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24may13


Diana Fabio afirma que la venda era mi única posibilidad de salir con vida


Diana Fabio fue secuestrada en pleno centro, cuando cruzaba la Plaza Independencia, el 6 de agosto de 1976. Tres hombres, que se identificaron como policías, la introdujeron por la fuerza en la parte trasera de un Ford Falcon y se la llevaron.

Treinta y siete años después, se sienta frente a un tribunal para relatar su padecimiento, en el proceso en el que se juzga a 41 imputados por torturas, secuestros, homicidios, delitos sexuales, entre otros crímenes de lesa humanidad.

Ante los jueces del Tribunal Oral Federal (Carlos Jiménez Montilla, Gabriel Casas y Juan Carlos Reynaga), relata las torturas y las vejaciones. "La picana daba muchísima sed. Pedí agua, me tiraron agua a la boca -rememora-. 'Con esto te iba a ir peor' -le dijeron-. Y fue peor".

También cuenta que mantenía a toda costa la venda que le habían puesto sobre los ojos, para no ver la cara de sus secuestradores. "Sabía que era la única posibilidad de salir con vida", dice.

Diana tenía 22 años, era maestra, estudiaba Arquitectura en la UNT y militaba en el Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda.

Primero la llevaron a la Brigada de Investigaciones y luego a la Jefatura de Policía y finalmente, al Arsenal (la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga). Allí vio a Angel Manfredi, dirigente ferroviario de Tafí Viejo, y a Ana María Sosa de Reynaga, maestra de la Escuela Normal, como ella.

"Angel dijo que era del PCR (Partido Comunista Revolucionario) y yo pensé 'a Angel lo van a matar'", recuerda. También habló con Ana, le contó sobre su secuestro. "Ella fue mi profesora en la Normal, era maravillosa", sostiene.

"Me pidió que cuando saliera viera a sus hijitos. No pude, no me dio el cuero", lamenta la testigo.

En una declaración previa, Diana Fabio dijo que reconoció a uno de los guardias, al que llamaban "El Indio". Antes de liberarla, la pasaron a la cárcel de Villa Urquiza. Allí vio, en la celda contigua, a Albertina Paz de Saavedra Lamas, que también había estado secuestrada.

Tres días después fue dejada en libertad, pero antes la obligaron a firmar una declaración en la que decía que había participado en la guerrilla urbana.

Termina su testimonio con una expresión de anhelo: "Espero que se pudran en la cárcel".

Julio Luna, el segundo testigo del día, tenía 19 años cuando acompañaba a su padre, que trabajaba en Arsenales: "En la talabarteria hacían bolsas de lona. Me dijeron que eran para tirar los cadáveres desde los helicópteros", afirma Luna. L

[Fuente: La Gaceta, Tucumán, 24may13]

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