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09abr13


Conflicto por tierra destapa canje de vehículos por droga en frontera de Bermejo


Lo que pareció al principio un conflicto de tierras y una violencia desmedida contra Juan Pablo Moscoso, sin un buen argumento, hoy tiene mayores luces.

Entrevistas realizadas por El País en el lugar de los hechos revelan que la frontera de Bermejo se ha convertido, desde 1983, en un corredor del narcotráfico, donde además se intercambian vehículos por droga.

A 20 kilómetros de la ciudad de Bermejo se encuentra "El Bolsadero", un territorio formado entre los ríos Bermejo y Grande de Tarija, donde según testigos del lugar, se intercambian autos robados en Argentina con droga boliviana. Esta situación involucra a diversas familias e incluso, según Juan Pablo Moscoso, ciudadano salteño amenazado de muerte, estaría también involucrada la exalcaldesa de Bermejo, Lucila Iporre, de quien su esposo está detenido en Buenos Aires por tráfico de drogas.

El País realizó un recorrido por el lugar y evidenció que a casi 200 metros del Fortín Campero, donde se ubica la Corporación de las Fuerzas Armadas para el Desarrollo Nacional (Cofadena), se encuentra la finca "La Bolsa", cuyo propietario es Juan Pablo Moscoso, quien desde 2008 defiende sus tierras frente a las amenazas de muerte proferidas por sicarios y narcos que lo intimidan "con fúsil en mano".

Según Santos Sixto Villa, coordinador general de la comunidad de Tape Iguapegui (pueblo indígena argentino), su comunidad denunció "el canje de vehículos por droga" ante la Policía, Fiscalía, Juzgado, Gendarmerías y Ejército Argentino pero no hubo respuesta. El hecho comienza, según Villa, hace más de 20 años, y "se lo dio a conocer de manera formal y mediante denuncia en 2008".

La denuncia presentada en ese año, firmada por Sixto Villa y el cacique de Tape Iguapegui, Gracielo Retamozo, revela que los habitantes de las márgenes del río Grande de Tarija, desde el paraje El Chuscal hasta la junta del río Tarija, Itaú, Madrejones se sienten huérfanos de autoridades y denuncian sufrir atropellos desde 1983.

Señalan que sienten una gran tristeza al ver cómo esta zona se fue convirtiendo en un camino del narcotráfico por donde se introducen vehículos robados que ingresan por la zona de Media Luna. En el documento señalan que una prueba de esta denuncia es "el asesinato de una mujer propietaria de la finca Madrejones", quien habría sido victimada por un narcotraficante.

Retamozo y Villa, en la misma denuncia, manifiestan tener temor ya que bolivianos comprarían tierras en las fronteras con "dinero lavado del narcotráfico" y señalan que las miasmas son usadas como vías para cometer estos delitos. Añaden como otra prueba la aprehensión de una persona con droga en la localidad de Madrejones.

De acuerdo a Moscoso estas haciendas ubicadas en la frontera de Bermejo son muy deseadas para cumplir con el "modus operandi" de los narcos, y explicó la existencia de la vía del narcotráfico que, para los que habitan esos lugares, ya no es "ningún secreto".

"Si roban una movilidad de Orán no hay control, la pasan por embarcación, llegan en una hora por el río Bermejo, ingresan por los campos de la empresa de Cofadena y se ahorran cuatro horas, ahora también sustraen otros vehículos en Formosa y cuando no hay control en la ruta 81, pasan por sus territorios hasta llegar a Bermejo", dijo.

Ante esta situación, dijo que para lograr este cometido los narcos (bolivianos - argentinos) buscan apropiarse de todos los terrenos de la frontera de Bermejo. De esta manera armaron una guerra contra Moscoso, propietario de una finca. Lo amenazaron, quemaron su casa e intentaron secuestrar a su hija para que abandone el lugar.

El caso Moscoso y un nuevo dato

Como ya publicó El País en fecha 3 de abril, los ataques a Moscoso son cada vez más violentos, personas a las que él llama "sicarios" constantemente irrumpen en su finca con armas para matarlo. Él se defiende de la misma manera hasta el punto de disparar contra ellos.

En una visita que El País realizó a su hogar, Moscoso relató que todo comenzó cuando él le ofreció trabajo a Jaime Villca, quien era contador de la Alcaldía de Bermejo, sin embargo, éste le presentó a otra persona que Moscoso jamás debió conocer.

"Cuando mi hijo salió bachiller le dije quédate acá, sembrate y voy a ver un negocio para mi hijo para ver como lo dejo allá en Tarija", sin embargo Villca le respondió que él no podía pero que tenía un amigo "Mamani", quien tenía dinero y ganas de trabajar, "yo no lo conocía", aseguró pero aceptó la sugerencia.

Mamani (esposo de la exalcaldesa de Bermejo) comenzó a poner caña de azúcar en la finca, lo que no le gustó a Moscoso, quien añade que Mamami le decía constantemente "que la iba a pasar mal". "Me dijo si te pasa algo un día, voy a correr con los gastos de tus hijos, no te preocupes, entonces, le dije ¿qué está diciendo usted? y me dijo que nadie tiene la vida comprada", contó.

A dos días de este anuncio, Moscoso fue metido a la cárcel por una supuesta quema de una camioneta de la familia Velásquez, compadres de Mamani. Fue en ese momento en que comenzó su calvario. "Desde ahí inició el vínculo del narco con la propiedad", dijo.

Trampa a Gareca

Con relación Al excomandante de frontera de Bermejo, Willy Gareca, quien también confirmó la existencia de narcos en esa frontera, Moscoso dijo que le pusieron una trampa debido a que esta autoridad buscaba terminar con el narcotráfico en la zona.

"Fue una trampa a Gareca al mentir que 50 uniformados al mando del coronel decomisaron caña y una máquina, sin embargo hay fotos cuando se ve sólo a civiles sacando postas, además en la denuncia señalan que pasaron un río, sin embargo éste no existe", dijo Moscoso.

¿Un conflicto de tierras? El sicario de Orán y el exgendarme narco

Las personas que amenazaron a Moscoso en lo que parecía un "conflicto de tierras" se presentaron como licenciados, policías, guardias y guerrilleros. En uno de los videos publicados por El País en su página web estas personas afirman no temer a la prensa ni a las autoridades. "Un saludo a los bolivianos, un saludo a los argentinos" afirman los agresores en el video.

Uno de ellos primero se disfrazó de licenciado. Aseguró que era administrador de una empresa reforestadora. Después dijo que era arrendatario con permisos para esas tierras. Luego apareció con siete hombres vestidos con ropas de safari y armados con machetes.

En su siguiente actuación apareció con disfraz de guerrillero de las FARC. Ahora decía que el hombre que lo acompañaba era el verdadero dueño de la finca

Los otros dos narcoguerrilleros que lo acompañaban y al titular falso de las tierras, identificado como Rafael Tirano, también tenían pistolas. Juan Pablo Moscoso, poseedor de la finca La Bolsa, a 25 kilómetros de Aguas Blancas en el límite con Bolivia, sabía que eso no era un conflicto de tierras, porque a pesar de que siempre los invitó a llevar su reclamo a la Justicia, él nunca recibió alguna notificación.

El último 10 de marzo Moscoso estaba solo en la finca. Desde hace días tenía oculta una vieja y oxidada carabina 22 que le prestó un amigo. Moscoso tenía la ventaja espiritual del hombre que pelea por su familia y está dispuesto a dar la vida.

Estaba haciendo un cerco para plantar unas flores, a unos metros de su casa de madera y de los restos de su primera casa incendiada dos veces. Los vio llegar del otro lado de un precario alambre pasando el cañaveral.

Eran más de 20 según Moscoso. "Esperen, esperen", los frenó de donde estaba el salteño de Morillo que defiende un pedazo de campo argentino en el medio de una "Y" que hacen los ríos Tarija y Bermejo.

El sicario de Orán estaba con su disfraz de safari y con su machete reluciente. Una señora se adelanta y lo saluda para que vaya. El sicario le dice que tienen que hablar con él.

Caminó despacio hacia el patio donde tiene plantado un poste para apoyar el celular. Es el único lugar con señal. Ese día no tenía crédito, pero simuló que hablaba con sus hijos. "Ya están acá. Vengan ahora", dijo en voz alta. Una de las señoras avanzaba por el jardín. Dejó el teléfono y dio unos pasos para que no le tapen los movimientos de los invasores unos arbustos espesos.

"Vení hijo de puta, queremos hablar con vos", le gritaron. "Pará, pará", ordenó Moscoso. Pero no perdió la calma y entró a su casa de madera y piso de tierra. Buscó un puñal y se lo puso en la cintura. Volvió al poste y agarró el teléfono. Mientras simulaba preguntarle a su hijo Diego por su paradero, también se acercaba al escondite. "¿Están en Campo Grande?", preguntó para que piensen los invasores que estaban justo antes del cuartel militar del Ejército Boliviano que queda a menos de dos kilómetros de la casa.

La mujercita ahora estaba excitada arengando a los hombres del grupo. "Vamos, vamos", repetía. "Agarren las armas. Agarren las armas". "Pará. Pará", les repitió Moscoso. "Si tenés algo que reclamar andá y denunciame en la Justicia. Pero no sigas porque acá nadie le está faltando el respeto", agregó. "Vamos. Vamos. Le matemos. Le matemos", empezaron a gritar las feroces mujeres, que no eran los líderes de la revuelta.

El macho alfa era el sicario colombiano. Levantó el machete. Lo secundaba alguien señalado como exgendarme. No decía palabra y tenía colgada del hombro una escopeta. El sicario de Orán empezó a caminar y repentinamente aceleró su paso cambiando abruptamente su dirección para quedar oculto por unas plantas. "Hijo de puta", gritaba blandiendo el machete.

Cuando Moscoso agarró el arma el sicario de Orán ya estaba lanzado en carrera con su brazo extendido y el machete en lo alto. El sicario no tenía visión completa. "Él no podía ver que yo tenía el arma", cuenta Moscoso. La ventaja del terreno era para el chaqueño.

En un solo movimiento corrió unas mantas que tapaba la carabina y la remontó mientras se enderezaba. Cuando estuvo firme lo vio aparecer al sicario a unos seis metros y disparó.

"Yo le tiré al que ladraba, al que venía a morder. No le tiré a los otros, que tal vez no tienen tanto que ver con esto. Pensé por un segundo en tirarle a la cabeza, pero le apunté al estómago", relata Moscoso. Sonó un ruido seco. Las mujeres callaron. Había un silencio absoluto.

Julio Ernesto Barrios, el sicario de Orán, aflojó el machete y se agarró la panza. Por su disfraz de cazador de safari empezó a brotar sangre. Sus rodillas se doblaron y su cuerpo buscaba el suelo cuando uno de los matones que se encontraba por detrás lo sujetó. Los dos cayeron. El exgendarme estaba como a un metro y cuando sacó su vista de Julio Barrios, que tenía la cara llena de espanto, intentó torpemente recoger el arma que le colgaba del hombro. Pero Moscoso ya lo tenía entre ceja y ceja. "Dale. Sacala si sos macho", le gritó.

El exgendarme bajó la mano que buscaba la escopeta, pero mantuvo la mirada. El chaqueño de Morillo sabía que el delincuente esperaba una distracción para meterle un escopetazo. "A éste le tiró a matar", dice que pensaba. Pero el exgendarme consiguió nunca ese margen de error.

"Ya vamos a ver", dijo antes de darse media vuelta en retirada, Casimiro Cardozo, el supuesto ex gendarme que habría sido expulsado de las fuerzas al caer con 20 kilos de cocaína. El que cayó con Julio Barrios se reincorporó y lo empezó a arrastrar hacia la salida. Las mujeres gritonas salieron del susto y el espasmo de nuevo a los gritos. "Vámonos, vámonos", daban de alaridos esta vez.

Según pudo averiguar este medio, el sicario de Orán no habría sido intervenido en hospitales argentinos, tampoco en el de la ciudad boliviana de Bermejo, sino en una clínica privada de Tarija, cabeza del departamento.

[Fuente: Por Igor Guzmán, El País y El Tribuno de Salta, Tarija, 09abr13]

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