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Sergio Contreras:
El sacrificio del Garrafapor Sergio Gutiérrez Patri(*)
Nombre
Sergio ContrerasLugar y fecha de nacimiento
Santiago, 2 de Febrero de 1933Especialidad
Periodista de radio y RR.PP.Lugar y fecha de muerte
Detenido en La Moneda, el 11 de Septiembre de 1973, probablemente fue asesinado en Peldehue el día 13.Actividades
Trabajó en radios Almirante Latorre (Talcahuano), Simón Bolívar (Concepción), Portales, Agricultura, Corporación, Del Pacífico y Sargento Candelaria, Ferrocarriles del Estado e Intendencia de Santiago. Socialista, se autocalificaba como 'agitador'.Situación judicial (1996)
Causa radicada en el Quinto Juzgado del Crimen de Santiago, Rol 126465-6. Se encuentra en estado de sumario.
El 11 de septiembre, Sergio Contreras golpeó una y otra vez las puertas de Morando 80 hasta que le permitieron el ingreso a La Moneda, donde quería estar junto al Presidente Salvador Allende. inclaudicable socialista desde joven, no fue un intelectual sino un hombre de acción, que entregó su vida cuando tenía apenas 40 años.
Garrafa Contreras no tuvo una infancia normal, con una madre para evocar, ni el calor del pan compartido con hermanos y primos de interminable jugar, con «palomilladas» que terminan siendo aceptadas. Esa realidad lo marcó como adulto y lo proyectó a un torbellino de vivencias. Renunció temprano a la soltería, pero jamás a las delicias de la bohemia, en una época en que miles de chilenos soñaban con cambiar el mundo.
Su mundo afectivo
Sergio Contreras fue un hijo no deseado. Su madre--soltera--, Susana, lo entregó a un matrimonio emparentado con el padre, un peruano de apellido Chacana que nunca lo legitimó. Julio Peñaloza y su esposa Felisa, gente sencilla de La Cisterna, de edad como para ser abuelos del niño, se ganaban la vida con un kiosco de diarios ubicado en Moneda y Morandé. Siempre lo llevaron al trabajo a las 5 de la mañana, para evitar que callejeara con "malas juntas». Por eso, no tuvo estudios regulares, situación que impediría después su colegiatura. Sólo consiguió una autorización para ejercer el periodismo.
Claudio Verdugo jugaba con el niño-canillita desde los 10 años (1945/44) en la Plaza Bulnes. Integraba su «patota» y aparentemente no estaba inscrito en el Registro Civil. Sus amigos lo llamaban "El Chacana"; porque entonces usaba el apellido de su padre.
Todavía menor de edad, partió a Talcahuano en busca de mejores horizontes. Era "pintoso", tenía un excelente timbre de voz, desplante y buena oratoria. Muy pronto, se le abrieron los micrófonos de radio Almirante Latorre como animador de Las Alegres Tardes de la Juventud. Su viuda, Ana Luisa Isla Aedo, lo conoció entonces como "todo un gentleman santiaguino, un locutor de voz impostada que se creía la muerte: Se casaron y tuvieron siete hijos.
Ana Luisa Isla Aedo: «Un día decidimos radicamos en la capital. Yo ejercía mi profesión de educadora de párvulos y él trabajaba en radio, su gran pasión Junto con el partido Socialista y los amigos de la bohemia. Alimentar y educar a tantos niños no era fácil y mucho menos, si el padre no aportaba. La plata se le escurría entre los dedos. Fuera del hogar era muy dadivoso para pagar los consumos, para ir en ayuda de terceros o para encabezar colectas en beneficio del compañero tal o cual. Y también para salir --aunque fueran las 2, 3 o 4 de la madrugada-- a cualquier "toma de terreno", porque había que apoyarla moral y materialmente».
Pero antes de la boda con Ana Luisa, Contreras tuvo otros planes. Llegando a Talcahuano vivió en una pensión de calle San José. Virginia Andrade Navarrete, hija de la dueña de la residencial, fue la madre de su hija mayor, Nancy.
Virginia Andrade Navarrete:
«De entrada le tuve mala. Encontraba que como buen santiaguino era pesado. Pero, de lo malo pasamos a lo bueno y ahí nació la hija. Corría 1951, nos íbamos a casar, pero mí mamá se opuso. Al poco, se casó con Ana Luisa Isla y un mes después yo tuve a Nancy.
"Fui al Registro Civil y la inscribí sólo con mi apellido. El mandó un paquete con ropa de guagua, pero mi madre no lo recibió. Vino a verla, pero cuando supo de la inscripción se indignó, alegando que no podían dejarlo fuera porque era el padre. Habló con las autoridades y, días después, Nancy quedó inscrita con sus dos apellidos: Contreras Andrade:
Virginia Andrade siempre tuvo contacto con la "señora Susana», apelativo con que Sergio se refería a su verdadera madre, quien, en cambio, nunca se llevó bien con su nuera legal, Ana Luisa Isla.
«Susana no fue mala»
Virginia Andrade: «Susana no era una mala mujer. No se casó con el padre de Sergio porque su madre le hizo ver que el peruano era farrero, mujeriego y bohemio incorregible. Tocaba muy bien la guitarra, pero de tanto trasnochar se enfermó del pulmón y murió joven. Un día le conté que su hijo siempre decía: «La señora Susana nunca me quiso». Me respondió que no fue así, que lo entregó en crianza por razones de trabajo, pero que se preocupó de vestirlo y de pagarle sus estudios».
Nancy Angélica del Carmen Contreras Andrade (hija de Sergio y Virginia): «Pese a estar casado "con otra", igual venía a vernos. Le gustaba preparar tallarines y cada vez que podía se dejaba caer solo o con amigos. Siempre me sacaba a pasear, aunque terminábamos discutiendo porque pagaba los consumos de sus amigos y no quedaba nada para nosotros, salvo promesas. En una oportunidad fui a verlo a Santiago a la radio Del Pacífico, en el portal de la Plaza de Armas. Me banqueteó, en el Chez' Henry, y tras recorrer varios negocios rematamos en uno de plaza Egaña donde bebían unos milicos. Dijo que le caían mal, pero terminó pagándoles las pílseners que consumieron juntos».
«En otra ocasión, para las elecciones presidenciales del '64 --él ya estaba radicado en Santiago-- lo vimos megafoneando en Talcahuano desde una camioneta: "Allende, Allende, Allende sólo Allende". Nos vio, se bajó, nos llevó a un local para atendernos y, como siempre, nos formuló promesas. Mi padre era muy especial. Una vez llegó a casa con un recién conocido. Mientras preparaba. unos huevos para lucirse ante su nuevo amigo, el desconocido se robó todo lo que pudo coger. Después, con sus amigos detectives, dio con el ladrón y recuperó lo robado».
"En la Intendencia de Santiago vi personalmente cómo llegaban a solicitarle favores. Me pregunto: si en la, relación personal era tierno y cariñoso, ¿por qué no hizo lo mismo conmigo o con sus demás hijos? Me quería, tanto, que una vez me secuestró de la casa para llevarme a vivir con mis hermanos, en la esperanza de que todos nos reencontráramos».
En el gobierno de Salvador Allende, Sergio Contreras trabajó como periodista en relaciones públicas de Ferrocarriles del Estado y en la Intendencia de Santiago. Sus amigos lo llamaban Garrafa Contreras, pero los más antiguos también lo conocíamos como Sergio Fernández, seudónimo que utilizó en sus primeros años de periodismo y en sus incursiones en el radioteatro de Agricultura, junto a Mireya Latorre, Emilio Gaete y Soledad de los Reyes, entre otros famosos. La viuda, Ana Luisa Isla, cuenta que cuando se casaban en el Registro Civil, en enero de 1952, vino a enterarse que su verdadero apellido era Contreras. Recibió una explicación: «es com un llevar seudónimos en el mundo del periodismo».
La viuda recuerda con simpatía ése y otros momentos de Sergio. La pátina del tiempo borra lo superficial, queda lo profundo. "Fue inteligente y sin tener mayor cultura, supo arreglárselas para salir bien parado. Cuando el Presidente nombró comandante en Jefe a Pinochet, refunfuñó: "Tiene una cara. de traidor que no se la puede". Era socialista de corazón y amaba a Salvador Allende. "No quiero morirme en la cama, quiero morir luchando", decía siempre».
Junto a Allende, el 11
Lo logró. El 11 de septiembre ya no vivía con su esposa, pero la visitaba frecuentemente para saber de ella y sus hijos. «Ironías de la vida-- recuerda Ana Luisa Isla--, yo le dije que abandonara la casa porque no aportaba económicamente. Además, sabía tenía amante, una abogada llamada Alicia, a quien recurrió para solucionar un problema de un hijo nuestro y terminó enredándose con ella, compartiendo su departamento en el centro. A pesar de ser yo su mujer legal, de ser yo quien lo obligó a irse, adquirí el status de la "amante". El día del golpe alojó conmigo. A primera hora escuché noticias de movimiento de tropas, lo desperté, se vistió a la carrera y salimos Juntos de mi casa del paradero 84 de la Gran Avenida, Paulina 8726. Yo a mí trabajo y él al centro. Nunca más volví a verlo".
Julio Estuardo, entonces intendente de Santiago, presenció desde su oficina, frente a La Moneda, cómo Sergio Contreras ingresó a la sede de gobierno «luego de golpear insistentemente la puerta», según documentos de la Vicaría de la Solidaridad de la Iglesia Católica. «Alrededor de las 10:45 horas, en un llamado urgente, mi marido me contó que estaba en La Moneda: "...nos van a bombardear", me dijo. "Nosotros vamos a estar junto al Viejo, no lo vamos a abandonar, ...escúcha los disparos (a través del auricular oí tiroteos y cañonazos)... cuida a los niños". Se cortó la comunicación y nunca más volví a tener contacto con Sergio. Entre los cuerpos de los caídos en La Moneda identificados últimamente todavía no aparece mi marido".
El resto de la historia tiene diferentes fuentes: testigos, sobre vivientes y, sobre todo, el archivo de la Vicaría de la Solidaridad. Asaltada La Moneda por infantería y tanques del Ejército --al mando del general Javier Palacios--, tropas reforzadas luego por Carabineros, la Fuerza Aérea comenzó a las 11 el bombardeo que destruyó gran parte del palacio.
La guardia presidencial de origen civil, más conocida como GAP, «Grupo de Amigos Personales», según una expresión del propio Presidente, y otras personas que permanecieron en el Palacio, recibieron de Salvador Allende la orden de salir de La Moneda por la puerta de Morando 80. En la calle fueron encañonados y golpeados por los militares. Se les obligó a tenderse largo tiempo en el suelo, con las manos en la nuca, amenazados de ser aplastados por los tanques.
Los detenidos permanecieron en esa posición hasta las 18 horas. En dos vehículos militares, fueron conducidos al regimiento Tacna, a cargo del coronel Joaquín Ramírez Pineda. Según sobrevivientes, los presos permanecieron en el regimiento hasta el día 15 de septiembre. Siempre fueron obligados a desplazarse de rodillas y a mantenerse tendidos boca abajo, con las manos sobre la nuca o de pie con los brazos en alto. Durante dos días permanecieron en posiciones dolorosas, sobre terreno áspero o de "huesillo", pisoteados por militares que trotaban sobre sus cuerpos y los golpeaban con las culatas de sus armas. Les inferían heridas con yataganes, siempre amenazados por tropas armadas de ametralladoras que, intimidantes, solicitaban a los oficiales la orden de ejecutarlos. Traslados al sector de "los boxes", antiguas caballerizas, fueron torturados e interrogados por personal del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), en una oficina del segundo piso. Devueltos a "los boxes" en malas condiciones físicas, continuaron en las dolorosas posiciones. En cada cambio de guardia recibieron una golpiza a culatazos.
Los periodistas Luis Barría y Ramiro Sepúlveda vieron a Sergio Contreras en el Tacna. Hacia las 14 horas del día 15, los prisioneros de La Moneda fueron arrojados a un camión militar, amarrados de pies y manos, tirados unos encima de otros, y conducidos a un destino desconocido. Sobrevivientes escucharon que los trasladaban a los campos militares de Peldehue, cerca de Colina, donde serían fusilados e inhumados.
Habla un testigo
Un soldado del Tacna relató a la Vicaría que los prisioneros, amarrados con alambres, fueron lanzados a un camión del Ejército, que salió del cuartel, aproximadamente a las 14 horas. Los conscriptos recibieron órdenes de permanecer en sus cuadras y de no transitar por los patios.
Cuando regresó el contingente, entre los reclutas se rumoreó que los prisioneros fueron trasladados al predio que tiene el regimiento Tacna en la zona militar de Peldehue. Allí fueron ultimados frente a una fosa de cinco metros de diámetro, preparada a poca distancia de la vivienda del personal de guardia.
Según el relato del soldado, los prisioneros fueron fusilados de a cuatro al borde de la fosa, para que los disparos lo arrojaran al fondo. A los cadáveres que se amontonaban en la huesa les lanzaron granadas, mientras continuaban las ejecuciones de cuatro en cuatro.
El informante regresó al predio a fines de septiembre de 1975, pero la fosa se encontraba tapada. Le relataron que las 26 o 27 personas enterradas gritaron consignas de la Unidad Popular al momento de su asesinato.
Investigando la vida, pasión y muerte de Garrafa, conversé sobre el tema con el periodista Ramiro Sepúlveda en dos ocasiones. Primero, estando ambos presos en el Estadio Chile, el 15 de septiembre de 1975, y por segunda vez, en mayo de 1996.
Ramiro Sepúlveda: "En la madrugada del 18 de septiembre me ingresaron a las caballerizas del regimiento, donde había aproximadamente 50 detenidos, entre otros conocidos, "Coco» Paredes, Enrique París, Arsenio Poupin, Enrique Huerta, 'Garrafa' Contreras y un grupo de detectives de La Moneda retirados después por personal de Investigaciones. El "Garrafa" se quejó que le pegaban continuamente en la espalda, igual que a «Coco» Paredes, con quien se ensañaron. Tendidos boca abajo, yertos de frío, sólo podíamos pararnos para ir al baño, pero acompañados siempre por un milico. En una oportunidad que nos permitieron trotar en el mismo lugar, le pregunté en voz baja por Allende. Recibí como respuesta un gesto de su mano derecha cercenándose el cuello. Horas después, a la medianoche del 12 para el 13, me sacaron con otros prisioneros para llevarnos al Estadio Chile".
Vehemente y sentimental
Cuando surgió el proyecto de este libro, elegí a mi amigo Sergio Garrafa Contreras porque siempre lo quise, lo conocí en profundidad, supe de sus virtudes y debilidades (¿quién no las tiene?) y en más de una acalorada discusión de bar con terceros, defendiendo incluso a golpes su pasión por el socialismo, lo escuché sincerarse, hablarme de su niñez y de sus proyectos, llamarme "hermano" y soltar lagrimones que rodaban por la redondez de sus mejillas.
Supe que, ya adulto, se hizo cargo del kiosco de diarios con su familia, por cansancio de los hermosos viejos que lo criaron. También supe cómo lo perdió por descapitalízarse, después de invitar a medio mundo a las noches interminables de El Bodegón.
Sergio tuvo alma de niño y corazón de samaritano, como lo recuerda su hija Ana Ruby Contreras Isla: "Le gustaba la bohemia. Cuando llegaba de madrugada era común que lo hiciera sin chomba o chaqueta, porque se la había regalado a un viejito que tenía frío, o que llegara acompañado de un niño de rostro famélico para convidarle un vaso de leche. Pero el domingo era de casa, leía El Mercurio, sacaba puzzles e iba a la feria. Conmigo siempre fue tierno y muy cariñoso".
Sergio Gutiérrez Patri, periodista de la Universidad de Chile, es autor del libro Todos morirán, publicado como saga en el desaparecido diario Fortín Mapocho.