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16sep13


Testigos reconocen un "centro de exterminio" en Tucumán


"Desde aquí se sentían los tiros... y se sentía el tiro de gracia, después", contó Cristina Rodríguez Román de Fiad, una sobreviviente del "centro de exterminio" que funcionó en el Arsenal Miguel de Azcuénaga del Ejército, al reconocer el viernes el siniestro "galpón 9" donde ella estuvo cautiva durante la última dictadura militar, al igual que centenares -se habla de no menos de 800- de otros prisioneros políticos.

El reconocimiento se realizó, con la presencia de varias decenas de familiares de desaparecidos, en el marco de la etapa final del juicio oral y público de la megacausa Jefatura de Policía-Arsenales.

Desde hace diez meses, en los que se escuchó ya a más de 300 testigos, se debate en este proceso sobre los crímenes de lesa humanidad presuntamente cometidos en ambos lugares contra unas 250 víctimas. Los imputados son 41, entre los cuales hay militares y personal civil del Ejército, gendarmes, policías, un escribano y hasta un sacerdote católico. El tribunal es presidido por Carlos Jiménez Montilla y lo integran Gabriel Casas y Juan Carlos Reynaga.

Otros seis testigos -dos mujeres más y cuatro hombres- participaron junto con Rodríguez Román de Fiad en el reconocimiento del "galpón 9". Este es una construcción rectangular de unos 20 por 10 metros, ubicada en un sitio apartado y rodeado de monte del predio de 350 hectáreas -al norte de la capital de Tucumán-, donde funcionaba la Compañía de Arsenales 5, que dependía del Comando de la Quinta Brigada de Infantería.

El galpón estaba dividido longitudinalmente al medio en dos sectores, con un par de ventanucos y una puerta de doble hoja cada uno. Esto se mantiene hoy. No subsisten, sin embargo, las estrechas subdivisiones -unas 40 en cada sector- en las que recordaron los testigos que los mantenían maniatados y con los ojos vendados.

De pie en el lugar donde se acordaba haber estado, Ramón Brizuela, un trabajador del pueblo azucarero de La Florida, describió: "Nos tenían así parados contra la pared todo el día".

Osvaldo Pérez, quien estuvo cautivo casi un año en el "galpón 9", refirió minuciosamente cómo era el lugar en esa época, así como el terror que experimentaban los prisioneros: "El sol marcaba la gloria de vivir un día más; cuando llegaba la noche, ya no sabíamos qué sería de nosotros", contó.

En el exterior del galpón, rodeado por una cerca de alambre tejido coronada por otro de púas, los testigos reconocieron las esquinas en que estuvieron situadas unas casillas donde se torturaba. Y los lugares donde estaban situados un lavadero y unos baños que ya no existen, y la carpa y el fogón que albergaba a los gendarmes de la guardia.

Tras el reconocimiento de los testigos, el tribunal se desplazó un centenar de metros para hacer una inspección ocular de las fosas comunes en las que testigos del juicio contaron que se arrojaba y quemaba a los prisioneros asesinados.

El perito Juan Nobile, del Equipo Argentino de Antropología Forense, explicó a los jueces que en cuatro de las fosas se hallaron fragmentos calcinados de huesos humanos que hacen muy difícil su identificación. Pero, dijo, de una quinta fosa se exhumaron 13 esqueletos levemente quemados, de los cuales 12 fueron identificados como desaparecidos que integran la lista de víctimas del juicio.

[Fuente: Clarín, Bs As, 16sep13]

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