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Parte Primera Esta Primera Parte fue escrita en base a la lectura y selección de textos de los libros de Historia y Geografía de la Enseñanza Media, de la lectura de algunas novelas de escritores chilenos referidos a la vida campesina y muy especialmente del análisis del libro de Gabriel Salazar "Labradores, Peones y Proletarios", de "Historia social de la agricultura chilena", de José Bengoa, del libro "La lucha por la tierra" de Elisabeth Reiman y Femando Rivas y de una nueva lectura de la obra del escritor chileno Benjamín Subercaseaux "Chile o una loca geografía".
Por no ser la historia social campo de nuestros conocimientos, hemos hecho una síntesis de las principales ideas y hechos referentes al tema que nos ocupa, destacados por los autores citados. En relación al origen, aplicación y término del proceso de Reforma Agraria, los datos fueron obtenidos de libros especializados sobre el tema, revisión de prensa desde 1967 a 1974 y entrevistas dirigidas a actores directos del proceso.
Capítulo Primero
Antecedentes Históricos y algunos Alcances Psicológicos
En 1973, el Golpe Militar del 11 de septiembre se dejó caer en el país en forma inexorable. Ningún rincón de Chile quedó al margen. Sin embargo, cada lugar tuvo sus propias características según su historia, su geografía, según los elementos que con el tiempo habían ido configurando su estructura económica y social, conforme a la idiosincrasia de sus habitantes, y de acuerdo a los conflictos políticos existentes en el largo período que precedió al quiebre institucional.
A diferencia de los habitantes de las regiones situadas más al sur -donde los mapuches conservan y tienen hasta ahora un íntimo sentimiento de pertenencia con respecto a la tierra- en la Región del Maule, al parecer, el aborigen perdió rápidamente ese sentimiento.
Desde la época de la conquista española esta región se había estructurado como una zona agraria, en donde la relación de propiedad o no de la tierra diseñó desde un comienzo una radical diferencia entre los que la trabajan y los dueños de ella. Diferencia que hasta el día de hoy observamos en su forma de ser, de pensar, de creer, de hablar, de comportarse, de relacionarse e incluso de expresarse corporalmente.
Los colonos españoles, y más tarde los mestizos, se apropiaron de las tierras y de sus habitantes. Los sometieron en un comienzo como esclavos, luego como siervos y enseguida como hombres que de diversas maneras y hasta en la relación humana les pertenecían.
En la VII región se constituyó una aristocracia criolla, tal vez la más soberbia, clasista y déspota de las conocidas en todo el territorio de Chile, transformando la relación de los hombres -patrón y campesino-, en una interacción humana compleja, desigual y despiadada.
"No hay un hombre que desee venir a este país", escribió Pedro de Valdivia al Rey de España en 1535. Pasaron algunos años antes de que alrededor de 150 españoles y unos 3.000 indios yanaconas del Perú acompañaran la primera expedición rumbo a Chile . (1)
Hacia el año 1500, los Incas, tras una campaña militar emprendida por el cacique Huayna Capac, habían extendido su imperio hasta la ribera norte del río Maule. Tal vez es por eso que a la llegada de los españoles en 15 36 la densidad de habitantes de esta zona era bajísima, encontrándose la población dispersa en pequeños caseríos. .
Los españoles que llegaron a Chile eran artesanos y campesinos muy pobres, gente humilde y sin gran cultura. Por su situación económica se habían visto obligados a emigrar de España. En este viaje de conquista su objetivo principal era, por tanto, buscar condiciones económicas que les permitieran como fuera desarrollarse económicamente y sobrevivir.
Así, a medida que avanzaban por el territorio de Chile, los colonizadores se iban adueñando de las tierras, expulsando o sometiendo a los aborígenes. La nación indígena era para ellos una reserva inagotable de mano de obra.
A diferencia de otras zonas de América, los conquistadores no encontraron grandes yacimientos de oro y tuvieron que cambiar su proyecto de explotación minera por el de explotación de la tierra. Así, este territorio se fue configurando como esencialmente agrícola.
Además de perder sus tierras, los habitantes de este país fueron despojados de su derecho a constituir una nación, puesto que muy rápidamente el Rey de España decidió reconocer a los indios americanos cornos sus súbditos legítimos. Los indígenas perdieron así su autonomía y se les transformó en súbditos de una corona y de un país que ellos no conocían y menos imaginaban. De este modo, la identidad como persona fue en Chile, desde un comienzo, agredida y trastocada.
Por otra parte, los futuros colonos tampoco fueron dueños directos de las tierras conquistadas, lo que creó en ellos, posiblemente, un sentimiento de ambivalencia. En efecto, la creación de las encomiendas -que consistía en la donación por parte del rey de un número de indios y de las tierras habitadas por ellos a manera de recompensa por los servicios prestados a la corona- no respondió a los intereses y expectativas de los colonos, ya que la tierra pertenecía a la corona.
Según Gabriel Salazar: "Las primeras 60 encomiendas distribuidas por Pedro de Valdivia en 1544, debieron ser reducidas a 32, al descubrirse que las tierras respectivas contaban con una población indígena demasiado exigua. Es por este motivo, que a solicitud del aventurero alemán Bartholomaeus Blumen, venido con Valdivia, se amplió la zona de encomienda hasta el río Maule" (2)
Con este sistema, los indígenas se transformaron en siervos de los colonos y más tarde los mestizos continuaron siendo propiedad del hacendado criollo.
Además de perder completamente su libertad, hombres, mujeres y niños eran sometidos a una sobrecarga de trabajo, golpes y otras formas de castigos y torturas.
En 1553, Fray Francisco de Victoria escribía: "cada encomendero echa a las minas a sus indios, hombres y mujeres, grandes y chicos, sin darles descanso ni más comida en ocho meses que un cuartillo de maíz por día; y el que no trae la cantidad a que está obligado, recibe palos y azotes; y si alguno esconde algún grano, es castigado con cortarle narices y orejas, poniéndolas clavadas en un palo para escarmiento de los demás." (3)
A los colonizadores pobres, a quienes no les fue asignada encomiendas, también se les prohibió adquirirlas, quedando desprovistos de un lugar donde vivir. Fueron llamados "vagamundos". Ellos son, posiblemente, el origen de los futuros afuerinos.
Además de no tener acceso a la tierra, en 1549 una cédula real dictaminó que "los hombres ilegítimos no podían ocupar cargos públicos sin un permiso especial de su majestad."
Desde muy temprano entonces, este sector de los habitantes de Chile no pudo desarrollar un sentimiento de pertenencia ni tampoco de identidad propia: nunca tuvieron nada, se les prohibió incorporarse a la naciente sociedad civil y como personas carecían de un sistema de relación estable.
Con el correr del tiempo, el número de inquilinos al interior de las encomiendas fue aumentando en forma considerable. En el siglo XVII se trató de dar un respaldo institucional a esta situación, ya que la miseria de los inquilinos era extrema. Pero nada de esto se cumplió por parte de los terratenientes, a pesar que en 1720, una nueva cédula real terminó por abolir las encomiendas.
Tuvo que pasar medio siglo antes que el cambio se llevara a cabo. Las encomiendas, finalmente, dejaron de existir, transformándose en grandes haciendas trabajadas por inquilinos. Estas haciendas quedaron sujetas a la ley de mayorazgo y su vigencia se prolongó hasta mediados del siglo XIX, lo que sirvió para perpetuar el poder de las clases poseedoras.
Frente a la situación de explotación y miseria en que vivían los inquilinos, las masas de colonos pobres y mestizos desempleados vieron la inquilinización sólo como último recurso. Prefirieron arrendar retazos de tierras en diferentes lugares, cambiándose continuamente o pidiendo a las autoridades municipales merced de sitio.
Este sector fue catalogado desde entonces por los hacendados como "bajo pueblo". Porque para ellos y para las autoridades españolas eran delincuentes potenciales.
La memoria axiológica empieza a constituirse históricamente. Así, la representación mental de la pobreza, ligada al bajo pueblo, se une ajuicies de valor en que ella -la pobreza- se asimila a ideas de inferioridad, delincuencia, subhumanidad y, por tanto, a peligro.
Para defenderse de estos "potenciales delincuentes" se dictaminó que para aquellos que no tenían residencia fija, debían fundarse villas donde habitaran. Fue así que comenzaron a fundarse las ciudades.
Al principio los terratenientes se opusieron a esta política, pero con el tiempo la presencia en las villas de los grandes hacendados hizo que las ciudades se fueran estructurando geográficamente de acuerdo a los distintos estratos sociales; los más pobres se ubicaron en los alrededores y la nobleza en el centro.
Otro motivo para la fundación de villas o ciudades, fue la necesidad de adoctrinamiento religioso. Dadas la mayor aglomeración de feligreses y la construcción de capillas donde efectuar sus ceremonias. Las nuevas ciudades emplazadas a intervalos equidistantes, alrededor de 50 km. de distancia entre cada una en el camino que atraviesa a lo largo del valle central, van a ser la base de la urbanización inicial de todo el país.
Fue así que entre 1730 y 1800 fueron fundadas, entre otras ciudades: Parral, Cauquenes, Linares, San Carlos, Quirihue, Coelemu, Yumbel y muchas otras.
La fundación de estas ciudades no fue fácil. Muchos habitantes diseminados en las cercanías de las villas fueron obligados a tomar sitio "bajo pena de confiscarles sus bienes, quemarles sus viviendas y desterrarlos del reino. Al fundar las villas de San Antonio, la Ligua, Illapel, Linares, las autoridades redujeron por la fuerza a los habitantes de los pocos 'pueblos de indios' que aún sobrevivían en las proximidades."
En teoría, el poblador recibía un sitio en la villa y una chacra en las proximidades.
En la Región del Maule se fundó la ciudad de Talca, actual capital de esta región. Originada de una fracasada fundación en 1692, fue refundada en 1742 por Manso de Velasco con el nombre de Villa San Agustín de Talca. Su nombre significa en voz mapuche: sitio del trueno.
A 110 Km. al oeste de Talca, en la desembocadura del río Maule, fue fundada la ciudad puerto conocida actualmente como Constitución. Don Ambrosio 0'Higgins, que la fundó en 1794, la llamó Nueva Bilbao.
Aproximadamente a 53 Km. al sur de Talca, en 1749, fue fundada Linares con el nombre de Villa San Ambrosio de Linares. A 42 Km. al sur de Linares se fundó en 1794 la ciudad de Parral, también por don Ambrosio O'Higgins, quien la denominó Reina Luisa de Parral, en homenaje a la esposa de Carlos IV.
A raíz de la guerra de la independencia en 1810, nuevamente se iniciaron movilizaciones y traslados de un lugar a otro. El despoblamiento campesino también afectó a las villas del Maule. De Parral se recibió un despacho en 1822 que decía: "son las 11 de la noche y en este momento me vienen a decir que todas las pocas familias que quedan en este pueblo se van saliendo para otros partidos y a la campaña... y lo peor es que la gente que sale va arrancando de la campaña, de modo que cuando llaman las milicias ningún hombre viene." (4)
Esto obligó a las autoridades municipales a "mercedar" o arrendar a gente pobre miles de sitios y huertos y a poblar o repoblar numerosas villas campesinas. El resultado fue que hacia 1850 numerosas capas de pequeños propietarios rurales se aglomeraron en tomo a las villas y ciudades constituyendo, quizás, la mayor concentración de campesinos de este tipo en todo el país.
En la VII Región los indígenas que aún no se habían mezclado, se redujeron a pequeños y miserables-poblados. Con el tiempo y el mestizaje, las comunidades autóctonas dejaron de existir.
La independencia no cambió fundamentalmente las estructuras de poder y no influyó mayormente en la vida de aquellos que trabajaban la tierra. Los criollos que dirigieron la revuelta fueron en su mayoría hacendados y durante la contienda se cuidaron de mantener el control del país. Una vez derribado el poderío español fue esa clase -una aristocracia cuyo poder nacía de la propiedad de la tierra- la que ocupó su lugar.
A propósito de la independencia de Chile, es interesante señalar la cita que del ciudadano inglés Mc Bride hizo Benjamín Subercaseaux en su libro CHILE O UNA LOCA GEOGRAFÍA: "Cuando se dejaron sentir los primeros síntomas de agitación en las colonias muchos de los terratenientes de Chile, peninsulares y criollos, permanecieron leales a la corona, pues sus intereses eran en gran parte idénticos con los de aquella... Chile se libertó de España, pero no de las instituciones españolas; labró su independencia, pero no hizo una revolución. A través de la larga contienda por alcanzar la libertad política, ningún intento se hizo para extender esta misma libertad a las masas".
La constitución de 1833 reflejó el absoluto dominio que sobre la vida política y económica ejercía la clase de terratenientes y proclamaba la inviolabilidad del derecho de propiedad.
En 1858 nació la primera organización 'gremial' que existió en Chile, La Sociedad Chilena de Agricultura, que más tarde cambió el adjetivo de Chilena a Nacional. En su órgano de prensa, "El Agricultor", se refleja el concepto y la forma de relación con el campesinado. En sus numerosas ediciones se repetían las lamentaciones por la ignorancia del inquilino, su falta de interés en el trabajo, su tendencia a la embriaguez y muchas otras cosas negativas más. Podemos inferir que estos juicios de valor se habían transformado ya en un sistema de ideas que configuró la mentalidad de la clase alta y, especialmente, de los terratenientes del país.
En una encuesta hecha a los latifundistas a mediados del siglo pasado, ellos asignaron las siguientes categorías de valor a los campesinos: "injuria, infidelidad para con los amos, falta de respeto, robo, juego, embriaguez".
Los 30 años de la llamada República Liberal (1861 -1891) no cambiaron mayormente el firme dominio que continuaron ejerciendo un pequeño puñado de familias oligárquicas. Por esa época Benjamín V. Mackenna criticaba que Chile fuese "gobernado patriarcalmente como una gran hacienda".
El diario oficial de la Sociedad Nacional de Agricultura había publicado: "la condición del labrador no depende sólo del trato que recibe de los patrones, depende también de su completa ignorancia. Sin conocimiento de sus deberes, con ideas absurdas y extravagantes sobre la religión, lo vemos entregado a los vicios más groseros. A este mal sólo hay un remedio: "instruirle acerca de sus obligaciones e inculcarle las nociones fundamentales de nuestra religión" y termina diciendo: "es preciso en el actual estado de nuestros campos, crear una policía rural que reprima los malos comportamientos y asegure a los propietarios el fruto de sus derechos". (5)
Por tanto, en esa época, frente a la miseria y la ignorancia de las personas, en vez de dar una respuesta que permitiera su desarrollo como seres humanos, cambiando sus condiciones sociales y económicas, se recurrió a medidas que están en la base del autoritarismo: adoctrinamiento para cumplir sus obligaciones, utilización de la religión como elemento de presión y de castigo, más que de liberación, y por último, de represión policial.
La forma en que el patrón ejerce su dominio reproduce la del monarca. Por otra parte, la exterioridad del campesino es muy reducida y pobre, está restringida a un solo lugar, el cual además no le pertenece. Su vida es dirigida desde afuera no por sí mismo, sino por otro.
Una tesis titulada INQUILINO O SIERVO, del abogado Ramón Domínguez, aparecida en 1867 y dedicada a los campesinos detalla la forma de trabajo y de pago del campesino: "el inquilino está obligado a trabajar de balde y lo que se le paga depende de la conciencia del patrón, de su capricho o de su avaricia... En el sur se acostumbra pagar en especies o el campesino debe comprar en la propia pulpería del fundo, que es a la vez del patrón... al inquilino no se le llama siervo pero al igual que un siervo puede ser azotado... como a un siervo se le quema el rancho en que vive sólo porque ha irritado al patrón."
En 1875 se realizó el Primer Congreso Libre de los Agricultores. En ese congreso, un concejal "habló del inquilino atacándole pero a su vez dando indicaciones para que a través de su cuidado éste pueda rendir más. Por otro lado atacó violentamente al afuerino o peón trashumante, sin domicilio fijo, que se ofrece en tiempos de siembra o cosecha como jornalero. 'Es el peor enemigo de la sociedad', expresaba. (6)
Como hemos visto, a fines de siglo, los diversos roles humanos que se fueron configurando en el campo -patrón, capataz, inquilino, pequeño agricultor y afuerino establecieron entre sí relaciones de doble dependencia. Para el patrón su dominio sobre el campesino lo autoafirmaba y sustentaba su elevada autoestima. El poder le pertenecía. El capataz, obsecuente del patrón, era a su vez déspota frente al campesino. El inquilino, por su parte, seguramente tenía un permanente sentimiento de ambivalencia: de idolatría hacia su patrón por un lado y de resentimiento por otro.
A partir de la década de 1920, comenzaba recién lo que se llamaría la toma de conciencia del campesinado. En 1909 se había constituido la "Federación Obrera de Chile" (FOCH), la que también tenía una política reivindicativa hacia el sector agrario. Numerosos campesinos que habían trabajado en las salitreras, después de sus cierres, volvieron al campo con ideas de cambio por la experiencia adquirida en los sindicatos mineros. Los obreros habían logrado, por fin, traspasar sus inquietudes a los campesinos, lo que no logró prosperar por la resistencia de los patrones. En 1921, en la Hacienda "Lo Herrera" de San Bernardo se produjo la primera represión violenta contra estas organizaciones. Entre 1920 y 1926 se registraron varios desalojos y expulsiones violentas de campesinos en San Felipe, Chimbarongo, Curepto, Lebu y Valdivia.
Ante este inicio de despertar, en enero de 1921 la Sociedad Nacional de Agricultura expresaba su alarma en una editorial de su diario que tituló: "La sindicación de los labriegos", señalando el mal ejemplo que han dado a los campesinos los obreros industriales, los cuales quieren "obtener regalías por medio de la huelga."
Arturo Alessandri en el poder propuso lo que serían "drásticas reformas"; tales como la separación de la Iglesia del Estado, creación del Seguro Obrero, Impuesto a la Renta y mayor contribución de la propiedad agraria.
Con la dictación en 1924 de las primeras leyes sociales, especialmente la Ley 4054 de Seguro Obrero, y el establecimiento de la primera Ley de Impuesto a la Renta, los hacendados se sintieron amenazados. La promulgación el 30 de agosto de 1925 de una nueva Constitución, que fortalecía las atribuciones del ejecutivo y lo facultaba para propender a la división de la propiedad, consagrando la función social de ésta, tuvo una tenaz oposición conservadora.
Durante todos los años que siguieron se observa la enorme oposición fría, descarnada y deshumanizada que los terratenientes hicieron a cualesquiera ley social que beneficiara a los hombres del campo. Incluso en 1950, solicitaban la supresión de formas de medicina socializada ya que en nada beneficiarían a la masa popular, alegando que "las imposiciones no tienen beneficio alguno". La consigna de los hacendados era: "Si se ataca al campo hay crisis y si hay crisis se acaba Chile." Este fue por años su lema: imponer y mantener el poder a través del miedo.
En 1934, los trabajadores de la colonia agrícola de Balmaceda, en Victoria, agrupados en el Sindicato Agrícola de Lonquimay, fueron desalojados de sus tierras y acusados de sublevación. La represión, que fue muy violenta terminó en una masacre conocida hasta ahora como la "Matanza de Ranquil".
La Iglesia Católica, inspirada en la enseñanza del magisterio social, comenzaba a apoyar el trabajo campesino. En el año 1946 ayudó a la creación de la "Acción Sindical Chilena" (ASICH) que tomará contacto con grupos de agricultores de Molina (VII región) formando en 1952 la "Federación Sindical Cristiana de la Tierra". Al año siguiente realizó una gran movilización que abarcó 30 fundos y a más de 2.000 trabajadores. El apoyo eclesiástico fue significativo, por lo que el gobierno no pudo reprimir esta manifestación y los patrones tuvieron que acoger gran parte de las peticiones campesinas.
Ese mismo año, la Iglesia fundó el Instituto de Educación Rural, el que tuvo mucha influencia en la formación de líderes campesinos cristianos. Más tarde, estos asumieron tareas de formación en el movimiento sindical campesino.
Por otro lado, las organizaciones vinculadas a los partidos de izquierda realizaron el año 1961 un Congreso de Unidad. Allí participaron las organizaciones que habían logrado sobrevivir en el período anterior y decidieron unificarse en la Federación Campesina Indígena, la que se integraría de inmediato a la Central Única de Trabajadores.
Notas:
1. Elisabeth Reiman, Femando Rivas. La lucha por la tierra. Colección Nosotros los Chilenos. Editorial Quimantú, 1971.
2. Gabriel Salazar. Labradores, Peones y Proletarios. Ediciones SUR, Colección Estudios Históricos. Santiago, 1989.
3. G.Salazar. Op.cit.
4. G.Salazar. Op.cit.
5. E.Reiman y F.Rivas. Op.cit.
6. E.Reiman y F.Rivas. Op.cit.