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13jul16


La Comunidad Wichi Lantawos denuncia el acoso, la marginación y la falta de atención médica


Para poder comprender la situación es necesario decir que Alto La Sierra está ubicada a casi 600 kilómetros al noreste de Salta capital. Para llegar, hay que recorrer la ruta nacional 34 hasta Campo Durán, donde está el empalme con la ruta provincial 54 que lleva hasta Santa Victoria Este.

Luego se toma por la ruta provincial 138, totalmente de tierra, y se recorren los últimos 65 kilómetros de martirio, por una senda marrón a la que denominan camino.

La zona está a unos 40 kilómetros de la frontera tripartita con Bolivia y Paraguay y permanece inundada por la música religiosa que emana de las iglesias anglicanas que invadieron el Chaco salteño hace unos años.

Entrar en este territorio es como volver al pasado cuando muchas de las conquistas sociales no existían.

Hay un hospital que no tiene médico clínico ni mucho menos especialistas, por lo que los pacientes, en su inmensa mayoría aborígenes, tienen que esperar las visitas periódicas de algún profesional.

"Nosotros comenzamos a salir en las noticias por una nena violada, pero acá no tenemos nada. Estamos completamente olvidados por parte de las autoridades municipales, provinciales y nacionales", dijo Julio Díaz, que es presidente de la comunidad wichi Lantawos, que significa "indios que vinieron de la greda".

Greda le dicen a esa tierra roja en la que crecen los algarrobos y donde cinco criollos violaron a una niña wichi con evidentes signos de discapacidad, en esa tierra donde aún se siente un aire de impunidad.

"No es la primera vez que los criollos violan a las wichis; ni será la última vez que lo hagan", reconoció con amargura el cacique de la comunidad, Asencio Pérez.

El cacique también hizo referencia a que las familias de los criollos imputados en la violación masiva contra la pequeña niña aborigen tienen amenazados a los familiares de la víctima y a otros varios miembros de la comunidad.

El principal problema es que los habitantes originarios ven que la Policía es "blanca" y que no cuida "a los indios" como debería ser.

Por eso tienen, a partir de las amenazas, miedo a la venganza y lo peor es que no tienen a quién pedir ayuda ni protección. Casi como en la ley de la selva, pero con policías blancos bien establecidos.

"Acá hasta la Justicia es criolla; todo está pensado para el hombre blanco. Acá hay una costumbre, que se repite desde que vinieron a nuestros territorios: si un criollo ve a una india se dice que si la quiere poseer la tiene que correr. Si la alcanza es dueño de hacer lo que quiera", dijo de manera cruda el cacique.

"Ahora dicen que estaba borracha, que ya había tenido relaciones

anteriormente, como justificando la violación. Ella estaba comiendo mistoles en la cancha cuando pasaron los cinco criollos y la vieron agachada en la tierra. Eso fue suficiente para que hagan lo que quisieron con la nena", dijo con la bronca contenida de mucho tiempo, transformada en un dolor inocultable.

El cacique también hizo referencia a los múltiples problemas sociales que tienen en Alto La Sierra.

No son solo las violaciones, que aparecen como hechos consumados y establecidos como una costumbre atroz de criollos contra aborígenes, sino que también dijeron tener muchos problemas por el alcoholismo en los niños y que nadie los atiende.

Este panorama desolador para las comunidades aborígenes se complementa con el consumo de marihuana. Hasta hace unos pocos años, esta era solo una zona de paso, por la que se contrabandeaba la sustancia, pero ahora se consume de manera evidente.

"Nosotros no queremos conflictos. Ya entendimos que debemos compartir nuestro territorio con los criollos y está bien que así sea, pero hay prácticas que tienen que cambiar. Ya bastantes problemas tenemos con nuestros niños desnutridos, con la gran cantidad de discapacitados que tenemos, con las drogas que consumen nuestros hijos. Por eso, ahora queremos decir basta a las violaciones que sufren nuestras nenas y mujeres", concluyó el jefe originario wichi de Alto La Sierra.

Penurias contadas por un chofer

Nerón Rogelio es wichi y chofer de la ambulancia desde hace 24 años. "Acá es común escuchar que los wichi lloramos porque sí, pero no tenemos médico ni tampoco ambulancia de repuesto. Hay parajes como Balbuena o Esperanza que están muy lejos, donde no puede haber dos enfermos el mismo día, porque eligen a quién van a ver y quién debe quedar librado a su buena suerte".

[Fuente: Por Antonio Gaspar, El Tribuno, Salta, 13jul16]

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