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Fernando Rivas Sánchez:
Impertinente y tiernopor Elizabeth Reismann(*)
Nombre
Fernando Rivas SánchezLugar y fecha de nacimiento
Santiago, 21 de noviembre de 1950Especialidad
Escritor, periodista, panelista de TVLugar y fecha de muerte
La Habana, 18 de diciembre de 1991Actividades
Comenzó dedicándose al teatro, como actor, autor y director. Después descubrió que su vena estaba en el periodismo. Trabajó en Ercilla y Desfile, pero donde brilló mejor fue como impertinente panelista de televisión.
Conocí a Fernando entre artistas y pintores en un café santiaguino. Era un muchacho flaco, desgarbado, de 24 años. Me recordó un Arlequín de Picasso.
Primogénito de una familia de la aristocracia terrateniente que había perdido su fortuna, sus días transcurrían pasando papeles en el Banco Central. Sin embargo, quería ser actor.
Después de pasar juntos un intenso fin de semana de invierno, se presentó en mi casa con un atado de ropa. Al poco tiempo nos casamos (5/ 11/1954). Nos pronosticaron uno o dos meses, pero duramos juntos más de 21 años. Escribimos, viajamos, pasamos el golpe militar y, más tarde, los variados traumas del exilio.
Fernando seguía soñando con el teatro. Y comenzó a obtener pequeños papeles en radioteatro y en las compañías--a menudo efímeras--de las pequeñas salas de Huérfanos. Todavía no afloraba su verdadera y definitiva vocación: el periodismo.
Nace un escritor
Las cosas parecían marchar bien cuando Fernando descubrió que tenía hinchado un ganglio en la ingle. Le descubrieron un linfogranuloma de Hodkin, cáncer al sistema linfático, señal de muerte a breve plazo. Hice de tripas corazón y recurrí a su familia--horrorizada ante su matrimonio con una judía, extranjera, comunista y divorciada-- para que ayudara a costear el tratamiento de radioterapia. Fue una larga y dolorosa batalla que ganamos juntos.
La radioterapia le provocó una ulceración en la ingle que requería atención permanente de una enfermera. Durante su larga convalecencia, comenzó a escribir cuentos. Eran fantasmagóricos, unos mejores que otros. Hicimos una selección para publicarlos bajo el título Ruidos en el Espejo. Gran parte de la edición fue regalada a sus amigos.
Fernando tenía una gran capacidad para establecer relaciones amistosas con todo tipo de gente. Tuvo muchos amigos en el gremio, pero desarrollaba una extraordinaria amistad y camaradería con sus colegas mujeres. Irene Geiss, Delia Vergara, Marcia Scantlebury y muchas otras frecuentaban nuestra casa o se reunían con él en el centro. Con ellas era galante, tierno y gentil.
Marcia Scantlebury: "El era un seductor profesional y reportear con él en Ercilla para alguien como yo que comenzaba su carrera fue una gran aventura. Las primeras veces que salíamos juntos a hacer entrevistas en lugares insólitos, yo lo veía actuar con esa soltura e insolencia que lo caracterizaban y me quedaba sin aliento. Sin embargo, para mi sorpresa, sus fuentes noticiosas, prorrumpían en carcajadas, terminaban contándole todo lo que él quería saber, lo consideraban un gran amigo y jamás le cerraban la puerta.
"Para mí fue también un maestro extraordinario. Con la gran sensibilidad que hacían de él un gran director, Emilio Filippi tuvo la buena idea de ponerme a colaborar con Fernando en los reportajes de páginas centrales de Ercilla. 'Que bueno será trabajar con una momia de izquierda', me dijo con su fina ironía. A partir de entonces hicimos un extraordinario equipo. Aprendí mucho de él en ese período. De su inteligencia, sensibilidad social, de su rigurosidad- reunía decenas de entrevistas, altos de antecedentes y kilos de documentos antes de iniciar un reportaje- de su capacidad profesional y de su sentido del humor, negro muchas veces : 'Hoy me caes mal, me decía, nos vemos mañana'. También disfruté de su enorme generosidad profesional. Mientras muchos délos viejos periodistas explotaban a los jóvenes sin darles ningún crédito, Fernando insistía en que firmáramos juntos trabajos cuya estructura y desarrollo fundamental eran, obviamente, suyos".
Entre sus grandes amigos estaban el pintor Alberto Pérez y el escritor José Donoso, a quienes conoció en el colegio inglés donde cursó la primaria.
Viaje a Europa
Después que la enfermedad milagrosamente cedió, hicimos juntos un viaje a Europa, a iniciativa mía y con un presupuesto limitado. Sin embargo, fue maravilloso. Recorrimos Italia y Francia a dedo. Estuvimos en Roma, Venecia, Florencia. Y todavía recuerdo la emoción de Fernando ante los paisajes, la pintura, la escultura, la arquitectura y todo lo que íbamos descubriendo.
Nuestro regreso coincidió con la invasión de Playa Girón (1961). Fernando siguió cultivando sus vínculos con periodistas y escritores. Comenzó a escribir Los Últimos Días, novela que se publicó con gran éxito y obtuvo el Premio Municipal. Luego, fue adaptada por él y Fernando Cuadra para el teatro y duró casi dos años en cartelera. Su director y protagonista, Américo Vargas, recibió todos los premios del año: mejor obra, mejor director y mejor actor. Para entonces, en el ambiente de la bohemia de los bares y cafés santiaguinos, Fernando ya era todo un personaje.
La casa propia
Nos compramos un pedazo de cerro en El Arrayán y, poco a poco, fuimos construyendo una casa de vidrio y madera que nos hizo felices. "Cada mueble es un premio literario ", decía Fernando, con su habitual exageración. Trabajó en casi todos los semanarios chilenos y colaboró en la Revista del Domingo de El Mercurio.
En 1969 publicó su segunda novela, La Vida por Delante, autobiográfica como la primera y dedicada a mí. Al año siguiente, su amigo y colega Sergio Pineda, representante de Prensa Latina en Chile, nos gestionó un viaje a Cuba.
Recorrimos toda la isla y, al regreso, entre los dos escribimos casi un centenar de reportajes, crónicas, columnas y artículos. Esto nos valió una segunda invitación a La Habana, a mediados del 70, en plena campaña presidencial.
En una entrevista colectiva Fernando obtuvo de Fidel Castro su declaración aceptando que "esta vez el socialismo puede llegar al poder por la vía electoral". La noticia fue publicada en primera plana, creo que en Clarín. También influyó para que el MIR renunciara a la abstención y aportara 50 mil votos a Salvador Allende.
Meses después colaboramos en un fascículo de la colección de Quimantú, Nosotros los Chilenos, titulado La Lucha por la Tierra. Ocupó el tercer lugar ...en la lista de libros cuya tenencia era considerada delito por la dictadura militar.
Exito en la TV
El escenario donde se desbordó el talento de Fernando fue la televisión. Además de varios programas en Canal 7 (TVN), como Telecrónicas y Radiografía, se hizo famoso por su participación en A Esta Hora Se Improvisa, de Canal 13 Se trataba de un panel de seis o siete periodistas, políticos o artistas conversando informalmente con dos o tres invitados que hicieron noticia en la semana. Se transmitía en vivo los domingos por la noche, y los lunes, era el comentario obligado en talleres y oficinas.
Fernando Rivas fue, sin discusión, la estrella y la voz de la izquierda en ese espacio. A pesar de las críticas que se le dirigían por su estilo burlón y agresivo, en general la gente lo valoraba y disfrutaba con sus intervenciones. Su gran contrincante, Enrique Campos Menéndez era, en lo personal, su amigo y admirador. A menudo lo llevaba hasta la casa después del programa, que a veces se prolongaba hasta pasada la una de la madrugada.
Desaparecido 17 días
Mientras tanto, en Chile la situación se agravaba y el golpe parecía inevitable. Sin embargo nadie podía imaginar su brutalidad sanguinaria. Recuerdo que el día 11 en la mañana llegó a casa nuestra vecina Delia Vergara, militante demócrata cristiana, con el rostro descompuesto "Nosotros no queríamos esto...". Nadie lo quería, pero sucedió.
El nombre de Fernando apareció en la primera lista de personas requeridas por el Ministerio de Defensa. Ingenuamente fue a presentarse. "No tengo nada que ocultar", sostuvo. A los pocos días lo enviaron a la casa bajo arresto domiciliario. Pero, un mes después, en horas del toque de queda, volvieron a buscarlo en dos camionetas sin patente, lo sacaron de la casa en pijama, arrancaron el cable del teléfono, nos amenazaron a mí y a la empleada y desaparecieron con él en la noche.
Estuvo desaparecido durante 17 días. Nadie reconocía su detención. Tras múltiples gestiones, lo lanzaron de un automóvil a un kilómetro de la casa, a las dos de la mañana. Venía vestido con el mismo pijama con el que se lo habían llevado. Las torturas lo habían destruido. Lo golpeó que luego de inyectarle drogas, le mostraran un montón de grabaciones y le dijeran: "Ni sabes lo que nos has dicho". "Pero si yo no sabía nada", me comentó abatido.
Siguieron días tensos que me duele recordar. Poco después logramos que Alemania Federal lo aceptara como asilado. Permaneció en esa embajada cerca de siete meses. El gobierno le negaba el salvoconducto. Finalmente pudo viajar. Yo lo esperaba desde enero de 1974.
Pronto decidimos viajar a Cuba. Sin embargo, Fernando ya no era el mismo. Había perdido su humor, su alegría de vivir, todo, menos su insolencia de aristócrata chileno, su impertinencia innata. En La Habana escribimos juntos un libro sobre las Fuerzas Armadas chilenas y trabajamos en dos o tres publicaciones más. Nuestra relación de pareja estaba rota irremediablemente. Finalmente acordamos separarnos.
En la isla, Fernando Rivas no pudo encontrar una vida nueva. No tenía amigos. La tortura lo había quebrado, como le sucedió a muchos. żEra débil? No, era orgulloso. No soportó las humillaciones. Se alcoholizó, se fue deteriorando. Sus últimos años fueron muy tristes. Nada quedaba del escritor talentoso, del periodista brillante a quien nuestra generación recuerda con admiración y respeto. Mordaz, ingenioso, buen amigo, esposo tierno, camarada confiable, ese hombre que hoy descansa en el cementerio de Colón en La Habana, será inolvidable para muchos.
Elizabeth Reismann, periodista, escritora y traductora, es la viuda de Fernando Rivas. Reside en México (1996).