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14oct12


Viaje a las fronteras invisibles de la comuna 13


Las coloridas fachadas de las casas del barrio Las Independencias contrastan con la realidad de sus ocupantes. En el corazón de la comuna 13 de Medellín se vive y respira algo que se presenta como cosa del pasado en las series de televisión.

En las escaleras de concreto y las eléctricas, en las empinadas calles y las terrazas de los 18 barrios, niños de 13 y 14 años están alerta ante cualquier movimiento. Parecen estar sumergidos en un juego de buenos y malos, pero las pistolas, escondidas en las pretinas de sus escurridos pantalones, terminan siendo el fatal polo a tierra de su cotidianidad. (Lea: Escaleras eléctricas, el regalo para la comuna 13 de Medellín).

Muchos de ellos son llamados los hijos de la operación Orión, por haber nacido de las relaciones que surgieron entre mujeres de la comuna y policías y militares que se desplegaron en la zona (como lo publicó El Colombiano en febrero pasado); o por ser parte de una generación que creció en medio de la transición de dos grupos armados que dominaban en estos barrios: guerrilla y paramilitares.

Precisamente, la polémica operación militar se lanzó para frenar el avance de las Farc y el Eln en los barrios altos de Medellín. "La mostraron como la solución para sacar a las milicias, pero el fondo de la operación fue reemplazar a un grupo por otro. Nosotros lo vivimos así", asegura una de las líderes comunales.

Y es que después de la ofensiva que se dio entre el 16 y el 20 de octubre del 2002, los 'paras' de 'don Berna' se apostaron en cada esquina de la comuna 13. Sus habitantes pasaron de los fusiles de guerrilleros a los del bloque 'Cacique Nutibara', y luego, tras su desmovilización en noviembre del 2003, llegó el poder de la llamada 'oficina de Envigado'. El caldo de cultivo y la carne de cañón siempre han sido los jóvenes de las bandas, ahora conocidas como combos.

El Centro de Memoria Histórica documentó, en la investigación 'La huella invisible de la guerra', cómo el conflicto armado generó uno de los desplazamientos urbanos más grandes del país en la comuna 13. Pero también, cómo no hay un punto de quiebre porque "se sigue trabajando, reconstruyendo y haciendo memoria en un escenario de guerra".

A pesar de la reducción de homicidios, que, según las cifras de la Policía, pasaron de 195 en el 2011 a 123 este año, cada vez son más los jóvenes que hacen parte de las bandas. "De nosotros se acuerdan cuando cumple años la Orión. El resto del tiempo solo nos mencionan para decirle al mundo que somos la escoria de Medellín", asegura el líder de uno de los combos.

Él y sus parceros viven de la extorsión que hacen a diario. Para ellos es indiferente si la famosa acción armada sirvió o no. "Aquí no se siente eso, simplemente seguimos con las mismas necesidades, los mismos problemas, y usamos los mismos fierros para defendernos". Y cuando se refiere a "defendernos", en un arrebato de confesión, relata una asombrosa historia digna de un guión de cine, pero que no cuenta en los balances de la Fuerza Pública.

Secuestrados en su barrio

"Nosotros estábamos quietos, íbamos al colegio, estábamos sanos, pero el combo del barrio vecino empezó a llevarse a los pelados y a enfierrarlos (darles armas). Hicimos resistencia para no dejarnos meter, pero empezaron a matarnos. Nos tocó organizarnos para enfrentarlos, y ahora defendemos cuatro cuadras. No podemos salir de aquí porque nos matan...".

La mitad de este combo no conoce el metrocable, tampoco las escaleras eléctricas, y mucho menos el resto de Medellín. La ropa la encargan con alguien conocido, y desde la tienda, que es su 'oficina', vigilan la cancha de microfútbol, que es la frontera de su territorio. Están prácticamente secuestrados en su propio barrio.

La comuna está llena de pequeños muros de Berlín invisibles. Fronteras que los combos trazaron y que impiden que familias enteras se puedan ver o hablar, porque cruzar la calle es una sentencia de muerte. En ese trajín de guerra urbana, las niñas y las adolescentes llevan la peor parte.

El trabajo 'sucio'

"¡Maritza, Maritza!". El grito lo da el centinela de la cuadra, otro niño que alerta sobre la presencia del Ejército. El nombre de mujer es la clave para esconder las armas o la droga. La patrulla llega sorpresivamente y lo único que alcanza a hacer uno de los jóvenes es esconder la pistola debajo de la blusa de la niña de 9 años que tiene al lado.

Ella es el 'carrito' (la mensajera) de la banda. Y su hermana, de 11 años, es una de las 'grillas' del grupo. ¿Por qué les dicen así? "¡Fácil!", responde otro de los pequeños pandilleros: "Brinca y brinca por todos lados... Ya casi todos nos la hemos gozado".

Llega la noche y en otro extremo de la comuna los muchachos del combo se preparan para la rumba, que también será en el único local al que pueden ir. Con tono agresivo, dicen que si los periodistas quieren hablar con ellos tienen que regresar al día siguiente, pero muy en la tarde porque al mediodía aún estarán borrachos.

Y después de pasar esa resaca se dedicarán nuevamente a lo suyo: cobrar la extorsión por transitar por una cuadra, usar las escaleras, circular en moto o cicla, o por la fiesta de 15 años que don José le quiere hacer a su hija. El combo es la 'seguridad' del barrio, pero al mismo tiempo la amenaza.

Para el general Yesid Vásquez, comandante de la Policía Metropolitana, el problema social supera el de seguridad. Lo mismo opina el secretario de Inclusión Social de Medellín, Héctor Betancur, quien destaca la oferta educativa que tiene la Alcaldía y el poco interés de los jóvenes por aprovecharla. "El narcotráfico es un virus que se metió aquí y ahora mutó. Lo vemos en esas calles", agrega Betancur.

El futuro no parece promisorio para estos niños y jóvenes, pero las líderes comunales, las mujeres que ya perdieron a su hijos y se la juegan ahora por ellos, creen que algún día todo será diferente. "Por ahora, seguiremos restándole niños a la guerra", dice una de ellas.

Siguen militarizados

La Fuerza Pública hace presencia con la PM (Ejército) y la Policía Metropolitana. La situación de la comuna es tan álgida, que 10 años después sus calles siguen militarizadas. Y a pesar de que las cifras de homicidios han disminuido, según la Policía, la problemática radica en otro factor. Así lo reconoce el secretario de Inclusión Social y Familia de la Alcaldía de Medellín, Héctor Fabián Betancur: "El reto es fortalecer la familia. No hacemos nada con llevar programas si no hay ambiente protector para los jóvenes".

La polémica operación Orión

La acción militar dirigida por el general (r. ) del Ejército Mario Montoya, en octubre de 2002, en la que participaron más de 1.000 hombres, contó con apoyo de la Policía, el CTI, la FAC y el DAS. Las acciones se concentraron en los barrios Belencito, El Corazón, 20 de Julio, Las Independencias y El Salado.

La operación dejó un civil, 4 militares y 6 guerrilleros muertos; más de 100 heridos, y 240 detenidos.

En las versiones de Justicia y Paz, los 'paras' han señalado que la operación se hizo con apoyo de las Auc.

[Fuente: Por Jineth Bedoya Lima, enviada especial, El Tiempo, Bogotá, 14oct12]

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