pero a mí me parece un suicidio. Y si este mismo Presidente, estirando las fronteras éticas de un gobernante, decide no solo ponerse abiertamente del lado de los 'paras', con el propósito espurio de cumplir una promesa pactada con dicha mafia a espaldas del país -así lo afirma Báez-, sino que de contera se va en contra de la institucionalidad que representa la Corte Suprema de Justicia y sus fallos, y trata de arrinconarla señalándola como la responsable de que la Ley de Justicia y Paz esté atollada, no estamos precisamente ante un acto democrático, aunque así nos lo quieran mostrar: estamos ante una debacle institucional.
No dudo de que en esta polarización muchos colombianos tomen partido a favor del Presidente y de los 'paras'. Yo, por mi parte, lo tomo por la Corte Suprema de Justicia y asumo su defensa con la misma convicción con que el Presidente aboga por la reputación de los 'paras'. Sería el colmo que, encima de todo, la Corte Suprema termine convertida en la mala del paseo, cuando el que está caminando sobre piedras calientes es el Presidente. Al fin y al cabo, es él y no la Corte quien está buscando a como dé lugar el estatus político para unos 'paras' que hasta hace unos años eran narcos fatutos interesados en pedir el estatus político como vía para evitar la extradición y de aspirar a los cargos públicos. Lo curioso es que antes los presidentes les negaban esa petición, por considerarla improcedente. Hoy, Uribe es el que aboga por ella. (Y después dicen que en Colombia no pasa nada).
Pero, además, ha sido el Presidente, no la Corte, quien ha buscado en más de una ocasión la excarcelación de sus copartidarios presos por cuenta de las investigaciones que en buena hora inició la Corte Suprema de Justicia y que pusieron al descubierto las fuertes relaciones entre los 'paras' y la clase política regional del país. Y lo ha hecho sin sonrojarse, como todo un varón.
Y ha sido el Presidente quien ha esbozado la tesis peregrina de que los parapolíticos son en su gran mayoría víctimas de las Auc y que estas prácticamente los conminaron a enriquecerse, a trastear votos y a resultar elegidos en contra de su voluntad. La Corte se ha limitado a actuar como corresponde y, gracias a estas pesquisas, el país ha conocido alguna verdad sobre la magnitud de los tentáculos del paramilitarismo en el país. Si las cosas no estuvieran tan enredadas en Colombia, el Presidente debería estar del lado de la Corte, no de los 'paras'. Debería estar exigiéndoles más compromiso por la verdad y por la reparación, en lugar de andar haciendo lobby por ellos.
Si algo hay que reconocerle al presidente Uribe es que en su gobierno los 'paras' han sufrido un cambio de imagen aparentemente exitoso que convencería hasta a la implacable Diana Neira, la gurú de la estética. Primero convenció al país de que los paramilitares no eran ni asesinos ni narcotraficantes, sino héroes de guerra, a quienes les tocó defenderse de las Farc, en virtud de que el Estado nunca lo hizo, cuando en realidad para nadie era un secreto que el fenómeno del paramilitarismo había crecido de la mano de los primeros narcotraficantes que asolaron a este país, como Pablo Escobar y Rodríguez Gacha. Ahora, el Presidente nos quiere convencer de que estos 'paras', desnarcotizados por arte de magia, ya no son héroes de guerra, sino alzados en armas que se han rebelado contra el Estado por razones altruistas. Solo falta que nos digan que el saqueo al erario público en beneficio propio y el despojo de tierras a los campesinos forman parte de su ideal de cambio.
[Fuente: Por María Jimena Duzán, El Tiempo, Bogotá, Col, 30jul07]
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