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30mar07


El ladrón que todo lo puede
Por Daniel Enz


Que Domingo Daniel Rossi (PJ) resista con uñas y dientes una decisión judicial que lo obliga a irse de la Municipalidad de Santa Elena y lo lleva a cumplir la condena que le aplicaron el año pasado, tras un prolongado juicio oral, no es ninguna novedad para los entrerrianos. Rossi fue siempre sinónimo de negación, de perversidad, de juego sucio. Mentiroso, vendedor de ilusiones, corrupto de piés a cabeza, reptil de la política, fue el hombre que no dudó en engañar a miles de santaelenenses cuantas veces se le ocurrió. El que contrató a los mejores abogados para tratar de vender una imagen que a nadie convenció y que con los años quedó al descubierto. Es el mismo que negaba que tenía cuentas en el exterior, por casi cinco millones de dólares –producto de coimas y más coimas en tiempos en que llegó a la Intendencia por primera vez o cuando transitó por la Vicegobernación y tuvo un rol clave en la privatización del frigorífico-, mientras que su pueblo se ponía al tope de los registros de desocupación, desnutrición, mortalidad infantil, prostitución de menores, éxodo poblacional, alcoholismo o suicidios. Ese es Rossi.

El mismo que aprieta hasta ahogarlos a los que lo critican; el que instrumentó un sistema de compra de conciencias y los mueve como si fueran objetos a control remoto según la necesidad de tengan. El que extorsiona y extorsionará cuantas veces lo considere a ese poder político oficialista, que no se lo puede sacar de encima porque lo inventaron, convivieron en el fango con él por años y saben que el Dani podría contar lo que nadie se animaría. Y es “mejor tenerlo de aliado que de enemigo”, porque es un hombre imprevisible y si tira de la cuerda, vaya a saber hasta dónde llegará la horca. Ese es Rossi.

El mismo que se burla de instituciones, jueces, gobernantes, dirigentes, sociedad de Santa Elena, de Paraná y de buena parte de Entre Ríos. El que puede llevar a la propia Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia a resolver su caso después de las elecciones del 18 de marzo y no antes –pese a la gravedad que ello está acarreando ahora, al punto tal de derivar en alguna reacción violenta popular por lo sucedido- y el que no duda en encabezar una marcha alrededor de la plaza en rechazo a la medida judicial, el mismo día en que es notificado. Ese es Rossi.

Nadie se anima a detenerlo en el poder político oficialista. Nadie se anima a decirle “hasta acá llegamos”. Es mejor seguir pateando todo para adelante, antes que el Dani prenda el ventilador. No sea cosa que hable de negociados, de otras transferencias bancarias al Uruguay nunca detectadas, de dirigentes que dicen una cosa y hacen otra como él siempre hizo; de dineros mal habidos, de coimas que fueron para un lado y para el otro; de mejicaneadas, de propiedades a nombres de testaferros o de fondos de campaña nunca justificados. Por más que el oficialismo haya logrado una contundente victoria en la contienda electoral del 18 de marzo, por más que exista una oposición que -en buena parte- continúa durmiendo la siesta mientras pasan elefantes blancos por sus narices, sigue siendo un año electoral y aún faltan las elecciones presidenciales y legislativas. Y seguramente, el oficialismo gobernante no pretenderá otro caso Oscar Mori, de similares características al de la confesión ante el periodista y escritor Martín Caparrós.

Rossi aprovecha todo ese escenario. Y es la auténtica mezcla del dirigente corrupto en toda su definición, con el paciente psiquiátrico esquizofrénico, al que mejor no violentarlo y llevarlo de la mejor manera posible hasta que pueda ser absorbido por su propia locura e ingrese en un pozo sin salida. Quizás no se mida que ese paciente mantiene intacto su caudal económico, suele atenderse con “buenos doctores”, está dispuesto a seguir con las percepciones de la realidad muy diferentes a las que lo rodean y los “encargados” de la clínica le siguen temiendo.

Ese es Rossi. Posiblemente cuando el poder reaccione y ponga las cosas en su lugar, tal vez ya sea tarde y el desmoronamiento resulte inevitable. Pero lo bueno de todo esto es que tal vez no falte mucho.

[Fuente: Por Daniel Enz, Semanario Análisis de la Actualidad, Paraná, Entre Ríos, 03abr07]

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