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07oct18


El adiós a la generación del mar


Durante 139 años hemos vivido anclados en el pasado. Generaciones de gobernantes nos hicieron caminar con el cuello torcido hacia atrás y con la mirada en hechos del siglo XIX o de siglos más lejanos aún, por lo que vivimos echando anatemas contra los invasores chilenos y españoles.

Para anclarnos más, nos contaron en las escuelas y colegios la dramática historia de la invasión chilena, la triste Guerra del Pacífico, el injusto Tratado de 1904. De esos cuentos, nacimos generaciones que vivimos llorando por el Litoral y sobre mitos martillados durante décadas.

El 1 de octubre de 2018, la historia aclaró las aguas saladas: con el dictador Hilarión Daza, Bolivia perdió en el terreno de la guerra el Litoral; con Ismael Montes, Bolivia perdió en el terreno de los tratados (1904) su salida al mar y con Evo Morales, Bolivia perdió en el terreno jurídico la posibilidad de obligar a Chile a negociar una salida soberana al mar.

Sin embargo, desde el Gobierno central surgieron otra vez voces en sentido de que Bolivia no perdió y que hay otros espacios jurídicos para lograr su retorno al mar. ¡Basta! La Haya es la segunda derrota en el escenario internacional.

La primera sucedió entre 1920 y 1921, cuando Bolivia solicitó a la Asamblea de la Liga de Naciones, basada en el artículo 19 de esta organización, promover la revisión del Tratado de 1904 por acuerdo de las partes.

En septiembre de 1921, tres juristas de la Liga de Naciones respondieron que “la demanda de Bolivia, tal como fue presentada, es inadmisible” y que “la revisión de los tratados es de competencia exclusiva de las partes contratantes”.

Señores del MAS, no jueguen con las ilusiones de la gente como lo hicieron durante los últimos cinco años.

Hubo políticos que de verdad gastaron su vida en buscar una salida soberana al mar; pero también hubo de los que quisieron usar el mar en beneficio propio, entre ellos Morales, a quién creo que alguien le dijo, en el oído, que si “recuperaba el mar” en La Haya sería el Simón Bolívar del siglo XXI y sería presidente vitalicio de Bolivia. Y él se lo creyó. No se explica de otro modo la millonaria propaganda en torno a Evo y la demanda. Pero el hado juega sus cartas y aquello que lo iba a eternizar hoy lo abate.

Dado este contexto, llegó el tiempo de mirar más allá del mar y jubilar a esa generación de políticos que nos tuvieron viviendo con el cuello torcido hacía atrás, amarrándonos al pasado incambiable y alejándonos del presente real, y del futuro que queremos.

No significa olvidarnos de la historia, sino de reinventarnos y convertir las derrotas en catapultas para levantarnos y caminar sobre nuestra mediterraneidad. El Tratado de 1904 no nos puede enclaustrar mentalmente, más aún ahora que en la sociedad red cambió el concepto de soberanía.

Si bien en el caso de límites fronterizos un tratado entre Estados es prácticamente sagrado, los Estados firmantes en ejercicio de su soberanía pueden cambiarlo. Hasta ahora, ha sido imposible porque Chile usó más que su poder económico nuestros mitos contraproducentes para mirarnos desde arriba.

Nuestra respuesta no puede seguir siendo el chovinismo ni el resentimiento, ni la xenofobia. Es tiempo de convivir con Chile de frente y mirándonos a los ojos, porque mientras exista la tierra seguirá siendo nuestro vecino, lo que significa que debemos retomar las relaciones diplomáticas sin anclas mentales ni complejos.

Para ello debemos dejar en claro que así hubiéramos ganado en La Haya, el mar no nos hubiera sacado de la pobreza como una varita mágica. Pues hay países rodeados de mares y de pobreza: Haití, Cuba, República Dominica, Venezuela o los países centroamericanos, salvo Costa Rica.

La riqueza de los pueblos no está en los recursos naturales ni en el mar, sino en los conocimientos, pero para tener conocimientos hay que tener educación y para tener educación hay que invertir en los cerebros que van a las escuelas, colegios y universidades, y no en propaganda en beneficio de un político. Sólo, entonces volveremos a hablar de igual a igual con Chile.

En consecuencia, la derrota del gobierno de Morales en La Haya significa el adiós a la generación de políticos que nos anclaron en el pasado.

[Fuente: Por Andrés Gómez Vela, Página Siete, La Paz, 07oct18]

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