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20oct15
El "modelo civilizatorio" boliviano
Cuando los países latinoamericanos daban sus primeros pasos, cundía como parte del pensamiento político dominante, el paradigma que anteponía la "civilización" de la "barbarie". De esa manera, obsesionó a los gobernantes y pensadores decimonónicos un "modelo civilizatorio" con un enérgico matiz eurocéntrico, ya que el referente de la "civilización" se ubicaba en los centros de poder de ese entonces, particularmente en Gran Bretaña y Francia.
En ese sentido, encumbrando el "modelo civilizatorio", se justificó una división social del trabajo abusiva, con marcados estereotipos étnicos y que no difería mucho de la configuración colonial; se ampararon guerras y la expansión territorial de algunos países; se terminó de despojar de sus territorios a los pueblos indígenas "rebeldes"; y se construyeron grandes urbes bajo el influjo parisino y londinense y con una carga fuertemente centralista y asimétrica frente a las poblaciones "intermedias". Al mismo tiempo, la incursión del positivismo potenció la absurda pretensión humana de "dominar" la naturaleza a su beneficio y los "logros" de la revolución industrial ahondaron el culto al mecanicismo, a los motores y al concreto.
En Bolivia, como con todo país donde las desigualdades se imprimieron intensamente entre lo urbano y lo rural, la internalización de estas representaciones significó una aversión enfermiza a lo "natural", "rural" o "campestre", concebidos cual sinónimos de "barbarie" y, por tanto, como la antítesis del "progreso" y el "desarrollo". Las consecuencias de ello se perfilan en la actualidad, porque más que nunca, se respira a cada paso y en cada tramo, la obsesión por el cemento, el alquitrán y el petróleo, la compulsión por el mercantilismo y el consumo de chatarra mediática, patéticos reflejos de una percepción (aún más distorsionada) de "civilización".
Por ende, con el argumento del "derecho al desarrollo" y como si la humanidad no hubiera aprendido nada, en nuestro país van desapareciendo estrepitosamente los bosques, selvas y áreas verdes, los ríos y lagos se contaminan, los pueblos y ciudades se llenan de edificios mal construidos, bodrios de hormigón y calamina a título de mercados, estadios y plazas de comida, y por doquier, se van privatizando los espacios públicos (vendidos al mejor postor corporativo), alumbrando la proliferación de un consumo acrítico y desmedido.
Lo paradójico es que, una vez más, el Gobierno boliviano se arroga el liderazgo mundial en la defensa de los "derechos de la Madre Tierra". Y mientras con una mano se articulan perlas discursivas al estilo de "el Vivir Bien en armonía con la Madre Tierra es el nuevo modelo de civilización para preservar la comunidad de vida, donde la Madre Tierra es un ser vivo sagrado y no un objeto para la explotación de los seres humanos" (Declaración de la II Conferencia Mundial de los Pueblos Sobre Cambio Climático y Defensa de la Vida), con la otra, hasta se recurre al endeudamiento externo para proseguir con un extractivismo irresponsable y con el círculo vicioso primario-exportador, dando igual si los "cómplices" son chinos y no europeos o estadounidenses.
En suma, creo que es ilustrativo que al tiempo en que se llenaban la boca de labia vacía en la Conferencia Mundial de los Pueblos Sobre Cambio Climático en Tiquipaya, más al sur, en Vila Vila, las principales autoridades inauguraban, con tremendo show, un mamotreto más de cemento, dando luces siniestras sobre lo que verdaderamente se interpreta como "el nuevo modelo de civilización para preservar la comunidad de vida".
[Fuente: Por Rocío Estremadoiro Rioja, Los Tiempos, Cochabamba, 20oct15]
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