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23nov05


El ahijado literario de Pinochet.


El 1 de noviembre de 1981, la periodista Raquel Correa le preguntó al director de la Biblioteca Nacional, en una entrevista publicada en el diario “El Mercurio”:

-¿Es usted un intelectual “momio”?

-Sí. Absolutamente. Lo declaro enfáticamente, sin ninguna duda. Lo fui toda mi vida, lo soy y lo seguiré siendo.

La respuesta es de Enrique Campos Menéndez. Autor de más de 45 libros, designado a los 24 años por Arturo Alessandri Palma como miembro de la Embajada chilena en Argentina, embajador de Chile en España, ex asesor cultural del Gobierno militar, director de la Dirección de Archivos y Museos y regalón de Augusto Pinochet Ugarte.

En la actualidad, Campos Menéndez tiene 91 años. Vive en el tercer piso de un edificio de la comuna de Las Condes y se acompaña de Sixto Arenas, su secretario personal. Campos Menéndez es alto, delgado y canoso. Con la vista parcialmente perdida, camina lento dentro de su departamento hacia su biblioteca, donde las obras completas de Quevedo finalizan cuando aparece una foto de quien gobernara Chile por 17 años.

Con su memoria intacta, levanta la voz y recuerda con orgullo que el único presidente en ir al funeral de Francisco Franco fue Pinochet. Pero este hombre nacido en Punta Arenas, ya no redacta documentos junto a Jaime Guzmán, ni interviene en decisiones culturales representando a la Junta militar, ni se define como “un ardiente antimarxista”. El autor, que en 1940 publicó su primer libro de cuentos, “Kupen” (Editorial Emecé), ya bajó la guardia y cambia de tema con astucia, para que no lo fustiguen. Pero, sin duda, se sigue definiendo como un hombre de derecha porque “soy noble, caballero y cristiano”.

Fraude en Agosto

En 1986, quien fuera miembro y fundador del programa de televisión “A esta hora se improvisa”, obtuvo el Premio Nacional de Literatura. El lunes 18 de agosto de ese año, José Donoso era el favorito de los escritores para obtener el Premio Nacional. Campos Menéndez, en tanto, era el preferido del Gobierno militar.

Tres votos contra dos determinaron como ganador al narrador puntarenense. El ministro de Educación, Sergio Gaete (con derecho a voto), le pidió a los jurados Martín Cerda (representante de la Sociedad de Escritores de Chile) y óscar Pinochet de la Barra (delegado de la Academia Chilena de la Lengua), que cambiasen su voto para que existiese unanimidad. Ambos se negaron. El resto de los integrantes del jurado eran Tomás Mac Hale, miembro del comité editorial de “El Mercurio”, y Antonio Carkovic, delegado del Consejo de Rectores. Ambos eran amigos de Campos Menéndez, quien se encontraba en España como embajador.

Aquel lunes de agosto, óscar Pinochet de la Barra señaló que el premio “cada año se va desvirtuando, perdiendo su independencia”. Martín Cerda argumentó que “frente a la obra de José Donoso, estamos seguros antes, durante y después de la votación, que este es el escritor chileno con mayores méritos para obtener el Premio Nacional de Literatura”. El escritor Jorge Edwards publicó en “El Mercurio”: “El mundo sólo sabe que José Donoso compitió contra un desconocido y fue despojado de su triunfo por obra de las autoridades lugareñas. El ganador consiguió un diploma, algún dinero, y fuera de nuestras fronteras, una considerable dosis de ridículo”.

"Sólo Sugería Nombres”

A 19 años del polémico premio, Campos Menéndez advierte: “Cuando hablemos del Premio Nacional, a José Donoso no lo nombres. Juro por Dios que nunca he hablado mal de nadie, y menos de un escritor”.

Afirma que su labor fue de representante cultural del Gobierno militar, y que con respecto a los Premios Nacionales entregados en los ’80, sólo tuvo derecho a voz, pero no a voto. “Yo sólo sugería nombres para el premio, no se olviden de esta o de otra persona. Ahora, la política siempre ha sido importante en la elección del premio”. Pero la memoria es frágil y se le escapa un cargo: “También fui controlador”, responsabilidad que nunca nos explica con claridad.

-¿Por qué nunca le dieron el Premio Nacional a Enrique Lihn, Jorge Teillier y María Luisa Bombal?

-No sé nada de los casos de Lihn y Teillier. A María Luisa Bombal la conocí mucho en Buenos Aires. Era de un talento inmenso. Pero su obra más importante la escribió antes del Gobierno militar, y en los ’80 se dedicó al alcohol. Era un desastre, no era presentable, estaba fuera de foco. Todos me echan la culpa a mí.

-¿Qué opina de los Premios Nacionales entregados a Volodia Teitelboim y Armando Uribe?

-(Alarmado) ¡Nunca tuve nada que ver con Volodia! Ni siquiera lo conozco, nunca tuve un encontronazo con él. Uribe es fantasmal, pasa fumando; creo que tiene más pose que talento. La literatura de Uribe es disfrazada, porque él está disfrazado. En el Gobierno militar, Uribe nunca hubiese sido Premio Nacional.

Subversión y Pornografía

Todos los viernes desde hace 40 años, Campos Menéndez publica una columna en “La Prensa Austral” de Punta Arenas. Tres veces al año viaja a sus tierras, y lanza en autoediciones sus cuentos y memorias. Se ha casado dos veces, y ahora sentencia que cuando fue el golpe de Estado, quienes estaban cerca de Pablo Neruda se hallaban asustados. “Yo dije: bajo mis órdenes, a Neruda no lo toca nadie; era comunista, pero tenía talento”.

A las ocho de la mañana del 12 de septiembre de 1973, quien se jactara de ser el primer funcionario que tuvo el régimen militar fue pasado a buscar a su casa por un jeep militar, para que hiciera los primeros bandos (discursos) del Gobierno de Pinochet. Campos Menéndez llegó al edificio Diego Portales y compartió oficina con Jaime Guzmán. “él era tremendamente nervioso y muy mandón. Junto a Jaime nos encomendaron hacer los principios del Gobierno militar. Los sacamos de Primo de Rivera, quien era el guía espiritual y político del Gobierno de Franco”.

El autor de “Bernardo O’Higgins: el padre de la patria chilena” y diputado por la provincia de Cautín por ocho años en la década del ’50, también estuvo a cargo del Dibam entre 1977 y 1985. “Cuando era director de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, me vino a ver un ‘jefazo’ de uniforme, y me obligó a echar a una directora en Valparaíso que era comunista. él fue a acusarme al almirante José Toribio Merino. Merino era muy divertido y lo amenazó con que si no me hacía caso, mejor que presentara la renuncia, y lo mandó a la mierda. A Merino le escribí 16 discursos”, cuenta riéndose.

El lema de Campos Menéndez, en los ’80, era establecer la “libertad, la seguridad y el orden”, y justificaba la censura de todo lo vinculado con subversión y pornografía.

Mientras, el Gobierno militar rechazaba la publicación de una novela con personajes chilotes del escritor Enrique Valdés, y a Bernardo Subercaseaux un libro sobre Violeta Parra, conforme al artículo 24 transitorio de la Constitución establecida.

El creador del libro “Chile vence al marxismo” (1972), en su fundo Los Robles, de Punta Arenas, mantiene a ambos lados del camino, de no más de 40 metros, inscritos en piedras los títulos y años de sus libros publicados. Un meticuloso trabajo que han llevado adelante las hijas del cuidador del terreno.

Campos Menéndez dejó la Embajada de Chile en España cuando Augusto Pinochet dejó el poder en 1990. “Fui diplomático y me movía en autos sensacionales. Hablé en todos los parlamentos de América, porque todos los dictadores tenían su parlamento amainado”.

En su último libro, “Los caminos de la vida” (2004), escribe: “A veces, el fin justifica los medios, pues no hay conquista que no sea noble, si va en beneficio de los demás. Creemos que la ambición es algo legítimo y necesario. El ser humano la precisa cada día y cada hora”. Las palabras del Premio Nacional de Literatura 1986 se condicen con la última frase que nos grita al despedirnos. Para el Gobierno militar “trabajé gratis y con honores”.

[Fuente: Javier García, La Nación, Santiago de Chile, 23nov05]

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