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21oct16
Políticas contradictorias
¿Qué senador tentaría sostener un debate con Félix Patzi? ¿El Ministro de Educación entiende el aymara de Víctor Hugo Cárdenas?
Es linda la fotografía del presidente Evo Morales junto a un niñito y un pequeño árbol, aún en una maceta como almácigo. La campaña para reforestar diferentes zonas merece el aplauso y apoyo de los habitantes de Bolivia y ya me sumé a ello. Tengo hijos, escribí libros y desde hace un tiempo sembré molles y álamos; cumplí la herencia aconsejada.
Sin embargo, al mismo tiempo, el mandatario anuncia el proyecto de "El Bala" en el norte paceño, el cual supondrá el derribo de muchísimos más árboles que los plantados este año; troncos robustos que ya habían vencido al viento y a la motosierra. Es una idea parecida a la de la carretera por medio del parque nacional Isiboro Sécure, también territorio indígena. Hasta Mi Teleférico ha derribado eucaliptos centenarios para sus estaciones.
El Gobierno y algunos de sus escribidores aseguran que oponerse a ello es ser neoliberal y reniegan de un rol de guardaparques que poderes externos habrían dado a los bolivianos.
Quizá ignoran que la primera área protegida de Bolivia, el Parque Nacional Sajama, fue creada en 1939 por el nacionalista Germán Busch, para defender la riqueza natural del país. Seis años después, se concretaron otros parques en Oruro y en La Paz y otros más hasta los años 90 con el objetivo de conservar la biodiversidad y combinar el desarrollo económico con el desarrollo armónico del ser humano y la naturaleza.
También escuché al Vicepresidente Álvaro García Linera hablar ante jóvenes aymaras sobre sus años de guerrillero, donde, "aprendió a matar". Habló en castellano y hay indicios de que no logró entonces ni en diez años de funcionario público dominar un idioma nativo.
Desde hace un lustro, los burócratas tienen la obligación de aprender al menos un idioma de origen precolombino. Sin embargo, más allá del entusiasmo que esa idea despertó -los diplomáticos fueron los primeros en inscribirse- el resultado es absolutamente contradictorio.
¿Cuántos hijos de los dirigentes de los movimientos sociales se expresan cotidianamente en puquina, en quechua, en tacana, en guaraní? ¿Asistieron los jefes de la bancada oficialista a esos cursos acelerados que daban los jesuitas en su instituto cochabambino? ¿Qué senador tentaría sostener un debate con Félix Patzi? ¿Podrían las diputadas masistas clase medieras conversar en quechua con el Padre Xavier Albó? ¿El Ministro de Educación entiende el aymara de Víctor Hugo Cárdenas?
Sólo dos botoncitos como muestra de la falta de coherencia discurso-realidad en tiempos de cambio.
[Fuente: Por Lupe Cajías, Los Tiempos, Cochabamba, 21oct16]
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