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1. Los ejecutados sobre el puente del río Loncomilla.
Melozal, es un pequeño poblado campesino ubicado a 21 kms. al sureste de San Javier.
El día 15 de septiembre de 1973, una patrulla de efectivos militares y carabineros, que se desplazaba en un jeep, llegó al pueblo.
Detuvieron en sus casas a: Rubén Antonio Acevedo Gutiérrez, un obrero agrícola de 22 años, casado, un hijo, dirigente campesino de ese lugar y a Cesáreo Soto, de 60 años, casado, dirigente sindical campesino. Buscaron además, a Vidal Riquelme Ibañez, de 45 años, comerciante de animales en la feria de San Javier, conviviente de Rosa Norambuena, con quien tenía un hijo de 4 años. Ella recuerda que entre los carabineros que lo buscaban iba el Cabo Mella, quien estaba a cargo del Retén de Melozal. No lo encontraron en su casa, pero al saber que lo buscaban, inmediatamente se presentó al Retén. Al día siguiente, los carabineros les dijeron a sus familiares que habían ido a preguntar por él, que había sido trasladado a la Comisaría de San Javier. Sin embargo, Alonso Campos Morales, quien acompañó a Vidal cuando éste se fue a entregar a carabineros aseguró que allí se le dijo a los detenidos que iban a ser trasladados a la Escuela de Artillería de Linares.
Al día siguiente. Rosa y otros campesinos escucharon por la Radio Centenario que "varios detenidos habían sido muertos en el Puente Sifón, sobre el río Loncomilla, al tratar de escapar de la patrulla que los custodiaba."
Por otra parte, María Gertrudis Soto, esposa de Cesáreo, relata que un carabinero le contó "que los habían matado por haberse levantado contra los militares y que habían lanzado sus cuerpos al río."
El hermano de Vidal Riquelme, Abraham del Tránsito, al enterarse que su hermano había sido detenido, fue al Retén de Carabineros de Melozal:
" ... el Cabo Mella nos informó que no se encontraba allí porque ellos los habían entregado a una patrulla militar. En el Retén había un civil de guardia, Sergio Rojas, quien decía que estábamos en guerra y que él estaba allí para defender el Retén."
Días después, el padre de Rubén Acevedo, tras numerosas gestiones, consiguió que el Mayor de Carabineros de la Comisaría de San Javier autorizara al cuerpo de bomberos para que junto con buzos profesionales contratados en Constitución, rastrearan el fondo del río en las cercanías del puente.
En Declaración Jurada, Abraham Riquelme Ibáñez señaló:
"El río estaba lleno de cadáveres que los buzos tomaban del pelo, los sacaban del agua y nos los mostraban para saber si era el que buscábamos y los lanzaban de nuevo al agua. Se les notaban los orificios de las balas en la espalda y el pecho lo tenían destrozado."
La madre de Rubén Acevedo. en Declaración Jurada, afirmó:
"Ese día encontraron el cuerpo de nuestro hijo. También había otros cuerpos que no pudieron rescatar porque no tenían autorización. El cuerpo de nuestro hijo presentaba tres balazos por la espalda que traspasaban el pecho y en el muslo derecho presentaba un rayón, probablemente de bayoneta, que llegaba hasta la rodilla."
Las familias de Cesáreo Soto y Vidal Riquelme continuaron buscando día a día en las riberas del río. Una y otra vez seguían el cauce hasta su encuentro con el río Maule. Otros campesinos les ayudaban a buscar. El hermano de Vidal dijo:
"Encargué por todas partes que lo buscaran, pero los militares y los carabineros intimidaron a los lugareños y les dijeron que si encontraban un cadáver lo empujaran con palos de agua para que se los llevara la corriente."
Relacionado con ellos está también el caso de Gerardo Antonio Encina Pérez. El es el cuarto hombre cuyo cuerpo fue arrojado al río Loncomilla.
Gerardo, casado, de 33 años, era agricultor y militante del Partido Socialista. Según su esposa, María Inés Samur. había sido detenido a los pocos días del Golpe, cuando llegaron carabineros a su casa en busca de armas.
"Yo misma vi cuando lo tenían boca abajo, tendido en el suelo, más de seis carabineros lo pateaban y se subían arriba de él. Luego lo trasladaron a la Cárcel de Linares, donde estuvo detenido varios días."
En esa oportunidad, Gerardo fue liberado, luego que se pagaron mil escudos de fianza en la Fiscalía Militar.
"Días después, nuevamente llegaron carabineros a la casa en Melozal para detenerlo, él no se encontraba pues tranquilamente había ido a pescar al río con nuestro hijo. Le dejaron una citación para que se presentara en la Comisaría de San Javier el día 2 de octubre."
Su esposa María Inés lo acompañó en este trámite. "El me gritó por una reja que lo esperara". Sin embargo, desde ese día, ella no lo vio nunca más. Al día siguiente fue a la Comisaría y el jefe. un carabinero de apellido Caceres, negó haberlo visto. También fue a la Escuela de Artillería de Linares, allí le dijeron:
"... que lo habían dejado en libertad al día siguiente. Volví a mi casa, pero él nunca más volvió."
" Cuando me enteré por los comentarios de la gente que estaba muerto en el río Loncomilla, me quedé callada y no lo busqué más. Me dio miedo que me mataran a mí también." (1)
Un mes después, al repetirse la maniobra de búsqueda en las profundidades del río, de los cuerpos de Vidal Riquelme y Cesáreo Soto, familiares de Cesáreo vieron como sacaban el cuerpo de Gerardo Encina. "Pero como no correspondía al que tenían la autorización de sacar, debieron lanzarlo nuevamente al agua", relató la madre de Rubén Acevedo.
Finalmente, el único cuerpo rescatado del río Loncomilla fue el de Rubén, ya que el de Cesáreo Soto fue encontrado en una ribera, kilómetros más abajo del puente.
Por último, el hermano de Vidal Riquelme declara que el responsable "es el Sargento Muñoz Pozo, quien en la actualidad vive en Linares, al parecer muy tranquilamente."
Nota:
1. Declaración Jurada de María Inés Samur Garrido, Notaría de Linares, 13 de septiembre de 1990.