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12abr06


El escándalo del DAS debe aclararse.


Las revelaciones de las revistas Semana y Cambio de hace diez días y las de Semana nuevamente anteayer con respecto a los hechos escabrosos que se habrían dado en el DAS, parecen increíbles en un país como Colombia, que mal que bien, se supone es una democracia funcional, aunque imperfecta y en muchos aspectos, incipiente.

Siquiera la posibilidad de que en el DAS se fraguaran asesinatos de activistas colombianos y magnicidios en países vecinos, como el del Fiscal de Venezuela, Danilo Anderson, parecerían propios de novelas policíacas y de espionaje, nacidas de una imaginación febril.

Es común aquí y en cualquier país que una institución cualquiera tenga algunas manzanas podridas, pero que la entidad investigativa adscrita a la Presidencia de la República –como lo es el DAS- dispusiera operativos de escolta y de transporte para jefes paramilitares es inconcebible, como lo es que se hubiesen cometido supuestos fraudes electorales de la magnitud de los que se habla.

Cuando hechos tan terribles como los que se supone han sido protagonizados por el DAS suceden sin que se conozcan a ciencia cierta a sus responsables, de inmediato se viene a la mente la imagen de personajes oscuros, de rostros cruzados por cicatrices y cuellos de chaquetas volteados para esconder caras aptas apenas para las penumbras, y no figuras de apariencia casi infantil, por no decir de querubín, como la del ex director del DAS, Jorge Noguera, cuya pinta da para que pudiera ser el vecino bonachón y sanote de cualquier colombiano.

La enormidad de las denuncias obliga a los entes de control a realizar –y concluir- las más detalladas investigaciones, que por supuesto le convienen en primer lugar a todos los señalados en el testimonio del testigo estrella, un funcionario también bajo investigación y que es la fuente del escándalo desatado.

Como quien no quiere la cosa, flota en el ambiente la duda con respecto a todo lo dicho y el grado de conocimiento que pudiera tener el presidente Uribe. Ya un candidato presidencial le pidió la renuncia y otro cuestionó la legitimidad de su elección y de la democracia colombiana.

No es casualidad, naturalmente, que este escándalo haya estallado durante una campaña por la Presidencia, con el candidato presidente encabezando de lejos las encuestas a pesar de la encarnizada oposición. Si apenas una fracción de las acusaciones fuesen ciertas, es probable que el famoso "efecto teflón" mediante el cual todo le resbala al Presidente llegue a su final.

Es imperativo que todas las acusaciones se prueben o se desmientan cuanto antes, ya que aunque está en juego el resultado de las elecciones, importa mucho más el enorme poder destructivo que la incertidumbre ejerce sobre la credibilidad de Colombia y de sus instituciones dentro y fuera de sus fronteras, y que se carcoma así su democracia.

[Fuente: Editorial, El Universal, Cartagena, Col, 12abr06]

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