Impunidad Chile
Crímenes e Impunidad

Capitulo Anterior Proximo Capitulo Baja

Capítulo V
El vínculo con los familiares

En el presente capítulo relataremos el camino recorrido en la búsqueda y localización de las familias de las 305 personas ejecutadas o detenidas y hechas desaparecer en las tres regiones estudiadas. Describiremos la forma en que se estableció el primer contacto y de qué mane ra se fue creando una relación de confianza.

Cabe destacar que en el transcurso de los siete años en que se desarrolló el presente estudio (que aún continúa), ocurrió en el país un cam bio político de trascendencia que produjo en los familiares, en nosotros y en el contexto global, hechos de relevancia que influyeron o modifica ron parcialmente la praxis misma.

V. 1. Los contactos preliminares.

En efecto, este trabajo fue ideado y se inicia en pleno período dictatorial (1988). En octubre de ese año y de acuerdo a la propia Constatación elaborada en 1980, la ciudadanía debió decidir en plebiscito, la permanencia o no del dictador. Luego de una campaña exitosa, creativa, pero no exenta de grandes obstáculos, dificultades y amenazas, triunfa ron los sectores democráticos. Tras diecisiete años de dictadura, sólo recién en diciembre de 1989 se realiza una elección general la cual, a pesar de un sinnúmero de trabas, permitió elegir presidente mediante el voto popular. Cuatro meses después, en marzo de 1990, asume un nuevo gobierno. Se entraba en la etapa denominada de "transición a la democracia".

Mediante diversas presiones y negociaciones, la dictadura, sin embargo, logró mantener importantes enclaves autoritarios y, muy significativamente para nuestro quehacer, la vigencia de una Ley de Amnistía para los responsables de atropellos de los Derechos Humanos, promulgada en 1978, lo que aseguraba una impunidad absoluta respecto de los crímenes cometidos durante los cinco primeros años del régimen militar.

Durante este período, 19881990, tal como explicamos en los capítulos anteriores, se elaboraron los instrumentos necesarios para la recolección de datos y se constituyeron los equipos multidisciplinarios para realizar la investigación sobre la verdad de los crímenes ocurridos y obtener justicia. Estaban integrados por médicos, psicólogos, antropólogos, historiadores, sociólogos, ayudantes de investigación en Derechos Humanos y trabajadores sociales.

Las salidas a terreno, debido a las distancias y costos, fueron realizadas lamentablemente sólo por uno o dos miembros del equipo. Es interesante señalar que en una región, donde nuestra institución contaba con escaso personal, el trabajo de búsqueda de antecedentes se realizó en conjunto con la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, y con la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

La mayoría de las familias de las 305 personas ejecutadas o detenidas y hechas desaparecer fueron contactadas durante estos dos años. Simultáneamente, los otros miembros del equipo reunían más antecedentes sobre los hechos represivos, sobre las personas, los responsables u otra información que fuera de interés para los fines del estudio.

El trabajo en terreno se transformó en una herramienta primordial para acceder a reconstruir lo sucedido, puesto que si bien teníamos antecedentes sobre las víctimas y los operativos represivos, el hecho de conocer personalmente el entorno geográfico, los hogares, la comunidad y la situación en que se encontraban los familiares, nos permitía interiorizarnos profundamente de la realidad, es decir, vivenciarla.

A través de la "investigación compartida" pudimos convivir con los familiares, con algunos de sus amigos, encontrar más testigos y estudiar las características brutales que tuvo la represión en estas aparta das zonas. Tuvimos la oportunidad de conocer sus hogares y recorrer los lugares que habían sido cotidianos para los detenidos desaparecidos y ejecutados. También logramos conocer como han vivido todos estos años sus familiares supervivientes y percibir el clima altamente represivo en que aún vivían.

Desde el primer encuentro el objetivo principal era ganar la con fianza y lograr que el familiar aceptara colaborar en este trabajo. Explicitábamos claramente nuestra intención y más tarde, según fuera la disposición de ellos, hacíamos en conjunto un esfuerzo por evocar de la forma más nítida posible los antecedentes sobre las personas muertas o desaparecidas y los acontecimientos que habían modificado brutal mente el destino de sus vidas.

Este primer encuentro, en la mayor parte de los casos, estuvo lleno de dificultades. Se realizó siempre en un clima de urgencia, dudas, des concierto y ansiedad, tanto de parte del entrevistador como de los familiares. Luego de más de quince años de ocurrido el hecho represivo, por primera vez hablaban con alguien extraño a ellos de los dramáticos acontecimientos vividos que le habían costado la vida a su familiar. La entrevista se desarrollaba en un ambiente extremadamente tenso e inseguro, por la presencia permanente en esas zonas de contingentes militares o personas que fueron y eran colaboradores de las autoridades. Para nosotros, este primer encuentro humano con una persona cuyo familiar había sido víctima de un crimen constituía una situación casi inédita.

Años después de ocurridos los traumáticos acontecimientos, com probamos la gravedad de la "situación límite" vivida, la magnitud de los crímenes, así como las graves repercusiones que aún presentaban las personas, la familia y la comunidad.

En algunos casos no logramos ubicar el lugar donde vivían y no podíamos preguntar directamente por ellos sin tomar las debidas pre cauciones. En otras oportunidades sólo obtuvimos referencias ya que muchos habían emigrado por la amenaza o simplemente por haber sido expulsados de la región.

Diversos rumores e historias que circulaban sobre los sucesos acaecidos nos sirvieron para orientarnos y localizar el sitio donde las muertes se habían producido o los terrenos donde posiblemente se habían practicado inhumaciones ilegales. Pero también existían rumores que desorientaban respecto de lo sucedido con los detenidos desaparecidos o ejecutados: que se habían fugado del país, que se encontraban en el extranjero, entre otros.

Las familias vivían marginadas y en un clima de absoluta desconfianza. Explicaban que tenían miedo de que los vecinos vieran a "personas extrañas rondando nuestras casas". En muchos casos, la comunidad y ellos mismos asociaban la presencia de un extraño a un posible militante político y temían ser denunciados. Ello explicaba que a veces no fuéramos recibidos e incluso en algunas oportunidades, las menos, directamente nos rechazaran.

De la interacción con estas familias surgieron diversas actividades que permitieron ampliar y profundizar las relaciones. A medida que se desarrollaba el trabajo y con el fin de incorporarlas a la investigación, discutimos con ellas la necesidad de realizar conjuntamente nuevas tareas: buscar otros testimonios, reunir documentos que certificaran la existencia, la vida laboral y familiar del detenido desaparecido o asesinado, recopilar algunas fotografías de ellos, sus escritos..., y por otra parte, toda información que permitiera identificar al responsable: su nombre, su rango exacto y la conducta que había tenido en su accionar criminal.

Cuando visitábamos los hogares y conocíamos los innumerables problemas por los que atravesaban los familiares, intentábamos, de acuerdo a nuestras reales capacidades, dar una respuesta adecuada que no provocara nuevos abandonos y frustraciones. Frente a demandas e inquietudes, interveníamos con el conjunto del equipo: apoyo psicoterapéutico en los casos en que se constataban perturbaciones médico psicológicas de importancia, apoyo social o jurídico para iniciar trámites de carácter legal por el desaparecimiento o ejecución de su familiar o para enfrentar numerosos problemas de orden social.

Dado el aislamiento en que se encontraban, ayudábamos a restablecer lazos de solidaridad entre ellos mismos o con otras familias afectadas. Les comentábamos que habíamos visitado el hogar de otra familia, que los problemas eran similares a los de ellos. Les hablábamos de la situación de aislamiento y de muchos otros temas que ayudaban a recuperar algo de confianza y salir de la incomunicación en que se encontraban. Poco a poco, se establecieron nuevas formas de comunicación que ayudaron a recuperar parcialmente el diálogo interrumpido con otros habitantes de la comunidad.

En la mayoría de los familiares, el intento de sobrevivir al trauma sufrido y a la dictadura los había llevado a perder los vínculos afectivos y sociales, el sentido de pertenencia a un grupo y a la sociedad. De modo que estas familias se encontraban en lo que definimos como una situación de encapsulamiento crónico provocada por la imposibilidad en el tiempo de modificar las causas que generaron la crisis vital, lo que los llevó a una parálisis en el accionar, a una situación de aislamiento y marginación social, a una acentuación de la desconfianza en sí mismos y en los demás, a una pérdida de la relación con el entorno y con sus referentes culturales.

Como resultado de este proceso de "investigación compartida", surgieron numerosas iniciativas por parte de las familias afectadas, que el equipo acompañó y asesoró. Significativas fueron las primeras reuniones de familiares organizadas en conjunto en sus propios hogares. Surge la necesidad de conocer los lugares donde los ejecutados políticos habían sido sepultados y reconstruir sus tumbas abandonadas. En el caso de las familias de las personas detenidas desaparecidas, deseaban volver al lugar donde sus familiares habían sido posiblemente secuestrados o detenidos.

Más tarde, serán los propios familiares quienes tomarán la iniciativa de salir de sus casas y visitar nuestras oficinas muy distantes de sus lugares de residencia, con el propósito de enseñarnos fotografías de su familiar, de informarnos sobre nuevos antecedentes o solicitar diversos tipos de ayuda. A medida que se acercaba el fin del régimen militar en muchos de los familiares renació una esperanza: ahora podrían saber la verdad de lo ocurrido.

Los antecedentes investigados, unido a la práctica realizada, culminaría con la publicación de los libros correspondientes a lo sucedido en las Regiones en una serie titulada Verdad y Justicia. El contenido de ellos cumplía con el objetivo que nos habíamos propuesto: un documento de reconstrucción de la realidad y una denuncia imperecedera de los crímenes; así como una recuperación de la dignidad de la persona que había sido víctima y una identificación sin omisiones de los responsables.

La presentación de los libros fue realizada en ceremonias cuidadosamente preparadas cuyos principales invitados fueron los familiares. Especial preocupación se tuvo para elegir el lugar: en un espacio claro y luminoso, mediante paneles se mostraban los lugares de los hechos represivos, las fotografías de las víctimas así como un breve relato de sus vidas y destino. También se incluía información sobre los responsables identificados y se describía su participación en los hechos.

Invitamos a las autoridades recientemente elegidas en la Región, a fin de que los familiares estuvieran con ellos y a su vez ellos tuvieran la oportunidad de conocerlos.

Al final de la ceremonia, en forma personal, entregamos a cada fa miliar un ejemplar del libro. Muchos de ellos expresaron que el hecho de encontrar la imagen, la descripción de la vida y de las circunstancias de la muerte o desaparecimiento de sus hijos, padres, hermanos o esposo, con los nombres de los responsables, lo sentían como un primer gesto de reparación.

V. 2. Establecimiento y desarrollo del vínculo.

En marzo de 1990 asumía el primer gobierno de "transición democrática". Una de sus primeras iniciativas en materia de Derechos Humanos fue crear la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (CNVR).

En su artículo I especifica su objetivo "contribuir al esclarecimiento global de la verdad sobre las más graves violaciones de los Derechos Humanos cometidas en los últimos años, sea en el país o en el extranjero si estas últimas tienen relación con el Estado de Chile o con la vida política nacional, con el fin de colaborar con la reconciliación de todos los chilenos y sin perjuicio de los procedimientos judiciales a que puedan dar lugar tales hechos" (C.N.V.R. 1991:VIII).

En el párrafo siguiente explica que se entiende por graves violaciones "...las situaciones de detenidos desaparecidos, ejecutados y tortura dos con resultado de muerte, en que aparezca comprometida la responsabilidad moral del Estado por actos de sus agentes o de personas a su servicio, como asimismo los secuestros y los atentados contra la vida de personas cometidos por particulares bajo pretextos políticos" (C.N.V.R, 1991:VIII).

Así, los hechos de competencia de la CNVR fueron sólo dos tipos de situaciones donde estuvo comprometido el derecho a la vida: violaciones de Derechos Humanos cometidas por el Estado y otro tipo de actos constitutivos de violencia política.

Como Organismo de Derechos Humanos discrepamos enfáticamente acerca de este criterio. Consideramos que el único sujeto capaz de violar los Derechos Humanos es el Estado que actúa a través de los órganos y agentes estatales. No existe ningún instrumento jurídico inter nacional ni doctrinario, que considere el criterio contenido en el decreto de la CNVR en el sentido de que "los particulares" pudieran ser sujetos violadores de los Derechos Humanos.

En su oportunidad, denunciamos públicamente todo el extenso campo de violaciones de los Derechos Humanos que no tuvo consecuencias fatales y que quedó fuera de la competencia de la CNVR, tales como, la tortura sin causa de muerte que, como dijimos en capítulos anteriores, fue la principal arma de la dictadura; la violación del derecho a la inviolabilidad del hogar, al debido proceso legal, a la libertad personal, a la libertad de reunión y de expresión; así como el exilio masivo y la prisión política, entre otras muchas acciones represivas llevadas a cabo por el régimen militar.

El D.S. Nş 355 que la creó, en su artículo V, especifica que para investigar diecisiete años de violaciones de los Derechos Humanos "la Comisión tendrá un plazo de seis meses... Si dentro de ese lapso no alcanzara a hacerlo podrá prorrogar ese plazo... por un máximo de tres meses más" (CNVR, 1991: IX).

El plazo de seis meses prorrogable a nueve nos pareció, frente a la magnitud de las violaciones cometidas, un tiempo muy reducido. Por otra parte, este Informe también omitió el nombre de los responsables, quienes quedaron en el anonimato.

No obstante estas discrepancias decidimos colaborar con la CNVR entregando todos los antecedentes sobre violaciones de Derechos Hu manos recopilados durante los años de gobierno militar y, muy especialmente, aquellos referidos a los aparatos represivos de la dictadura con el nombre y los antecedentes de los responsables individualizados.

Proporcionar esta información significaba una medida de resguardo para que ellos fueran denunciados oficialmente. Esperábamos que el Estado asumiera toda la verdad y proporcionara, tanto el listado de las personas víctimas como el nombre de los victimarios, otorgando credibilidad oficial y pública a aquello que los familiares habían largamente denunciado.

El 8 de febrero de 1991 la CNVR entregó su Informe al jefe del Estado, quien lo hizo público el 4 de marzo de 1991. El Presidente, al difundir el Informe, reivindicó "pública y solemnemente la dignidad personal de las víctimas... denigradas por acusaciones de delitos que nunca fueron probados y de los cuales nunca tuvieron oportunidad ni medios adecuados para defenderse". Este reconocimiento por el Estado significaba, en alguna medida, la aceptación de la verdad y el reconocimiento de la realidad vivida por los familiares.

Los equipos multidisciplinarios constituidos en las regiones colaboraron con los representantes del gobierno y los instaron a salir a terreno, lo cual no estaba considerado en su programa. Esta propuesta fue aceptada en algunas ocasiones, lo que permitió que los familiares denunciaran sus casos directamente en sus lugares de residencia. Además, entre otras cosas, permitió que los miembros de la CNVR conocieran el contexto sociocultural y represivo de las localidades donde vivían las familias sobrevivientes. Fue significativo el impacto causado en las familias por esta visita: por primera vez un representante del gobierno se preocupaba por su situación.

La publicación del Informe de la CNVR, confeccionado sin duda con gran profesionalismo y con una correcta metodología, significó un nuevo desafío. El número de casos registrados por nosotros en las tres regiones en que trabajamos era superior a los incluidos en dicho Informe; por otra parte, muchos de los casos, si bien estaban reconocidos, fueron declarados sin convicción (Informe de la CNVR, febrero 1991. Capítulo II, Tomo I).

La propia CNVR recomendó la creación de una institución con carácter de fundación de derecho público debido a que "al término del trabajo de la Comisión aún se continuaba recibiendo antecedentes de situaciones de violaciones de los Derechos Humanos..." (C.N.V.R. 1991, tomo IV).

El 8 febrero de 1992, se publicó la Ley de Reparación Nş 19.123 que creó la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación (CNVR). Se definió su naturaleza y objetivos y se establecieron los beneficios de reparación para las víctimas declaradas con convicción por la CNVR.

En su artículo II, Nş1, señala:"promover la reparación del daño moral de las victimas; promover y coadyuvar a las acciones tendentes a determinar el paradero y circunstancias de la desaparición o muerte de las personas; recopilar los antecedentes y efectuar las indagaciones necesarias para dictaminar en aquellos casos que conoció la CNVR y en que no le fue posible formarse convicción respecto de la calidad de víctima de violación de los derechos humanos, o respecto de casos de la misma naturaleza, sobre los que no tuvo conocimiento oportuno o, habiéndolo tenido no se pronunció sobre ellos por falta de antecedentes suficientes".

En los casos que aparecen sin convicción, en una primera etapa, conjuntamente con la familia, y luego a petición de la CNVR, realizamos la búsqueda de nuevos antecedentes para establecer claramente la existencia de la víctima y las circunstancias de su muerte o desaparición.

Igualmente, los nuevos casos encontrados en el curso de nuestra investigación, fueron presentados a la CNVR. En la actualidad, pese a que el Estado cerró definitivamente en diciembre de 1994 el conocimiento de nuevos casos, nuestro trabajo en este sentido se ha mantenido.

Desde 1990 y a lo largo de todo Chile se han ido descubriendo fosas clandestinas en las que se realizaron inhumaciones ilegales. Estos hallazgos, desencadenaron en los familiares trastornos emocionales muy profundos que, en algunos casos, fueron atendidos profesionalmente. Además, conscientes de que la denuncia es, en estas situaciones, parte muy importante del proceso reparatorio, ayudamos a organizar variadas actividades de denuncia que permitieron a los familiares expresar sus sentimientos e iniciar nuevas formas de comunicación y exigencia social.

Fue así como se realizaron romerías a los lugares de ejecución o desaparición de los prisioneros políticos, encuentros ecuménicos (liturgias, misas y acción de gracias), romerías por las principales ciudades de la regiones, manifestaciones que incluían acciones de encadenamiento en edificios estatales, protestas callejeras exigiendo verdad y justicia, así como difusión de pancartas y volantes, y comunicados de prensa.

En todas estas actividades participaron los familiares, quienes recorrieron largas distancias para incorporarse a los actos. Paulatinamente fueron recuperando las posibilidades de expresarse y de ocupar espacios perdidos reestableciendo contactos interpersonales.

Dado que la impunidad en Chile persiste, el trabajo ha continuado con otras formas de intervención que serán analizados en los capítulos correspondientes.

V. 3. Factores que facilitan u obstaculizan el vínculo.

Con la intención de mostrar los elementos que facilitaron o interfirieron el primer contacto con los familiares en la búsqueda de la verdad, de señalar las diversas circunstancias que es necesario considerar a fin de facilitar la comunicación y la obtención de antecedentes y, por último, indicar algunos elementos que facilitaron el vínculo entre ellos y nosotros, analizaremos en la creación del vínculo de confianza lo sucedido con los familiares de estos 305 detenidos desaparecidos o ejecutados.

El proceso que se desarrolló entre el primer contacto y el momento que se estableció un vínculo de confianza, cobra aquí toda su importancia.

Este proceso plantea ciertas exigencias fundamentales:

• Que el primer contacto lo efectúe el investigador en la propia residen cia de la familia.

• Que durante la investigación se conozca previamente el entorno y el medio cultural en que vive la familia.

• Que la relación establecida con los familiares sea prolongada en el tiempo, lo que permite un conocimiento más profundo y da estabilidad al vínculo.

• Que exista un intercambio, sea de orden social, psicológico o legal, entre las familias y los diferentes miembros del equipo.

De gran interés fue para nosotros comparar las diferencias establecidas según si el primer encuentro se hubiese realizado en el período de dictadura o en el de transición a la democracia.

Un mínimo de familias fueron entrevistadas por primera vez a partir de 1990.

Los diferentes miembros del equipo que establecieron los primeros contactos con las familias aplicaron un instrumento llamado "Guía para complementar datos en fichas de personas y/o familias entrevistadas", señalándose que era sólo "una guía para describir, para relatar, no para seguir ni contestar automáticamente"(Anexo N° 2).

Los principales contenidos de esta Guía son:

• Entorno geográfico y local donde se encuentra ubicada la casa de la familia. Características y situación socioeconómica de la vivienda.

• Relaciones y comportamientos de los vecinos hacia la familia antes de iniciar el proceso de investigación.

• Descripción de la persona que recibe. Apariencia física, comportamientos, formas de comunicación: lenguaje no verbal, movimientos, postura, contacto ocular, expresión facial, excitación emocional, variaciones de la voz y nivel de lenguaje verbal.

• Actitudes y sentimientos del entrevistador que ayudaron o interfirieron en el establecimiento del vínculo de confianza. El entrevistador debe realizar un esfuerzo de introspección y análisis para describir las vivencias y sentimientos que tuvo en el curso de la investigación así como el proceso de aprendizaje que experimentó.

Las modificaciones que se produjeron en el curso de la investigación a medida que se iba verificando la verdad, tanto por nuestra intervención como también por la del Estado, serán descritas en los siguientes capítulos.

El análisis del contenido de esta guía nos permite hacer algunas consideraciones que creemos serán de importancia para futuros investigadores en Derechos Humanos.

Tener una percepción del entorno geográfico, de la posible situación socioeconómica y nivel cultural de la persona que nos recibe así como de la actitud y comportamiento de los vecinos, antes de establecer el primer diálogo, proporciona al investigador variadas señales de cómo debe ser el acercamiento.

Las características de la localidad o zona donde se encuentra ubicada la casa de la familia, el aspecto exterior de ésta así como el conocimiento del hecho represivo allí ocurrido, ayudan al entrevistador a elaborar algunas pautas de acercamiento.

Como hemos señalado en capítulos anteriores, la mayoría de estas familias vivía en zonas rurales apartadas, en regiones precordilleranas o cordilleranas o en medio del campo, a veces en viviendas solitarias o en un pequeño poblado rural. El aspecto exterior de la vivienda, sus características de orden o abandono, la existencia de un jardín, de flores o de un pequeño huerto bien cultivado, o por el contrario, condiciones de suciedad o desorden, permiten una primera orientación.

El material con que estaban construidas (chozas, casas de madera o material ligero o sólido), es otro elemento que orienta en una primera mirada que percibe y registra el entrevistador y que informa de las características sociales, culturales y económicas de las familias, así como de la existencia de un posible nivel de deterioro físico o social.

Asimismo, la actitud y comportamiento del vecindario, de acogida o de rechazo, de diálogo o de silencio, o incluso de ignorancia o desprecio, orientan al entrevistador sobre el posible nivel de aislamiento, marginación y rechazo en que se encuentra la familia.

De tal modo que uno de los primeros requisitos que debe desarrollar el entrevistador es su capacidad de ver, observar y analizar el entorno geográfico, social y humano, requisito indispensable para obtener algunos elementos orientadores sobre la forma más adecuada de acercarse, pero sin que ello lo lleve a prejuicios o conclusiones anticipadas de estas primeras imágenes.

La percepción de la persona que recibe, orienta en forma significativa al entrevistador. El aspecto y la apariencia física de las personas permitirá algunas formas de acercamiento. Frente a personas adultas, campesinas, algunas de ellas bien presentadas, con sus ropas limpias y ordenadas, otras, descuidadas, con sus vestimentas sucias y de aspecto desgreñado, con una mirada franca y directa o una mirada huidiza, con una expresión facial de serenidad o con evidencias de temor y sufrimiento, con la cabeza gacha o erguida, el entrevistador deberá elegir el modo más adecuado para presentarse, sopesando las frases, las palabras, los gestos.

Antes de iniciar la conversación, el entrevistador debe tener en cuenta que en esta relación que se establece por primera vez, surgirán innumerables connotaciones dadas las características e intenciones tan particulares de ambos interlocutores.

El vínculo está definido por la naturaleza y el contenido de la relación, por el tema que ambos tratarán, y que en este caso es un crimen. Uno lo ha sufrido directamente en un miembro de su familia, al otro lo mueve el deseo y la voluntad de conocer la totalidad de los personajes del crimen, víctima y victimario, así como las circunstancias que rodearon este hecho. Es un tema concreto relacionado con la vida y con la muerte el que guiará la relación entre ambos, a pesar de los desvíos o desvaríos de los interlocutores.

Uno es el agredido directamente, el otro el que investiga la agresión; pero este último, por haber vivido también la dictadura, está emocionalmente implicado. Consideramos que este proceso comunicativo depende, principalmente, del vínculo que el investigador sea capaz de establecer en este primer encuentro.

Es por ello que el investigador debe actuar con la máxima flexibilidad para establecer el diálogo, eligiendo en primer lugar cómo identificarse: trabajador de derechos humanos, perteneciente o no a una institución, partidario o no del régimen, sólo profesional, médico o asistente social, etc.; formas de acercamiento que dependerán indudablemente del período político en que se realiza la investigación: en dictadura o en transición.

El entrevistador debe elegir cuidadosamente el momento adecuado para presentar el tema que lo lleva a establecer este primer contacto. No debe ser nunca un interrogador, debe guardar los momentos de silencio necesario para dar oportunidad a los familiares a que se expresen.

De igual modo, debe estar atento a las expresiones de los sentimientos, emociones contenidas y posibles perturbaciones de orden psicológico, que en un momento pueden desbordar a la persona entrevistada y al propio entrevistador, limitando en forma importante la relación interpersonal y la obtención de datos, o resultar un factor facilitador si la persona que entrevista logra contener esta catarsis.

A pesar de que no es el tema principal de este libro ocuparse en profundidad de los trastornos de orden médicopsicológico producidos por los crímenes, ni las alteraciones del comportamiento derivados de ellos, señalaremos someramente las conductas y las respuestas emocionales más frecuentemente observadas desde los primeros contactos.

En un porcentaje muy pequeño los familiares estaban abiertos, dispuestos a colaborar o proporcionar hasta los más íntimos detalles, no mostrando temor ni desconfianza hacia nosotros. Esta actitud fue más frecuente en familias investigadas durante el período de transición o en los casos en que el entrevistado no pertenecía a la familia nuclear.

En muy pocas ocasiones, nos encontramos con un rechazo absoluto, se negaron a recibirnos, veladamente nos amenazaron y en una oportunidad nos agredieron soltando sus perros para que nos persiguieran. Posteriormente pudimos comprobar que esta actitud obedecía a que, algunos de ellos, se sentían y estaban realmente vigilados (se trataba de la época de dictadura). En otros, era el cansancio, la frustración y la rabia por haber recibido promesas de ayuda de otros grupos que nunca se cumplieron.

La gran mayoría de los familiares, especialmente los entrevistados por primera vez durante el período de transición pero también otros cuyo primer encuentro sucedió en dictadura, colaboraron desde un inicio o al poco tiempo. Sin embargo, es importante destacar que en ambos casos, debido sin duda a la existencia de la impunidad, constatamos la persistencia de actitudes que denotaban temor, miedo, y en algunos casos, incluso terror y pánico.

Todos ellos mostraron labilidad emocional que en la mayoría llegó al llanto silencioso o abierto. Un importante número de casos se mostraron incómodos, recelosos, inseguros, llegando algunos de ellos a manifestar una clara desconfianza.

Todos los miembros de las 305 familias tenían un recuerdo nítido de los acontecimientos y relataban los hechos represivos hasta en los últimos detalles. El recuerdo había quedado suspendido en el tiempo con toda la carga emocional que el trauma había desencadenado antaño.

Además de esto, se comprobó la existencia de sintomatología de tipo depresiva y ansiosa, especialmente en las madres y esposas de los detenidos desaparecidos y ejecutados.

En algunos casos el trastorno psicológico era profundo, con alteraciones del juicio de realidad y manifestaciones de orden disociativo.

Se comprobaron también numerosos trastornos en la esfera psicosomática, cuyos síntomas ocupaban a veces un lugar predominante en el relato surgido de este primer encuentro.

En el trabajo con estos familiares hemos podido comprobar una vez más que la acción destructora producida por los Crímenes de Lesa Humanidad se origina principalmente por la conjunción de dos mecanismos psicopatológicos(1) : los trastornos producidos sobre la persona misma y los derivados de la perturbación de la relación de esa persona con el otro.

Ambas alteraciones se unen, se interrelacionan, se potencian. En algunos familiares eran más evidentes y predominantes los trastornos del sí mismo, en otros era más notoria la constitución progresiva de un núcleo de desconfianza, pero en unos y en otros, ambos tipos predominantes de perturbación eran generadores de síntomas o conductas difíciles de comprender.

En la génesis de la desconfianza, al parecer, existía un doble mecanismo: por un lado, la pérdida de la autoestima por el sufrimiento y conducta tenida ante la agresión y, por otro, la destrucción de la con fianza humana producida por la interacción con los responsables.

El accionar de los agresores durante los allanamientos, el secuestro o la tortura, había destruido el significado que en condiciones normales tiene la relación con el otro. El vínculo que habitualmente es formador, entregador de afecto, conocimientos y prácticas, de creación de valores, de proyectos, ideales y con el tiempo constructor de recuerdos predominantemente positivos, había quedado destruido.

La relación creada con los responsables en caso de haberse encontrado frente a frente con ellos, o con el hechor imaginado en el caso de los familiares detenidos desaparecidos o ejecutados, en que ellos no fueron testigos del secuestro o asesinato, había provocado un recuerdo per verso, destructor de la persona en si misma, pero muy especialmente de la relación con los otros.

De este modo, el traumatismo psíquico producido por los crímenes, con la negación y ocultamiento de los responsables, se había transformado en un sufrimiento continuo. Si bien se había iniciado en un día y en un espacio determinado, a causa de la impunidad este sufrimiento discurría por siempre y en todos los ámbitos de la persona y muy especialmente en la vida de relación con el otro y en su vinculación social.

Por todo lo anteriormente descrito, el análisis y discusión de los sentimientos, deseos y modos de intervención del entrevistador, constituyen la herramienta básica para la construcción del vínculo de confianza. Vínculo de confianza indispensable para el reestablecimiento de la intersubjetividad perdida.

Antes de establecer el primer contacto con el familiar, es necesario que el entrevistador se pregunte a sí mismo quién es él, por qué y para qué desea hacer este trabajo. Será de interés que las motivaciones y habilidades puedan ser discutidas por el conjunto del equipo, situación que no se cumplió en nuestro caso lo cual no provocó consecuencias graves, pero significó importantes limitaciones. Tampoco tuvimos, sobre todo durante los primeros años, la posibilidad de hacer evaluaciones rigurosas.

Todas estas deficiencias se debieron, tal vez, a falta de conceptos y parámetros previos, a inexperiencias, a temores, pero muy especialmente, a la urgencia de responder al continuo de agresión humana vivida bajo dictadura y a impedir la impunidad que se avecinaba.

Por otra parte, los miembros del equipo multidisciplinario, a pesar de que la mayoría no había sufrido directamente la agresión, habían estado todos ellos inmersos durante años, al igual que los familiares, en un clima de violencia y de crímenes. Por lo tanto, consciente o inconscientemente tenían, en mayor o menor grado, temores o desconfianzas. Temor que, según las circunstancias, alcanzaba las dimensiones del miedo, lo que impidió en algunas ocasiones una relación inicial natural y abierta.

Resulta fundamental por tanto, que el investigador antes de establecer el primer contacto esté informado sobre el hecho represivo, tenga algunos datos de quién era el familiar detenido desaparecido o ejecutado, conozca las características del lugar y sepa de los acontecimientos sociales, políticos y represivos que allí ocurrieron.

Llegado al lugar, es recomendable tomar en consideración lo siguiente: elegir cuidadosamente la hora en que se va a realizar la entrevista; dar tiempo a que el familiar elija el lugar para conversar; no marginar inicialmente a ningún miembro de la familia que se encuentre presente.

Además de las observaciones señaladas en cuanto a forma de presentación y lenguaje a utilizar, el entrevistador debe evaluar el momento y la forma en que va a iniciar la obtención de los antecedentes dando prioridad a uno u otro contenido (personas, responsables, hechos, circunstancias) según sea el discurso de los familiares. El entrevistador debe tener una actitud abierta y acogedora frente a los múltiples temas que pueden ser planteados y que muchas veces no están relacionados con el hecho represivo sino con la situación de vida actual de la familia.

El entrevistador debe permitir al familiar cumplir un papel protagonice tanto en lo que se está dialogando como en la posibilidad de que él asuma un rol más activo en la búsqueda de la verdad.

En los casos que el entrevistador sólo tenga el nombre del posible detenido desaparecido o ejecutado y desconozca los antecedentes generales e ignore el lugar de residencia de la familia, debe tener una actitud muy cautelosa para preguntar adecuadamente al vecindario sobre cómo ubicar a esa familia. Esta actitud de cautela se debe a que muchos familiares se molestan y se sienten recelosos de que sus nombres fueran indagados por personas desconocidas.

De suma importancia es estar preparado para dar una respuesta adecuada frente a reacciones emocionales graves e incontrolables. Indudablemente, los profesionales de la salud (médicos, psicólogos, trabajadores sociales), dada las características del universo de personas con que se trabaja, son los que mejor pueden enfrentar este tipo de manifestaciones. Ello no siempre es posible, por lo cual es necesario que el entrevistador sin formación en temas de salud maneje ciertos conocimientos indispensables para no verse desbordado frente a tales eventualidades.


Nota:

1. El término psicopatológico es ambiguo. E. Minkwoski, considera que la psicopatología es ante todo la psicología de lo patológico más que una simple patología de lo psicológico.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 29jun01
Capitulo Anterior Proximo Capitulo Sube