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31jul11
Agro Ingreso Seguro, una plataforma política
No es fácil juzgar al exministro Andrés Felipe Arias. No se trató de una operación de enriquecimiento individual al estilo de los estafadores de la Dian o de las maniobras financieras de los hermanos Nule. No aparecen lujosas mansiones, ni aviones, ni abultadas cuentas personales a nombre de Arias y de los funcionarios que lo acompañaron en esta defraudación del Estado. De ahí que la frase "No se robó un solo peso", con la cual su jefe y mentor trata de defenderlo, tiene algo de cierto.
Pero la fiscal Viviane Morales encontró el hilo para desenredar la madeja. En audiencia de imputación de cargos dijo: "Todo permite inferir que utilizó el programa AIS como plataforma política para su programa presidencial". Es una visión certera del móvil y eso es fundamental en la investigación de un delito. No se trataba de llenar los bolsillos de dinero, sino de satisfacer las aspiraciones de poder.
De ahí que la fiscal se dedicó a rastrear el camino que siguieron los dineros del Estado hasta convertirse en un tributo a la campaña de Arias a la Presidencia de la República. Descubrió que el primer paso fue diseñar un ambicioso programa de subsidios para agricultores; el segundo, contratar la asesoría de una entidad extranjera que le permitiera manejar a su antojo la asignación de estos recursos, y el tercero, crear los mecanismos para recibir las contribuciones económicas de algunos de los favorecidos por estos subsidios.
No fue fácil advertir la trama ni será fácil probarla. Los subsidios son una necesidad imperiosa tanto para los pobres como para los ricos del campo, aun más, ante la eventualidad de un Tratado de Libre Comercio, el programa era de una pertinencia indiscutible. El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura no despertaba suspicacias por su tradición en asesorías científicas y técnicas. Y las contribuciones llegarían a través la Corporación Colombia Cambió sin nexos evidentes con la campaña de Arias.
Pero las indagaciones de la Fiscalía dejan ver el lado oscuro de esto. El contrato de asesoría es a todas luces ilegal; el ministro tenía el control pleno de la asignación de los recursos y los orientó en buena parte hacia posibles donantes o soportes de la campaña presidencial; la relación entre Beatriz Uribe, ayer gerente nacional de la campaña de Arias y hoy ministra de Ambiente y Vivienda, con la Corporación Colombia Cambió, recolectora temporal de contribuciones, es evidente. Estas imputaciones convertidas en pruebas sólidas pueden servir para condenar a Arias.
Ahora bien, tirando del hilo encontrado por la fiscal general, los analistas podemos ir mucho más lejos. Es un potosí lo que podemos descubrir del proyecto político de Álvaro Uribe Vélez si examinamos con lupa lo hecho por el ministro y el Ministerio de Agricultura a lo largo de los dos mandatos.
Uribe convirtió el Ministerio en un protagonista de primera línea en la vida nacional; le multiplicó los recursos, tanto que el solo proyecto AIS tuvo a su cargo 3,5 billones de pesos; lo llevó a catapultar la siembra de palma africana, que pasó de 65.000 hectáreas a más de 800.000; dispuso un importante apoyo para grandes ganaderos, floricultores, azucareros y otros sectores; impulsó la aprobación de la ley de saneamiento de la propiedad agraria que permite legalizar las tierras después de cinco años de posesión. Quería corresponder al respaldo que estas fuerzas le brindaban y construir con ellas una indestructible relación estratégica.
En el año 2008 ya era claro que Uribe esperaba de estos sectores empresariales del campo un apoyo especial para su segunda reelección o, en su defecto, un respaldo crucial para Andrés Felipe Arias, que se había perfilado como su plan B para mantener el poder. Fue en ese año cuando se multiplicaron los subsidios y decidieron saltarse todas las barreras legales.
¿Que hay detrás del crecimiento asombroso de la palma africana, de la legalización de tierras y de la gran inversión en sectores pudientes del campo? ¿Qué fue transparente y qué no? Son investigaciones por hacer.
[Fuente: Revista Semana, Bogotá, 31jul11]
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