Muertos en Falsos Enfrentamientos
Patricio Sobarzo

Patricio Sobarzo

Compañero y padre. Profesor y poeta. Amigo y luchador".
Asesinado la noche del lunes 2 de julio de 1984, por agentes de la
Central Nacional de Informaciones, CNI, en Santiago de Chile.

El hijo

¿Cómo se lo diré a Simón Ernesto?

Han transcurrido 11 meses desde este fatídico 2 de julio de 1984, siempre tan latente como también preocupante, por el cómo le contaré a mi nieto todo lo que fue su padre: su infancia, adolescencia, el ejemplar hijo y, sobre todo, el luchador social, que se rebela ante las injusticias.

Mientras entretengo en el columpio, no sin cierta satisfacción e íntimo orgullo, a nuestro nietecito, hermosa herencia que dejara Patricio, nuestro único hijo varón, me hago múltiples interrogantes, que trato de pulir, de acuerdo a mi experiencia. ¿Cómo se lo contaré, para no sembrar en su alma la semilla de la venganza, sino la de la justicia, la semilla del amor y no de la humillación, la semilla de la lealtad y de la hidalguía, para ocultar intereses mezquinos? En resumen, y haciendo honor a la verdad, que al hacer honor a la memoria de nuestro Patricio, hacer de su hijo la persona que él tenía proyectado educar y que me confidenciara, lleno de ilusiones, durante el breve tiempo que fue padre de su querido Simón.

En forma maquinal, casi por instinto, doy impulso al columpio del nieto, porque mi pensamiento retrocede hacia el año 1952. Me distraigo brevemente observando cómo brillan, al sol de febrero, los cabellos del niño, quien en su inocente satisfacción del juguete, me hace el mejor regalo a que podría aspirar: su sonrisa, que es para mí la de Patricio, trasladada en el tiempo.

Lebu, en el corazón del Arauco indómito, cuna de inspiración de don Alonso de Ercilla y Zúñiga, fue el lugar donde, por primera vez, nuestro querido hijo aspiró los aires impregnados del valor de la raza araucana, y quizás si esos aires inyectaron en su alma, el valor por la verdadera justicia social.

En vísperas del dieciocho de septiembre, había engalanado mi negra locomotora a vapor, para lucirla en el viaje del siguiente día, lo que no pudo concretarse ya que mi compañera sentía los síntomas, ya conocidos, de este, su segundo alumbramiento. Qué importaba no salir a lucir la locomotora, cuando iba a tener la incomparable satisfacción de estar presente a la llegada del hijo.

Cuántos proyectos y anhelos se van forjando en tomo a los hijos. No importan sacrificios, porque estos son inherentes a los trabajadores que luchan por el bienestar y el futuro de ellos. Nada se les regala; es mejor así, porque se aprende a valorar en su amplitud, el resultado del sacrificio compartido con la esposa, esfuerzos que, con el correr de los años, nuestro hijo expresara en múltiples formas..

Vaya como botón de muestra este sencillo gesto, y breve frase, que demostraba la calidad humana de Patricio. Se hallaba en casa, de vacaciones, el año 1983. Al pasar a mi lado, me tomó de los hombros y me acarició los cabellos, al mismo tiempo que me decía: '"mi querido viejo..." ¿Cuáles serían los múltiples sentimientos que albergaba en su alma, que tanto él como yo, y sin mediar palabras, lloramos abrazados, en silencio, como lloran los hombres? Se dice que 'los hombres no lloran", pero considero que este dicho tan popular debe tener excepciones, pues el amor filial y el paternal encierran tantas emociones, que llegan momentos como éstos, en que las palabras no pueden decirlo todo y es el llanto silencioso el que rubrica sentimientos difíciles de expresar.

Mi trabajo en Ferrocarriles nos obliga a continuos traslados, lo que sirvió para que el hijo se fuera dando cuenta, gradualmente, de los sacrificios que cuesta ganar el pan cotidiano.

San Rosendo, 1953 a 1963, humo de pitazos de locomotoras, hombres vestidos de grasientas mezclillas azules, robustos, de rostros curtidos por el sol y las lluvias y con manos callosas; fue en el ambiente de ese ferroviario pueblecito en el que Patricio se iniciara en las primeras letras.

Nuevo ascenso y nos vamos al villorrio de Coigüe, en cuya escuelita rural tuviera como compañeros a niños campesinos, que le dejaran hermosos recuerdos en el año que estuvimos allí.

Debo retornar a San Rosendo, por razones de servicio, pero mamá Elena, Carmen, Cristina y su hermano Patricio se van a Angol, "la ciudad de los confines", para poder seguir estudiando. Sacrificios compartidos con mi compañera, pero que se hacían obligados ante la conveniencia de mejores horizontes para ellos.

Burlando la reglamentación interna, llevé a mi hijo en varios viajes en la locomotora, ¿qué muchacho no desearía igual paseo? Feliz deleitaba la rica cazuela, cocinada en la reluciente olla a vapor, en compañía de mi ayudante y su padre. Pero la felicidad no es permanente, y de a poco nos iría abandonando.

A la edad de catorce años y siendo espectador de un desfile del magisterio, por razones de reivindicaciones sociales, es víctima de la furia policial y es conducido al cuartel de carabineros de Angol. Fueron en ese entonces las primeras lágrimas, que, por esos motivos, derramara su querida madre. ¿Cuántas más tendría que derramar? Sólo con el correr del tiempo tendríamos, eso sí, que llorar juntos tantas amarguras, vejámenes y humillaciones.

Llega 1969, y debo trasladarme a Concepción, y con ello se reúne la familia, después de seis años de viajar para visitarlos.

Termina mi hijo su educación media el año 1972, egresando del Liceo Nº 1 Enrique Molina Garmendia, en donde se manifiestan sus condiciones de dirigente del movimiento estudiantil.

Llega el año 1973 y Patricio es estudiante de Sociología en la Universidad de Concepción.

Llegaba el año que marcaría en la historia de mi país el inicio de la etapa más negra, que nadie jamás pudo concebir, y con ello la tragedia para miles de hogares, que se vieron privados de'sus seres queridos, por el hecho de haber pensado distinto a la dictadura imperante.

Septiembre que lo trajo a la vida, lo iniciaba también en un calvario, donde cual un Cristo, es perseguido por sus ideales de justicia y amor por sus hermanos que, igual que él, serían privados de sus derechos ciudadanos sin miramientos de ninguna índole. Es detenido el 29 y torturado en la cárcel más grande de Concepción: el Estadio Municipal. Sale en libertad el día 10 de octubre, si es que libertad pretendían llamar al estado que imperaba en el país.

Se suprimen las carreras de Periodismo y Sociología en la Universidad de Concepción, porque se consideraba que quienes estudiaban estas carreras eran '"marxistas peligrosos".

Se sigue viviendo entre tensiones y amenazas, cuando un 25 de octubre de 1974 es allanado nuestro hogar, con ninguna o la más mínima consideración por las personas o las intimidades de nuestra vivienda. Se hacen pocos los calificativos para describir nuestro estado de ánimo cuando arrestan a nuestro querido hijo. Había que sacar fuerzas de flaquezas para confortar o dar ánimo a mi esposa e hijas.

Sufrimientos difíciles de narrar, y más aún cuando no existen los medios que nos conduzcan a saber la verdad; sólo vaguedades y conjeturas.

Difíciles se hacían las condiciones para lograr saber el destino de nuestro hijo; pero la solidaridad humana se hacía presente, pese al estado imperante. Es en esta circunstancia que sabemos que la Iglesia Católica ha creado un Comité Pro Paz o Vicaría de la Solidaridad, y es aquí en donde su Departamento Jurídico interpone el Recurso de Amparo, el que fue contestado positivamente, al cabo de doce días.

Un año y cuatro días en que Patricio, junto a sus compañeros de infortunio, anduvo en cárceles y más cárceles y en lugares inimaginables. En nuestro hogar sólo se vivía pendiente de todo lo necesario para estar a la hora de las visitas, en la cárcel o lugar de tumo.

Fueron cuatro años que el hijo se vio privado de estudiar, lo que fue posible hacer el año 1977, en la Universidad de Chile, Sede Nuble, en Chillan. Egresa de esta Universidad con su "cartón" de Profesor de Pedagogía en Historia y Geografía.

En 1982 se va a la capital, en busca de trabajo, y junto a él su buena compañera Inés, a quien conociera en la Universidad.

En 1983, un 5 de mayo, nace su hijo Simón Ernesto. Telegramas y cartas, que llegan llenas de la natural alegría que todos experimentamos, al recibir la noticia más hermosa que nos da la vida. Vida es amor y el amor de Inés y Patricio se había transformado en vida.

Cuántas ilusiones se forjarían Inés y mi hijo en tomo al recién llegado; no es difícil imaginar, más para el luchador social no existe el yo, sino que piensa y actúa por y para los desposeídos, llegando al extremo de dar la vida por la consecución de sus más caros ideales.

Llámese como se quiera: idealista. Quijote moderno, o como dicen los estúpidos: "terrorista", son muy pocos los que siguen la ruta trazada, sin apartarse de ella aún ante los obstáculos más difíciles que surjan.

Mi hijo había expresado, en algunas ocasiones, a su esposa, que había dos formas o maneras de vivir: se trabajaba y se vivía sin preocuparse de lo que ocurría a nuestro alrededor o se iba a tomar el puesto del verdadero revolucionario.

Ante este desenlace fatal, ahondo en comprender la posición que tomó mi hijo, frente al momento que vive nuestra patria. Y al lograr despojarme, aunque sea por breves momentos del materialismo que nos ciega, lastre que llevamos en mayor o menor grado los hombres, voy admitiendo y musito como en la oración: "Hágase tu voluntad, aquí en la tierra como en el cielo.."

Sólo me preocupa no perder la fe, ya que sin ella no valdría la pena seguir viviendo.

Los trinos de las gaviotas me ponen triste, junto al río que bordea el Camposanto, y pon los ojos nublados por los tristes recuerdos, repaso, por centésima vez, los versos que sirven de epitafio, a quien también gustaba escribirlos:

"Llegaste temprano al buen humor,
al amor cantado,
al amor decantado,
al ron fraterno,
a las revoluciones,
pero sobre todo,
llegaste temprano,
demasiado temprano,
a una muerte que no era la tuya
y que a esta altura
no sabrá
qué hacer
con tanta vida..."

(Mario Benedetti)
Febrero, 1985

Héctor Sobarzo


RECADO A MI PADRE

Padre,
para escribirte
necesito caminar los rieles de tus años
deslizarme por la caprichosa geografía
de tus locomotoras
ya dormidas
en un suelo de óxido,
atorarme con el negro humo del carbón,
empaparme de humedad
con el vapor de las calderas,
mirar en tus ojos
las horas de larga espera,
quizás estés triste
rumiando el pasado,
deletreando el abecedario de las estaciones
o tal vez echando de menos
la sonrisa de la moza
que con un pañuelo blanco
a la salida de Río Claro
te daba "vía libre"
para una noche de bohemia en Talca.
Hoy los pitos
ya no quiebran la escarcha
de las frías mañanas invernales,
y el fuego de los fogones
no pinta de rojo la noche.
Ningún mensajero golpea
la ventana de tu dormitorio,
de las azules mezclillas
barnizadas de aceite negro,
sólo quedan huellas
en las manos de mi madre
curtidas en las tareas de la artesa.
Ya todo pasó,
mi querido viejo,
como pasan los trenes
galopando rumbo al sur
para refugiarse en la lluvia y el viento
o tal vez perderse
en la neblina de Maullín.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 18mar02
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