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Mario Díaz:
Un Chico gigantesco: El Correo del Diario del "Che"por Osvaldo Rivera Bravo(*)
Nombre
Mario Díaz BarrientosLugar y fecha de nacimiento
9 de Mayo de 1920, AntofagastaEspecialidad
Periodista, editor de programas de TVLugar y fecha de muerte
14 de agosto de 1985, Buenos Aires. ArgentinaActividades
Jefe de Informaciones de Ultima .Hora; editor de prensa del Canal 9 de la. Chile-, fundador y subdirector de la revista Punto Final, y corresponsal de diarios y revistas, del país y del extranjero» Dirigente del MIR y de FELAP.
Un episodio que Mario Díaz siempre mantuvo en reserva, con modestia y disciplina política, fue su rol en el traslado del Diario del «Che» Guevara a Cuba, tarea que cumplió exitosamente (1968), desplazándose como un viajero cualquiera. El hoy famoso diario había llegado fotografiado en negativos de 55 mm a la revista Punto Final y sus compañeros de la redacción
decidieron que Mario Díaz lo llevara a La Habana. El precioso documento fue recibido por los más importantes dirigentes de la Revolución Cubana.
La consecuencia con sus principios y su calidad profesional y humana, hace más reprobable que los dirigentes de la época, hayan aducido razones reglamentarias en 1985 para impedir que los restos del Chico Díaz fueran velados en el Círculo de Periodistas. El féretro permaneció en el hall de entrada del teatro Camilo Henríquez como mudo testimonio de la insensatez humana.
Ultimo encuentro en Caracas
El timbre sonando con insistencia, me despertó bruscamente. Miré el reloj en la mesita de noche y, aunque vi la hora, no logré coordinar las ideas, embotado de sueño.
Sin abrir la puerta del departamento --norma obligatoria en la insegura Caracas del año 1985-- pregunté quién era.
--Soy el Tata, me contestó una voz inconfundible.
--Chico, ¿de dónde vienes?
Un gran abrazo hermanó --una vez más -- una amistad que ya tenia más de 80 años. Yo no podía presumir que siete oías después, Mario Díaz Barrientos, el Chico Díaz, moriría llegando a Buenos Aires, de un fulminante ataque al corazón que frustró su anhelado retorno a Chile después de 12 años de exilio.
No era la primera vez que Mario llegaba a Caracas sin aviso previo. Su inconfundible guayabera celeste y su maletín conteniendo --entre otras cosas-- sacarina para neutralizar la diabetes y chocolates para todo lo contrario, se habían hecho populares en Managua, La Habana, Ciudad de México y Caracas.
Recuerdo que una vez --por el año 1979 más o menos--, llegó desde Nicaragua ansioso por organizar un partido de telefunken. Nos juntamos en casa de su cuñado Alberto, en la caraqueña zona de El Marqués, en compañía del Negro Jorquera, el Viejo Yañez (Manuel) y Cecilia, a quien el Chico tenia un gran cariño. A la segunda vuelta, el Chico ya había perdido su capital, que no era mucho, en verdad. "La -Revolución Sandinista es pobre", había sentenciado al comenzar el juego, preparando el terreno para el descalabro económico que sobrevendría si en los primeros pases no tenia suerte. Para seguir jugando recurrió a su cuñado:
--Alberto, tíreme un salvavidas.
--Comandante Tirilla, ¿ya está limpio?, le preguntó el cuñado.
El apodo provocó risas y el enojo ofendido del Chico, quien dudó, por breves instantes, en aceptar el aporte solicitado. Felizmente el sentido del humor de Mario Díaz --sin duda una de sus cualidades sobresalientes--se impuso y el partido pudo continuar.
Aparte del humor, el Chico tenia rasgos característicos muy singulares: gran cultura; un conmovedor sentido humano; una exigente conciencia ideológica; gusto por la vida, la música, la belleza, que lo convertían en un ser muy atractivo.
Cuando fundó Punto Final junto a Manuel Cabieses en 1965, ya sabía que --de alguna manera-- estaba quemando las naves. Muchas veces discrepamos analizando posiciones en las que no coincidíamos. Pero en el exilio, el Chico Díaz demostró el temple de su consecuencia y la convicción de sus ideas.
Verde como los pinos
Aunque nació el 9 de mayo de 19SO en Antofagasta, Mario Díaz se consideraba un porteño de corazón. Realizó sus estudios en Valparaíso, primero en el Seminario San Rafael y luego en la Universidad Católica, donde fue plasmando una personalidad compleja y alegre, llena de sorpresas, como son los cerros porteños.
Era un apasionado del Sporting de Viña, conocedor profundo de los vericuetos del Casino y un fanático del Santiago Wanderes. Famosas eran las peleas y discusiones futbolísticas con dos de sus grandes amigos: Augusto Olivares, El Perro, colocolino apasionado, y Carlos Jorquera, El Negro, que sigue siendo partidario acérrimo de la "U". Cuando Wanderes fue campeón de Chile en 1969, con un equipo muy aguerrido que bautizaron como Los Panzers, el Chico se paseaba por el diario Ultima Hora, cantando su himno de guerra:
El Santiago Wanderes
supo conquistar
para sus laureles
el triunfo finalEn represalia. El Perro y El Negro difundieron el rumor que el Chico Díaz era boliviano --por haber nacido en Antofagasta--, y utilizando la música del Avanti Poppolo italiano, con letra inventada por Tito Mundt y Santiago del Campo, respondieron a la fanfarria porteña con otro himno que decía:
Soy boliviano, odio al chileno,
exijo un puerto, fusil en mano.
Y ' Antofagasta voy a veranear,
Y 'Antofagasta voy a veranear,
Y 'Antofagasta voy a veranear,
porque soy boliviano y me gusta el mar.Al Chico no le disgustó y con algunas variaciones esa cancioneta fue adoptada para homenajear a Carmen, una empleada doméstica que Amelia Viejo, esposa del Chico, convirtió en excelente maestra de cocina. Mario Díaz, a su vez, le enseñó a leer y escribir antes de inscribirla en un instituto de formación de adultos.
En 1944, bajo influencia de su padre linotipista, Mario Díaz ingresó al diario El Mercurio de Valparaíso, con el encargo de redactar la bitácora comercial del puerto. Eso le sirvió para familiarizarse con las técnicas informativas y de impresión que existían en el periodismo de esa época. Su talento le permitió ir accediendo a posiciones cada vez más exigentes, incursionando también en el periodismo radial. Fue corresponsal de revistas que se editaban en la capital, como Ercilla.
En los años '50, Mario Díaz cumplió un anhelo extendido en los periodistas de esa época: instalarse en Europa. Junto a Augusto Olivares formó un dúo periodístico de recuerdos y anécdotas imborrables, cuyo escenario fue el Hotel Saint Michel, de Madame Savage, en pleno corazón del Barrio Latino de París.
Al comenzar los '60, Mario Díaz regresó a Santiago y trabajó en Panorama Económico con Aníbal Pinto. Al impulso de la polarización ideológica del país, se entregó de lleno al periodismo combatiente. Ingresó al diario Ultima Hora, y al poco tiempo fue designado jefe de informaciones. Posteriormente fue editor de los informativos del Canal 9 de Televisión de la Universidad de Chile, participando en el proyecto de una TV popular, al servicio de los trabajadores.
El periodista Hernán Uribe, su amigo de muchos años, recuerda en el libro Operación Tía Victoria, la evolución de Mario Díaz en esos años turbulentos. "Según conversaríamos más tarde, recuerda Uribe, aquella época (los '60) fue una etapa relevante en su vida, porque se interesó más en la política. No es que fuera una persona ajena a las luchas sociales, pero sí lo había sido de los partidos ". Su participación en la fundación de la revista Punto Final y su ingreso al MIR en el exilio, fueron etapas decisivas en la vida del Chico Díaz.
Ya maduro, con más de 56 años, decidió hacerse militante día un partido revolucionario. Eso mismo le hizo ganarse el respeto de sus camaradas, mucho más jóvenes que él. En México dirigió una versión internacional de Punto Final y participó en la redacción de El Correo de la Resistencia, publicación del MIR. También representó a ese partido en la coordinadora del exilio chileño en la capital mexicana, fue dirigente de la Unión de Periodistas Antifascistas de Chile (UPACH) y tuvo cargos en la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).
Enfermo, con diabetes progresiva y dos infartos que lo debilitaron, nunca abandonó su trinchera de lucha en contra de la dictadura militar. La última vez en Caracas, lo encontré sin su energía habitual. Se recostaba en un sillón y dormía profundamente. En toda una semana salió poco; tuvo algunas citas políticas y una tarde fue al cine a ver El Imperio Contraataca.
--"El Tata daba saltos en la butaca", me confidenció mi hijo que lo acompañó, al describirme el entusiasmo del Chico por la película.
La verdad ea que el cine fue siempre una de sus grandes aficiones. Se emocionaba hasta las lágrimas con una película dramática, Lenka Franulic, que tenía también uña extrema sensibilidad. Siempre buscaba al Chico Díaz para ir al ciñe con un compañero con quien llorar a lágrima viva.
Le insistí que se quedara en Caracas, pero alegó que tenía tareas urgentes en Argentina. La noche del 13 de agosto de 1986, se embarcó en el aeropuerto de Maiquetía; nunca más volví a verlo.
José Carrasco me llamó desde Santiago para avisarme que el Chico había muerto al llegar a Buenos Aires. No alcanzó a entrar a su departamento. El ataque le sobrevino en la puerta del edificio.
Osvaldo Rivera Bravo, formado en Periodismo de la Universidad de Chile, desde 1961 trabajó en UPI, radio Balmaceda, Ultima Hora y Canal 9 de TV de la Universidad de Chile. Exiliado en Venezuela entre 1973 y 1992, actualmente es director de relaciones públicas de Polla Chilena de Beneficencia S.A.