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20mar10


Palabras del Presidente de la ACP en el sepelio de Clodomiro Castilla


Palabras del Presidente de la Asociación Cordobesa de Periodistas, ACP, Jorge Otero Martínez, en las honras fúnebres del periodista Clodomiro Castilla Ospino, sepultado el pasado domingo 21, en Montería.

Los autores intelectuales que mataron a Clodomiro Castilla Ospino parece que, además de acabar con su existencia, también buscaban borrar cualquier vestigio de su imagen, para que todos justificaran el crimen. En ciertos medios, sobre el cadáver, se echó un baldado de inmundicia, como para poner a pensar a la gente desprevenida que "bueno, no se perdió gran cosa. Si es así, se lo tenía merecido". Es un mensaje claro y fuerte para quienes quieran enfrentarse al poder macabro de la corrupción en altos niveles.

Yo creí que con la muerte de una persona cesaban odios y rencores, pero parece que a Clodomiro lo perseguirán más allá de la tumba.

No era necesario que al muerto se le restregara su pasado, pues él mismo lo había hecho en dos crónicas escritas por mí, publicadas en El Meridiano de Córdoba. También lo ventiló en un programa televisivo de Nortevisión. En ellas narraba los horrores del mundo de la droga y su gran esfuerzo personal para lograr su recuperación, por allá en 1999.

La entereza que tuvo para reconocer sus errores y decir la verdad es la que le falta a muchos de los auspiciadores del paramilitarismo y testaferros que hoy fungen como prohombres pero que desde su solapamiento siguen en las mismas. Así nunca tendremos paz. Sólo lograremos una tranquilidad armada. Un apabullamiento de quienes como Clodomiro quieren contar la verdad y denunciar la corrupción a todos los niveles.

Pero en un país donde el sistema judicial, en su mayoría, es tan corrupto como las personas denunciadas, no pasará nada. Y no pasará nada porque la justicia, en la mayoría de los casos, actúa como una vulgar prostituta que se vende al mejor postor.

Ya lo que falta es que los fallos, en ciertas cortes, aparezcan en bolsa de valores y se dé a conocer, en unos indicadores diarios, según la naturaleza de los mismos.

Ningún autor intelectual caerá. Ni pasará nada. Acaso alguien se gane una recompensa de $50 millones por delatar a un triste sicario, si no es que a este lo recogen antes para deshacer el rastro hacía los verdaderos autores, quienes aún deben estar festejando la eficacia del encargo.

En un país donde se cacarea la efectividad de una Seguridad Democrática los periodistas y ciudadanos comunes caen como moscas, y entonces me pregunto: ¿Seguridad Democrática para quiénes?

Como muchos seres humanos, Clodomiro tuvo errores. Como periodista a veces tuvo pifias. Como amigo, a veces tuvimos diferencias, pero él era un hombre que reconocía sus errores y sabía pedir perdón. Su personalidad fue muy controvertida, pero yo le achaco su prevención y ariscamiento a sus largos años en un submundo donde el ser humano sobrevive por pararse firme y no dejarse dar.

Pero esos defectos sólo se veían en él porque no era pudiente perverso. En estos las taras se vuelven gracias, el robo se disfraza de sagacidad, el chantaje toma la forma de actividad comercial lícita y el asesinato aleve es defensa propia.

Clodomiro quiso salir del fango en el que medró durante sus mejores años y validó su bachillerato, retomó las riendas de su bronco periodismo y veló por los suyos, aún en medio de conflictos sentimentales.

Como periodista investigativo fue uno de los mejores en Córdoba. En medio de su vida conflictiva era un niño grande que se maravillaba con las cosas más nimias. Hacía colecciones de llaveros, de relojes y otros objetos rebuscados en los baratillos de Montería.

Era un guerrero que heredó su actitud de luchador callejero de su vida oscura. Era amigo pero con cierto celo que a veces lo volvía intolerable. Pero muchos convivimos con él. Lo entendimos y hasta lo reprendimos muchas veces.

Nada justifica la muerte de este compañero y sólo nos resta remitirno a la justicia divina para que un día los determinantes de su crimen sientan vergüenza de acallar con balas la voz de la verdad y la justicia.

Que brille para él la luz perpetua.
Que brille para la sociedad la justicia pronta y oportuna.
Adios, amigo. Ruega desde el cielo por nosotros.

Montería, 20 de marzo del 2010.


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