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26abr15


Las villas se "favelizan" por el dominio narco


En el boulevard de los sueños rotos de La Isla de Villa Fiorito hay un protagonista nuevo que marca la vida de las cincuenta familias que viven a su alrededor. El narcotráfico se instaló entre los pasillos y las casillas de este lugar. En unas diez cuadras a la redonda hay cinco "dealers" y en el centro del "boulevard" el capo más importante, el Pato, se construye una casa de materiales que para el entorno es algo así como un palacete de la Avenida Alvear. El barrio se "favelizó", los que organizan ya no son ni los "punteros" políticos ni los referentes barriales, ahora manda el capo narco, como en las favelas de San Pablo. El otro protagonista es el plomo. La contaminación es tan grande en este rincón perdido, ahí a metros de donde nació Diego Maradona y a apenas 15 cuadras del límite de la Capital, que los chicos que nacieron aquí en los últimos años comienzan a padecer graves enfermedades relacionadas con el plomo en la sangre. Más del 90% de ellos están contaminados. De acuerdo a un estudio realizado por pedido de la Corte Suprema de Justicia en el llamado "caso Mendoza" en la cuenca Matanza-Riachuelo, a la que pertenece La Isla, de 1.100 chicos a los que se les hicieron estudios, 1.038 tienen más de 4 microgramos de plomo en sangre. Y en los análisis que la fundación Che Pibe hizo a 17 chicos de La Isla, la contaminación llega a 8 microgramos. La Organización Mundial de la Salud cree que para un buen desarrollo no debe haber presencia detectable de plomo en la sangre.

"Siempre tuvimos violencia pero no teníamos idea de lo que era la violencia en serio hasta ahora. Acá vivimos de las 7 de la mañana hasta las 7 de la tarde, después hay que encerrarse en la casa y callarse, no ver nada ni decir nada", explica Leonor Guichon, una antigua vecina de La Isla, que tiene nueve hijos y 28 nietos. "Nosotros trabajamos acá desde 1987 y desde entonces te puedo asegurar que estamos peor", es la evaluación de Sergio Bal, director de la fundación Che Pibe que recibe cada día a casi 600 chicos de la zona. "Acá no tenés más vueltas, o te hacés narco o te hacés adicto o te tenés que ir. La otra es que te "quemen" en cualquier momento en un pasillo", es el resumen de uno de los chicos mientras caminamos por la callecita Arlt un momento antes de que uno de los "soldaditos" que hace "deliverys" nos pasara rozando con su moto a alta velocidad.

Hace cinco años estuvimos en este mismo pequeño barrio haciendo un relevamiento de los problemas que padecían sus habitantes y estos dos elementos, el del narco y el plomo, no aparecieron. Había graves problemas de contaminación por el arroyo Ameghino y los zanjones abiertos, la acumulación de basura que traían los cartoneros y los desechos industriales; la falta de trabajo ya era crónica y encontramos apenas a un obrero de la construcción, un panadero y algunas mujeres que limpiaban casas, el resto vivía de planes sociales; los chicos abandonaban la escuela a temprana edad y había un solo ejemplo de un chico que había llegado a la universidad; la violencia familiar era endémica, una de las chicas de 20 años y tres hijos lo resumió brutalmente: "Acá lo' marido te cagan a palo"; cada tarde se formaba una cola de chicos nerviosos que esperaban al proveedor de "paco", esa droga hacía estragos; las inundaciones se sucedían permanentemente; y las ratas, de un porte extraordinario, se paseaban por entre medio de los chicos que gateaban en el patio de las casillas. Hoy, la situación no ha cambiado radicalmente. La mejora más importante se hizo con el entubamiento del Ameghino y la calle asfaltada que ahora corre por el lugar. Esto disminuyó la cantidad de ratas y los cartoneros ya no queman tantos desechos. El resto, de acuerdo a decenas de testimonios recogidos allí la última semana, sigue padeciendo los mismos males a los que ahora se le sumó el de cinco vendedores de drogas instalados en el barrio y las consecuencias de la contaminación en los chicos que nacieron y se criaron allí y que se traduce en descalcificación de los huesos y problemas de atención. "El barrio está construido sobre un bañado de desechos industriales. Una petrolera dejó un pasivo ambiental fatal. Y el plomo actúa como reemplazante de otros nutrientes como el calcio o el hierro. Y esto trae graves consecuencias en los recién nacidos que se traduce, luego, en deficiencias en el aprendizaje", explica Sergio Bal.

Fabián entra a la salita de la fundación Che Pibe con Esmeralda envuelta en una pañoleta. Es su bebé de un mes y medio. El tiene 18 años y su cuerpo es el testimonio viviente de las consecuencias de la contaminación. Deja a Esmeralda en manos de una de las chicas y muestra como una gracia cómo el codo se le va hacia delante del brazo. Como todos los otros cinco o seis chicos que están allí junto al coordinador Matías Serrano, todavía no lograron terminar la secundaria. Los que completaron el quinto año, aún deben materias. Y uno solo, Marcos, el cantante del grupo de rock "Caminando Tranqui" con el que van a ensayar esta tarde, intentó dos veces entrar en la carrera de Abogacía de la universidad de Lomas pero no lo logró. Debe dos materias del secundario. Ninguno tiene trabajo fijo. Algunos hacen changas en una empresa de limpieza. "Pero para hacer un pesito tenés que trabajar más de 200 horas al mes. A mí el año pasado me dieron como 7.000 pesos pero había limpiado oficinas por casi 220 horas", cuenta Belén que tiene a Ciro, de dos años, en brazos. "A mí me dieron 1.800 por tres semanas limpiando un banco y cuando les reclamé, me echaron", prosigue el relato Jonatan.

En la esquina, Esteban, no tiene más de diez años, aplasta botellas de plástico y las acumula en unas cajas. "Me dan $ 1,30 por kilo", dice el chico mientras continúa con una de las muy pocas tareas remuneradas que se pueden hacer en La Isla. Enfrente, están sentadas al sol, dos mujeres de mediana edad, María Cristina y María Magdalena, que trabajan para la cooperativa Martín Fierro organizada por el Frente para la Victoria de Lomas de Zamora. Dicen que van todos los días unas tres horas a limpiar las calles del municipio y que les pagan 2.600 pesos por mes. "Y también tenemos que ir a las movilizaciones. El día que hay marcha no trabajamos. Nos llevan con el micro a la Plaza de Mayo o donde sea", cuentan. Y se quejan de la falta de agua corriente y cloacas. "Mire, allí vinieron los del agua y pusieron los caños pero no sale nada", dice María Magdalena. La que coordina estos "trabajos" así como el otorgamiento de muchos de los subsidios, es Mariela, la puntera del FPV, y toda la estructura política de la zona está dominada por el intendente Martín Insaurralde, más conocido en La Isla como "el marido de Jesica".

Al otro lado del barrio, paralelo a las vías del tren y la calle Pilcomayo, hay una canchita de fútbol, detrás funciona uno de los "deliverys" de drogas. Por las vías, donde pasan apenas seis trenes por día, caminan los chicos que vuelven de la escuela. "Eh, vo, que estas sacando foto. Porqué no sacás el basural que hay ahí en vez de la canchita que ahí no pasa nada", grita un tipo desde un auto. Dando la vuelta por Pérez Galdós y tomando la calle Baradero que era por donde corría uno de los arroyos, ahora entubado, está otro vecino arreglando un alambrado. Después del saludo me relata un tiroteo de dos noches atrás en ese mismo lugar y me señala a un pibe sobre una mocito parado frente a unas rejas verdes. "Ahí lo tenés en vivo y en directo, el transa le está vendiendo", dice el hombre. En la otra esquina, apenas hago la misma pregunta a Juan que está sentado sobre un balde de pintura en la puerta de su casa me responde la frase más escuchada por acá: "Y … jodido". Dice que "hay mucho raterismo, mucha droga, los pibes hacen cualquier cosa cuando están necesitados de merca". A Leonor le robaron tres veces en el último año en su pequeño almacencito que logró armarse con un crédito que paga a duras penas. "Lo peor es que los que me roban son los mismos chicos a los que yo les repartía leche hace unos años. Pero ahora están dados vuelta. Yo tengo un hijo en esas mismas condiciones y sé lo que sufre el adicto y toda la familia", cuenta Leonor.

Los chicos, que encuentro en una de las esquinas y que están ya bastante pasados por el alcohol, me recitan lo que venden los "dealers" del barrio: "nevado", un cigarrillo con una mezcla de cocaína y marihuana por 20 pesos; "mixto", una especie de "paco" algo más refinado por 10 pesos; "punto rojo", una mezcla que se inhala y que nadie sabe muy bien de qué está compuesta pero provoca un efecto inmediato como el "crack"; cocaína pura por 50 pesos el tubito; y "cocodrilo", una droga que se inyecta, contiene varios residuos, entre ellos nafta, y su nombre proviene del hecho de que provoca la caída de la piel de quien la consume.

En la sala de la ONG Che Pibe sigue la discusión de los adolescentes. Las chicas dicen que su principal problema es el de los embarazos no deseados. Belén, por ejemplo, cuenta que después de tener a Ciro intentó tres veces que le ligaran las trompas pero que en el policlínico Evita la rechazaron porque "soy muy joven y puedo arrepentirme". Otra chica dice que en las últimas semanas aparecieron tres fetos en el terraplén del tren. "A uno se lo estaban comiendo los perros", comenta con los ojos llenos de lágrimas. El otro tema que los preocupa es el nivel de violencia. "A una de las maestras le tirotearon el coche y nadie sabe por qué", comenta Matías, el coordinador. La semana anterior entró la Gendarmería pero no hubo detenciones. "Está la cana metida con los transas. Todos lo vemos. Y no pasa nada", lanza uno que llegó a último momento. Y cuando se les pregunta sobre su futuro, la sensación generalizada de los chicos de la Isla de Villa Fiorito es la de que se trata de un horizonte que ellos no ven. "¿De acá a cinco años? No me veo. No hay proyecto", dice Jonatan y todos hacen silencio de aprobación que suena como un grito desesperado en este boulevard de los sueños rotos.

[Fuente: Por Gustavo Sierra, Clarín, Bs As, 26abr15]

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